sábado, 30 de abril de 2016

Cultura y simulacro



“El simulacro nunca es aquello que oculta la verdad, es la verdad lo que oculta que no hay verdad alguna. El simulacro es cierto”. Ecclesiastes 

Podemos tomar como la alegoría más adecuada de la simulación el cuento de Borges donde los cartógrafos del Imperio dibujan un mapa que acaba cubriendo exactamente el territorio: pero donde, con el declinar del Imperio, este mapa se vuelve raído y acaba arruinándose, unas pocas tiras aún discernibles en los desiertos. La belleza metafísica de esta abstracción arruinada, dando testimonio del orgullo imperial y pudriéndose como un cadáver, volviendo a la sustancia de la tierra, tal y como un doble que envejece acaba siendo confundido con la cosa real. La fábula habría llegado entonces como un círculo completo a nosotros, y ahora no tiene nada excepto el encanto discreto de un simulacro de segundo orden. La abstracción hoy no es ya la del mapa, el doble, el espejo o el concepto. La simulación no es ya la de un territorio, una existencia referencial o una sustancia. Se trata de la generación de modelos de algo real que no tiene origen ni realidad: un "hiperreal". El territorio ya no precede al mapa, ni lo sobrevive. De aquí en adelante, es el mapa el que precede al territorio, es el mapa el que engendra el territorio; y si reviviéramos la fábula hoy, serían las tiras de territorio las que lentamente se pudren a lo largo del mapa. Es lo real y no el mapa, cuyos escasos vestigios subsisten aquí y allí: en los desiertos que no son ya más del Imperio, sino nuestros. El desierto de lo real en sí mismo.

Jean Baudrillard  Cultura y simulacro, 1978
Ed. Kairós
Traducción: Antoni Vicens y Pedro Rovira

La experiencia del amor


Ante todo, el amor es una experiencia compartida por dos personas, pero esto no quiere decir que la experiencia sea la misma para las dos personas interesadas. Hay el amante y el amado, pero estos dos proceden de regiones distintas. Muchas veces la persona amada es sólo un estímulo para todo el amor dormido que se ha ido acumulando desde hace tiempo en el corazón del amante. Y de un modo u otro todo amante lo sabe. Siente en su alma que su amor es algo solitario. Conoce una nueva y extraña soledad, y este conocimiento le hace sufrir. Así que el amante apenas puede hacer una cosa: cobijar su amor en su corazón lo mejor posible; debe crearse un mundo interior completamente nuevo, un mundo intenso y extraño, completo en sí mismo.

Carson McCullers 
La balada del café triste
Ed. Seix Barral, 2011
Traducción: María Campuzano

viernes, 29 de abril de 2016

Detener la palabra


Detener la palabra
un segundo antes del labio,
un segundo antes de la voracidad compartida,
un segundo antes del corazón del otro,
para que haya por lo menos un pájaro
que pueda prescindir de todo nido.
El destino es de aire.
Las brújulas señalan uno solo de sus hilos,
pero la ausencia necesita otros
para que las cosas sean
su destino de aire.
La palabra es el único pájaro
que puede ser igual a su ausencia.
Detener la palabra un segundo 
antes para que nazca lo imposible. 
Entre la evocación y el silencio 
habita el instante de creación, 
el refugio de la imagen. Esperar 
para que la palabra y su expresión 
sean realmente sustancia del pensamiento.

Roberto Juarroz
Poesía Vertical 17 - III

Fot. Curtis Wehrfritz
The raven

A un gato


No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.

A un gato

jueves, 28 de abril de 2016

El espectáculo de la luna llena


Ya en otra ocasión me habían estropeado el espectáculo de la luna llena: un año quise ir a contemplarla en barca al estanque del monasterio de Suma32 en la quinceava noche, así que invité a algunos amigos y llegamos cargados con nuestras provisiones para descubrir que en torno al estanque habían colocado alegres guirnaldas de bombillas eléctricas multicolores; la luna había acudido a la cita, pero era como si ya no existiera. Hechos como éste demuestran el grado de intoxicación al que hemos llegado, hasta el punto de que parece que nos hayamos hecho extrañamente inconscientes de los inconvenientes del alambrado abusivo. Se alegará que peor para los amantes del claro de luna, pero en las casas de citas, los restaurantes, los albergues, los hoteles, ¡qué derroche de luz eléctrica!

A decir verdad, he escrito esto porque quería plantear la cuestión de saber si existiría alguna vía, por ejemplo, en la literatura o en las artes, con la que se pudieran compensar los desperfectos. En lo que a mí respecta, me gustaría resucitar, al menos en el ámbito de la literatura, ese universo de sombra que estamos disipando… Me gustaría ampliar el alero de ese edifico llamado “literatura”, oscurecer sus paredes, hundir en la sombra lo que resulta demasiado visible y despojar su interior de cualquier adorno superfluo. No pretendo que haya que hacer lo mismo en todas las casas. Pero no estaría mal, creo yo, que quedase aunque sólo fuese una de ese tipo. Y para ver cuál puede ser el resultado, voy a apagar mi lámpara eléctrica.

Junichiro Tanizaki, El elogio de la sombra
Ed. Siruela, 2016
Traducción: Julia Escobar

Fot. Mark Rothko
Blue and grey, 1962

La repulsión a lo oscuro


En una palabra, nuestros antepasados, al igual que a los objetos de laca con polvo de oro o de nácar, consideraban a la mujer un ser insuperable de la oscuridad e intentaban hundirla tanto como les era posible en la penumbra; de ahí aquellas mangas largas, aquellas larguísimas colas que velaban las manos y los pies de tal manera que las únicas partes visibles, la cabeza y el cuello, adquirían un relieve sobrecogedor. Es verdad que, comparado con el de las mujeres de Occidente, su torso, desproporcionado y liso, podía parecer feo. Pero en realidad olvidamos aquello que nos resulta invisible. Consideramos que lo que no se ve no existe. Quien se obstinara en ver esa fealdad sólo conseguiría destruir la belleza, como ocurriría si se enfocara con una lámpara de cien bombillas un toko no ma de algún pabellón de té. ¿Pero por qué esta tendencia a buscar lo bello en lo oscuro sólo se manifiesta con tanta fuerza entre los orientales? Hasta hace no mucho tampoco en Occidente conocían la electricidad, el gas o el petróleo pero, que yo sepa, nunca han experimentado la tentación de disfrutar con la sombra; desde siempre, los espectros japoneses han carecido de pies; los espectros de Occidente tienen pies, pero en cambio todo su cuerpo, al parecer, es translúcido. Aunque sólo sea por estos detalles, resulta evidente que nuestra propia imaginación se mueve entre tinieblas negras como la laca, mientras que los occidentales atribuyen incluso a sus espectros la limpidez del cristal. Los colores que a nosotros nos gustan para los objetos de uso diario son estratificaciones de sombra: los colores que ellos prefieren condensan en sí todos los rayos del sol. Nosotros apreciamos la pátina sobre la plata y el cobre; ellos la consideran sucia y antihigiénica, y no están contentos hasta que el metal brilla a fuerza de frotarlo. En sus viviendas evitan cuanto pueden los recovecos y blanquean techo y paredes. Incluso cuando diseñan sus jardines, donde nosotros colocaríamos bosquecillos umbríos, ellos despliegan amplias extensiones de césped. ¿Cuál puede ser el origen de una diferencia tan radical en los gustos? Mirándolo bien, como los orientales intentamos adaptarnos a los límites que nos son impuestos, siempre nos hemos conformado con nuestra condición presente; no experimentamos, por lo tanto, ninguna repulsión hacia lo oscuro; nos resignamos a ello como a algo inevitable: que la luz es pobre, ¡pues que lo sea!, es más, nos hundimos con deleite en las tinieblas y les encontramos una belleza muy particular. En cambio los occidentales, siempre al acecho del progreso, se agitan sin cesar persiguiendo una condición mejor a la actual. Buscan siempre más claridad y se las han arreglado para pasar de la vela a la lámpara de petróleo, del petróleo a la luz de gas, del gas a la luz eléctrica, hasta acabar con el menor resquicio, con el último refugio de la sombra. 

Junichiro Tanizaki, El elogio de la sombra
Ed. Siruela, 2016
Traducción: Julia Escobar

Sin título, 1962

miércoles, 27 de abril de 2016

Ese emplasto verde-negruzco


Puede ocurrir que sea debido a una diferencia de carácter; a pesar de todo, quisiera examinar cuáles pueden ser las repercusiones de la diferencia de color de la piel. Entre nosotros, desde siempre, se ha considerado que una piel blanca era más noble y bella que una piel oscura, pero ¿en qué se diferencia la blancura de un hombre de raza blanca de nuestra propia blancura? Si comparamos individuos aislados puede parecer que hay japoneses más blancos que algunos occidentales y occidentales más oscuros que algunos japoneses; sin embargo, tanto la blancura como la morenez de su piel difieren por su calidad.
He dado ya mi opinión sobre la costumbre de ennegrecer los dientes; pero las mujeres de antes también se afeitaban las cejas: ¿no era ésa otra manera de realzar el brillo de su rostro? Pero lo que más me llama la atención es su famoso lápiz de labios azul-verdoso con reflejos nacarados. En nuestros días ni siquiera las geishas de Gion28 los siguen utilizando, pero de todos modos, no podríamos comprender su poder de seducción si no nos representamos el efecto de ese color a la incierta luz de los candelabros. Nuestros antepasados aplastaban deliberadamente los labios rojos de sus mujeres bajo ese emplasto verde-negruzco, como incrustado de nácar. De esa manera arrancaban todo ardor del rostro más radiante. Piensen en la sonrisa de una joven, a la vacilante luz de una linterna, que de vez en cuando hace centellear unos dientes lacados de negro de entre unos labios de un azul irreal de fuego fatuo: ¿puede uno imaginarse un rostro más blanco? Yo, al menos, lo veo más blanco que la blancura de cualquier mujer blanca, en ese universo de ilusiones que llevo grabado en mi cerebro. La blancura del hombre blanco es una blancura translúcida, evidente y trivial, mientas que aquélla es una blancura en cierto modo separada del ser humano. Puede que una blancura así definida no tenga ninguna existencia real. Puede que no sea más que un juego engañoso y efímero de sombras y de luz. Lo admito, pero nos resulta suficiente porque no nos es dado esperar nada mejor.

Junichiro Tanizaki, El elogio de la sombra
Ed. Siruela, 2016
Traducción: Julia Escobar

Blue and green
Acrylic on paper

La niebla tibia


Tomé sitio en la niebla tibia de un aliento de muchacha.
Me fui, no dejé mi sitio.
Sus brazos no pesan nada. Se los encuentra como el agua.

Lo marchito se esfuma en su presencia. Solo sus ojos quedan.
Largas y hermosas yerbas, flores largas y hermosas crecían en nuestro campo.
Obstáculo tan leve en mi pecho, cómo te apoyas ahora.
Te apoyas tanto, ahora que ya no estás. 

La muchacha de Budapest

Fot. Kazha Imura
Script - 01, 2015

martes, 26 de abril de 2016

La mancha sobre el papel


Permítanme referir mi experiencia: no hace mucho yo vivía en la ciudad alta de Yokohama y asistía frecuentemente a las reuniones de los miembros de la colonia extranjera e iba a los restaurantes y a los bailes a los que ellos iban; cuado los veía de cerca, me parecía que su blancura no eran tan blanca, pero de lejos, la diferencia entre ellos y los japoneses era evidente. Algunas damas japonesas llevaban trajes de noche tan buenos como los de las extranjeras y a veces su tez era más clara que la suya, pero bastaba que una de las japonesas se mezclase a un grupo, para que, con una simple mirada se la distinguiera desde lejos. Me explico: por muy blanca que sea una japonesa sobre su blancura hay como un ligero velo. Aunque estas mujeres, para no ir a la zaga de las occidentales, se unten con pintura blanca espaldas, brazos, axilas, en una palabra, todas las partes del cuerpo expuestas a la vista, no consiguen borrar el pigmento oscuro que subyace en el fondo de su piel. A pesar de todo, se le adivina, como se puede adivinar una impureza en el fondo del agua clara vista desde muy arriba. Es una sombra negruzca, como una capa de polvo, que se aloja entre los dedos, en el contorno de la nariz, alrededor del cuello, en el hueco de la espalda. En cambio, el fondo de la piel de los occidentales, aunque tengan la tez algo turbia, sigue siendo claro y translúcido sin que jamás, en ninguna parte del cuerpo, presenten esa sombra sospechosa. Desde la punta del cráneo hasta la de los dedos, son de un blanco fresco y sin mezcla. Si uno de los nuestros se mezcla con ellos, es como una mancha sobre un papel blanco, una mancha de tinta muy diluida, que incluso nosotros sentimos como una incongruencia y que no nos resulta muy agradable.

Junichiro Tanizaki, El elogio de la sombra
Ed. Siruela, 2016
Traducción: Julia Escobar

Mark Rothko
Untitled, 1961
Pen and ink and wash on wove paper,
National Gallery of Art, Washington


La habitación japonesa


En realidad, la belleza de una habitación japonesa, producida únicamente por un juego sobre el grado de opacidad de la sombra, no necesita ningún accesorio. Al occidental que lo ve le sorprende esa desnudez y cree estar tan sólo ante unos muros grises y desprovistos de cualquier ornato, interpretación totalmente legítima desde su punto de vista, pero que demuestra que no ha captado en absoluto el enigma de la sombra. Pero nosotros, no contentos con ello, proyectamos un amplio alero en el exterior de esas estancias donde los rayos de sol entran ya con mucha dificultad, construimos una galería cubierta para alejar aún más la luz solar. Y, por último, en el interior de la habitación, los shòji no dejan entrar más que un reflejo tamizado de la luz que proyecta el jardín. Ahora bien, precisamente esa luz indirecta y difusa es el elemento esencial de la belleza de nuestras residencias. Y para que esta luz gastada, atenuada, precaria, impregne totalmente las paredes de la vivienda, pintamos a propósito con colores neutros esas paredes enlucidas. Aunque se utilizan pinturas brillantes para las cámaras de seguridad, las cocinas o los pasillos, las paredes de las habitaciones casi siempre se enlucen y muy pocas veces son brillantes. Porque si brillaran se desvanecerían todo el encanto sutil y discreto de esa escasa luz. A nosotros nos gusta esa claridad tenue, hecha de luz exterior y de apariencia incierta, atrapada en la superficie de las paredes de color crepuscular y que conserva apneas un último resto de vida. Para nosotros, esa claridad sobre una pared, o más bien esa penumbra, vale por todos los adornos del mundo y su visión no nos cansa jamás.

Junichiro Tanizaki, El elogio de la sombra
Ed. Siruela, 2016
Traducción: Julia Escobar

Fot. Mark Rothko
White, Black, Rust, on Brown, 1968 Acrylic on paper

lunes, 25 de abril de 2016

De la nada a la nada


Suelo sentir asco por ese hombre que se mata para no tener que afeitarse cada mañana y, sin embargo, es lo cotidiano, y sólo lo cotidiano logra hacerme aferrar a la existencia. Estas obligaciones menudas, estos ritmos son formadores. Me son necesarios. Me liberan porque me sujetan. Es así: necesito esclavitud, reglas de vida, ritmos. Mi libertad sólo sobrevive dentro de esos marcos. Entonces, ¿Por qué este asco? ¿Podría ser que mi espíritu de verdad no desea vivir? ¿Es que no está allí el lejano rumor de una tentación profunda de todo hombre, la tentación del suicidio? Cada minuto oculta esa extraña dualidad. El cuerpo es vida, el espíritu es muerte. La materia es el ser, el intelecto la nada. Y el secreto absoluto del pensamiento es, sin duda, ese deseo nunca olvidado de volver a hundirse en la más extática fusión con la materia, en lo concreto tan concreto que se vuelve abstracto. La vida es, tal vez, ese pasaje, esa situación trágica e inestable, ese nudo, ese punto movedizo en la línea de la evolución de la nada a la nada.

Jean-Marie Gustave Le Clézio
El éxtasis material, 1967
Ed. Adriana Hidalgo Editora, 2010
Traducción: Juana Bignozzi

Jean-Marie Gustave Le Clézio y su mujer, Paris, 1965

El pasado


Hay un dicho que es tan común como falso: El pasado, pasado está, creemos. Pero el pasado no pasa nunca, si hay algo que no pasa es el pasado, el pasado está siempre, somos memoria de nosotros mismos y de los demás, en este sentido somos de papel, somos papel donde se escribe todo lo que sucede antes de nosotros, somos la memoria que tenemos.

José Saramago

Fuente: Una semana con Saramago (apuntes de Jorge D. Jiménez Perálvarez sobre la intervención de José Saramago en la Universidad de Granada, del 18 al 22 de abril de 2005)

domingo, 24 de abril de 2016

Hice trampas


(…) Dieciséis años… dieciséis largos años con el culo pegado a un banco duro... diciséis años de chanchullos y honestidad alternados. Dieciséis años de aburrimiento: ¿qué queda de ellos? Imágenes aisladas, ínfimas… el olor de los libros nuevos el primero de octubre, las hojas que dibujábamos, el vientre asqueroso de la rana disecada en clase de prácticas, con su peste a formol, y los últimos días de curso, cuando nos dábamos cuenta de que los profesores son personas porque también ellos se van de vacaciones, y había menos alumnos en clase. Y ese miedo atroz, del que ya no recuerdo la causa, las vísperas de exámenes… Costumbres regulares… todo se reducía a eso… pero ¿sabe usted Monsieur Brul, que es un crimen imponer a los niños un horario que dura dieciséis años? El tiempo es un engaño, Monsieur Brul. El tiempo real no es mecánico, no está dividido en horas iguales… el tiempo de verdad es subjetivo… se lleva dentro… Levántese a las siete todas las mañanas… Almuerce a mediodía, acuéstese a las nueve… y no tendrá nunca una noche suya… no sabrá nunca que hay un momento en que, al igual que la marea deja de bajar y se queda un instante inmóvil antes de volver a subir, el día y la noche se mezclan y se funden, y forman una barra de fiebre semejante a la que forman los ríos cuando desaguan en el océano. Me robaron dieciséis años de noche, Monsieur Brul. Me hicieron creer, en primero de bachillerato, que mi único progreso debía consistir en pasar a segundo… en sexto, tuve que hacer la reválida… y luego, un título… Sí, pensé que tenía un objetivo en la vida, Monsieur Brul… y no tenía nada… Avanzaba por un pasillo sin principio ni fin, a remolque de unos imbéciles, precediendo a otros imbéciles. Envolvemos la vida con diplomas. Del mismo modo en que te envuelven los polvos amargos con cápsulas, para que te los tragues sin darte cuenta… pero ya ve usted, Monsieur Brul, ahora ya sé que me habría gustado el verdadero sabor de la vida. (…) Por eso hice trampas –concluyó Wolf-. Hice trampas… para ser sólo el que piensa en la jaula, ya que de todos modos seguía encerrado allí con los que se quedaban inertes… y no salí ni un segundo antes que ellos. Es cierto, pudieron pensar que me sometía, que hacía lo que ellos, y eso satisfacía mi preocupación por la opinión ajena. Y, sin embargo, durante todo ese tiempo viví en otra parte… era perezoso y pensaba en otras cosas.

Boris Vian  La hierba roja
Ed. Tusquets Editores, 1996
Traducción: Jordi Martí

Fot. Retrato de Boris Vian, anónimo

Leyendo


Edmund Tarbell
Girl Reading, 1909

sábado, 23 de abril de 2016

Términos humanos


No sé si este mundo tiene un sentido que lo supera, pero sé que no conozco ese sentido y que por el momento me es imposible conocerlo. ¿Qué significa para mí un significado fuera de mi condición? No puedo comprender sino en términos humanos. Lo que toco, lo que me resiste, eso es lo que comprendo. Y sé también que no puedo conciliar estas dos certidumbres: mi apetencia de absoluto y de unidad y la irreductibilidad de este mundo a un principio racional y razonable.

Albert Camus  El mito de Sísifo, 1942
Ed. Alianza Editorial, 2004
Traducción: Esther Benítez

La pubertad


La puberté proche n’a pas encore enlevé la grâce tenue de nos pléiades / Le regard de nos yeux pleins d’ombres est dirigé vers le pavé qui va tombé / la gravitation des ondulations n’existe pas encore.

La pubertad cercana no ha arrebatado todavía su gracia a las pléyades / La mirada de nuestros ojos llenos de sombras se dirige hacia el adoquín que caerá / Todavía no existe la fuerza de gravedad de las olas.

La Puberté,1921

viernes, 22 de abril de 2016

Sombra y color


Otro ejemplo: resulta inconcebible que en la vida cotidiana los labios de un hombre corriente nos atraigan; pues bien, en el escenario del "nò", su color rojizo oscuro, su piel ligeramente húmeda, sugieren una elasticidad carnal superior a la de los labios de una mujer pintados rojos. Eso se puede deber al hecho de que el actor, para cantar, humedece continuamente sus labios con saliva, pero no puedo creer que sea ésta la única razón. Ocurre lo mismo con el niño actor, cuyas excelentes mejillas enrojecidas adoptan colores más frescos. Mi experiencia personal me dice que este efecto es más visible si lleva trajes en los que predomina el color verde; en tal caso, la rojez, que en un niño de tez clara es ya evidente, se realza aún más en el niño de piel oscura. Porque en el niño de tez clara el contraste entre su palidez y ese rojo es demasiado tajante y el efecto de los colores oscuros del traje demasiado fuerte, mientras que en el niño de tez oscura, de mejillas morenas, el rojo sobresale menos, de manera que el traje y el rostro se iluminan mutuamente. El verde sobrio y el marrón mate, ambos colores neutros, destacan mucho entre sí y la piel del hombre amarillo se ve tan favorecida que llama la atención.

Junichiro Tanizaki, El elogio de la sombra
Ed. Siruela, 2016
Traducción: Julia Escobar

Magenta, negro, verde sobre naranja, 1949
Óleo sobre lienzo, 216,5 x 164,8 cm

El oficio de soñar


Alguien dijo que había ciudades para soñar
al otro lado de las montañas.
No dijo si estaban suspendidas en el aire,
sumergidas en las lagunas,
o perdidas en el corazón del bosque.
Los que allá fueron nada encontraron,
ni altas torres ni jardines
ni mujeres hilando en el atrio,
ni un muchacho aprendiendo a tocar la gaita.
Solo yo traje algo para seguir soñando
algo visto y no visto en la niebla de la mañana,
algo que era una flor o un mirlo de oro
o un pie descalzo de mujer,
un sueño de otro que se ponía a dormir en mi,
echado en mis ojos,
pidiéndome que lo soñase mas allá de las montañas,
donde no hay ciudades para soñar.
Y ahora mi oficio es soñar, y no se
si soy yo quien sueño, o es que por mi sueñan
campos, miradas azules, palomas que juegan con un niño,
o una mano pequeña y fría que me acaricia el corazón.

Al otro lado de las montañas
de Poemas do si e non, 1933

Fot. “Karakoram and western Himalaya 1909,
account of the expedition of H. R. H. Prince Luigi Amadeo of Savoy,
duke of the Abruzzi” (1912)

jueves, 21 de abril de 2016

El ingenio de la arcilla


Con tus dedos polvorientos rozaste lo indecible.
Extrajiste el ingenio de la arcilla,
la pureza del yeso y la caliza.
Esculpiste en la piedra su cisura
para atisbar en su corte los cimientos.
Tallaste el enigma del lento amanecer.
Robaste al sueño su desvelo
para moldear la transparencia.
Arrancaste del mármol su irisada nobleza
y del herrumbroso fósil la raíz.
Hoy tu rictus es polvo del granito.

Marga Clark
dedicado a su tía Margarita Gil Roësset
El olor de tu nombre
Huerga y Fierro editores, 2007

Fot. Margarita Gil Roësset, anónima

Un mar subterráneo


En la oscura neblina de París,
Quizás otra vez Modigliani
Camine imperceptible tras de mí.

Su triste naturaleza
Incluso en el sueño me inquieta
De ser culpable de muchas desdichas.

Pero para mí –su mujer egipcia– él es
La música que toca el viejo en el organillo.

Todo el rumor de París se esconde bajo esa música,
Como el rumor de un mar subterráneo
Que ha bebido del dolor
El mal y la vergüenza.

Variante de un borrador de Poema sin héroe

Nathan Altman
Retrato de Anna Ajmátova, 1914

miércoles, 20 de abril de 2016

Violencias


La muerte está asociada a las lágrimas y a veces el deseo sexual a la risa. Pero la risa no es, en la medida en que parece serlo, lo contrario de las lágrimas: tanto el objeto de la risa como el de las lágrimas se vinculan a una especie de violencia que interrumpe el curso regular, el curso habitual de las cosas. Las lágrimas se vinculan habitualmente a acontecimientos inesperados, que nos desolan, pero por otra parte un resultado feliz e inesperado nos conmueve hasta tal punto que en ciertas oportunidades lloramos. Es evidente que el desorden sexual no nos produce lágrimas, pero siempre nos trastorna, a veces nos devasta y, una de dos: o nos hace reír o nos compromete en la violencia del abrazo.

George Bataille
Breve historia del erotismo
Ediciones Calden, Uruguay, 1970
Trad: Alberto Drazul

Gritar


antiguamente
decían: cuidado,
las paredes tienen oídos
entonces
hablábamos bajo
nos vigilábamos
hoy
las cosas han cambiado:
los oídos tienen paredes
de nada
sirve
gritar


antigamente
diziam: cuidado,
as paredes têm ouvidos
então
falávamos baixo
nos policiávamos
hoje
as coisas mudaram:
os ouvidos têm paredes
de nada
adianta
gritar


Ruy Proença
Tiranías

Fot. Mikhail Kalatozov
The Cranes are Flying, 1957

martes, 19 de abril de 2016

Amor y vino


Hay que admitir que el arte de beber no tiene su propia Musa, pero a pesar de ello sólo pueden apreciar un buen vino las personas que se dedican a cultivar las musas, que leen poesía y que son capaces de disfrutar de la música aunque no sean músicos y de apreciar la pintura. Estas personas también saben escoger el momento oportuno para trabajar, para pasear, para dormir, para conversar y para leer; sólo ellas saben que el amor y el vino…, en cualquier momento, en cualquier lugar, de cualquier manera.

Béla Hamvas  La filosofía del vino
Ed. Acantilado

Gesto de amor


El movimiento repetitivo de una línea, la caricia de un objeto, lamerse las heridas, el ir y venir de una lanzadera, la interminable repetición de las olas, mecer a una persona para que se duerma, lavar a alguien que quieres, un infinito gesto de amor.

Louise Bourgeois  Apuntes, 1988


Fot. Christopher Burke, 
Louise Bourgeois, 10 AM Is When You Come to Me
© The Easton Foundation/BUS 2015. 

lunes, 18 de abril de 2016

La aventura de la muerte


(…) Diciendo esto, él había atado ya la cola de la cometa en torno de la niña. Ella se agarraba a él y se negaba a irse sola, pero Peter Pan, diciendo un “Adiós, Wendy”, la empujó fuera de la roca, y unos minutos después la niña y la cometa se perdieron de vista. Peter se quedó solo en la laguna.
Ahora la roca era muy pequeña y pronto quedaría sumergida. Pálidos rayos de luz avanzaban sobre la laguna; poco después se oyó un sonido, el más musical y el más melancólico del mundo. Eran las sirenas llamando a la luna.
Peter Pan, aunque no se parecía a los demás niños, se asustó. Un temblor lo sacudió, como el estremecimiento con que el viento azota las aguas del mar; pero los estremecimientos del viento en el mar se suceden unos a otros hasta sumar cientos de ellos, y Peter tembló sólo una vez. Un momento después se hallaba de nuevo erguido sobre la roca, con aquella sonrisa en su rostro y un repique de tambor en su alma . Aquel repiquetear decía: “ La muerte debe ser una gran aventura! ”

James Matthew Barrie, Peter Pan

Fot. Nicholas Rougeux La puntuación de Peter Pan, sin palabras

Ojos cerrados


…Yo estoy sola. No tengo más que cerrar los ojos para darme cuenta. Cuando se quiere saber donde se está, se cierran los ojos. Estamos donde nos encontramos cuando tenemos los ojos cerrados: estamos en la oscuridad y en el vacío…

Rejéan Ducharme, El valle de los avasallados
Ed. Domaverso
Trad: Miguel Rei

domingo, 17 de abril de 2016

Un pájaro cansado



Era
un
pájaro
cansado
y
estabas
casualmente
allí
de
pie
con
un
cuchillo

y una bolsa, vacía de alas.

Matilda Södergran

Fot. Retrato de Matilda Södergran, anónimo

Éxtasis


El éxtasis

Estoy ante este paisaje femenino
Como un niño ante el fuego
Sonriendo vagamente con lágrimas en los ojos
Ante este paisaje en que todo me emociona
Donde espejos se empañan donde espejos se limpian
Reflejando dos cuerpos desnudos estación a estación

Tengo tantas razones para perderme
En esta tierra sin caminos bajo este cielo sin horizonte
hermosas razones que ayer ignoraba
Y que ya nunca olvidaré
Hermosas llaves de miradas claves hijas de sí mismas
Ante este paisaje donde la naturaleza es mía

Ante el fuego el primer fuego
Buena razón maestra

Estrella identificada
Y en la tierra y bajo el cielo fuera de mi corazón y en él
Segundo brote primera hoja verde
Que el mar cubre con sus alas
Y el sol al fondo de todo que viene de nosotros

Estoy ante este paisaje femenino
Como rama en el fuego.

Paul Éluard


Fot. Le temps déborde
Ed. Les Cahiers d’Art, Paris, 1947
par Paul ÉluardDora Maar et Man Ray

sábado, 16 de abril de 2016

Saciedad


En todas las pasiones hay un momento de saciedad espantoso.

Pascal Quignard Vida Secreta
Ed. Espasa Calpe, 2004
Trad. Encarna Castejón

Tan pronto como nacido muere


Regreso muchos inviernos más tarde. En este invierno sin fin mucho más tarde. Este corazón sin fin de invierno. Demasiado pronto. Hela ahí tal como fue dejada. Allí donde. Siempre o regresada. Ojos cerrados en la oscuridad. A la oscuridad. En su propia oscuridad. En los labios misma millonésima parte de sonrisa si hay una. Concisamente con vida como ella sola sabe estarlo ni más ni menos. ¡Menos! En relación con la verdadera piedra. No menos tristemente en buen estado los lugares mal vueltos a ver a primera vista. Con la feliz excepción de las claraboyas más opacas. La luz ya no pasaría sino aun cuando regresara. En el exterior en cambio progreso. Hacia la noche continua. Piedra por todas partes. El día tan pronto como nacido muere. Desechado todo lo mal visto mal dicho. El ojo ha cambiado. Y su estúpida leyenda. La ausencia los ha cambiado. No lo suficiente. Hora de volver a partir. O de cambiar otra vez. De donde regresados demasiado pronto. Cambiados no lo suficiente. Extraños no lo suficiente. Para todo lo mal visto mal dicho. Luego regresar otra vez. Débiles de lo que hace falta para acabar con ello finalmente. Con ella sus cielos y lugares. Y si aún demasiado pronto volver a partir otra vez. Cambiar otra vez. Regresar de nuevo. Salvo impedimento. Ah. Así sucesivamente. Hasta poder acabar con ello finalmente. Con todo este fárrago. En la noche continua. Piedra por todas partes. Primero pues partir. Pero primero volver a verla. Tal como fue dejada. Y el refugio. Bajo el ojo cambiado que también allí eso cambia. Trabaja en ello. Sólo un adiós. Luego volver a partir. Salvo impedimento. Ah.

Samuel Beckett  Mal visto mal dicho
Incluido en Relatos
Ed: Tusquets Editores
Trad. Félix de Azúa, Ana Maria Moix y Jenaro Talens

Fot. Anselm Kiefer

viernes, 15 de abril de 2016

La ordenación del mundo


A veces (y no trates
de restarle importancia
diciendo que no ocurre con frecuencia)
se te quiebra la vara con que mides,
se te extravía la brújula
y ya no entiendes nada.

El día se convierte en una sucesión
de hechos incoherentes, de funciones
que vas desempeñando por inercia y por hábito.

Y lo vives. Y dictas el oficio
a quienes corresponde. Y das la clase
lo mismo a los alumnos inscritos que al oyente.
Y en la noche redactas el texto que la imprenta
devorará mañana.

Y vigilas (oh, sólo por encima)
la marcha de la casa, la perfecta
coordinación de múltiples programas
—porque el hijo mayor ya viste de etiqueta
para ir de chambelán a un baile de quince años
y el menor quiere ser futbolista y el de en medio
tiene un póster del Che junto a su tocadiscos.

Y repasas las cuentas del gasto y reflexionas,
junto a la cocinera, sobre el costo
de la vida y el ars magna combinatoria
del que surge el menú posible y cotidiano.

Y aún tienes voluntad para desmaquillarte
y ponerte la crema nutritiva y aún leer
algunas líneas antes de consumir la lámpara.

Y ya en la oscuridad, en el umbral del sueño,
echas de menos lo que se ha perdido:
el diamante de más precio, la carta
de marear, el libro
con cien preguntas básicas (y sus correspondientes
respuestas) para un diálogo
elemental siquiera con la Esfinge.

Y tienes la penosa sensación
de que en el crucigrama se deslizó una errata
que lo hace irresoluble.

Y deletreas el nombre del Caos. Y no puedes
dormir si no destapas
el frasco de pastillas y si no tragas una
en la que se condensa,
químicamente pura, la ordenación del mundo.

En la Tierra de enmedio, 1972

Lo bello



Pues lo bello no es nada
sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces de soportar,
lo que sólo admiramos porque serenamente
desdeña destrozarnos.
Denn das Schöne ist nichts
als des Schrecklichen Anfang, den wir noch gerade ertragen,
und wir bewundern es so, weil es gelassen verschmäht,
uns zu zerstören.

La Primera Elegía (frag.)
Las Elegías de Duino, 1922

jueves, 14 de abril de 2016

Inconsciencia


Pasar toda la vida durmiendo con un sueño agradable, ¡qué felicidad! ¡Y si el sueño no tuviera ensueños! Entonces, aún felicidad mayor. Pero el sueño está preñado de vida, porque en las honduras de esa muerte diaria se vive sin conciencia de que se vive.

Pío Baroja  Camino de perfección, 1902
Ed. Alianza, 2005

Fot. anónima de Pío Baroja

Un momento puro


Sin que nadie lo supiera
hubo un momento puro
en el que nada hubo.

miércoles, 13 de abril de 2016

Orígenes del cine

La mirada de quien ama


A lo largo del golfo, por encima de la costa, esos frescos antiguos en las paredes o en las entradas de las cuevas de piedra, solemnes, sonando con el amor, aterrorizados, de un rojo y un amarillo intensos, esperaban también. Esperaban absolutamente. Esperaban sin indignarse representar su deseo. Todos estaban inmóviles poco antes del acontecimiento inevitable que iba a producirse y que nunca manifestaban en la pared desnuda que se ofrecía a la mano del pintor. Los héroes miraban eternamente a su propio pintor, que antes los había visto dentro de sí mismo, en la noche detrás de sus parpados, antes de grabar su reflejo en la pared. Reconocemos a quienes se aman por la mirada.

Pascal Quignard Vida Secreta
Ed. Espasa Calpe, 2004
Traducción: Encarna Castejón

Fot. Jaromir Funke

martes, 12 de abril de 2016

Fotomatón


Audrey Hepburn, Mel Ferrer & Truman Capote en un fotomatón, c 1956

La noche sin sueño



¿Por qué el amor es misterioso (misterioso quiere decir místico, y místico quiere decir silencioso), inefable, indecible, inexpresable, so pena de muerte? ¿Por qué la noche sin sueño es la guarida mística de ese silencio?

Pascal Quignard  Vida Secreta
Ed. Espasa Calpe, 2004
Trad. Encarna Castejón

lunes, 11 de abril de 2016

Librería de la Luna


George Brassaï
La Librairie de la Lune, Paris, c1930s

Un mero hábito


2 de febrero 1944

Cierto tipo de vida cotidiana (horas fijas, lugares cerrados, mismas personas, formas y lugares de piedad) conducía a pensamientos sobrenaturales. Sales de este esquema y los pensamientos escapan. Somos un mero hábito.

Cesare Pavese  El oficio de vivir. El oficio de poeta.
Ed. Bruguera Alfaguara, 1979
Trad. Esther Benítez

domingo, 10 de abril de 2016

Más inútil que la vida


Ser

Con la frente como una bandera perdida
te arrastro cuando estoy solo
por calles heladas
por cuartos negros
proclamando infortunios

No quiero abandonar
tus manos claras y complicadas
nacidas en el encerrado espejo de las mías

Todo lo demás es perfecto
todo lo demás es todavía más inútil
que la vida

Excava la tierra bajo tu sombra,
un estanque junto a los senos
donde hundirse
como una piedra.

Paul Éluard
Poeta trabajando
Traducción de de Luis A. Cano

Fot. Fotograma de Joe Strummer
The Future Is Unwritten
 2007 dirigido por Julien Temple

Espacio para la fealdad


Yo viví en la dulce y perpetua espera del azar. Comprendí que la sed de disfrutar que nace en cada momento de voluptuosidad, se anticipa al gozo, de la misma manera como existen respuestas listas para cualquier pregunta. Fui feliz cuando las fuentes de agua me revelaron que tenía sed, y cuando estando en pleno desierto (donde la sed no se puede saciar), preferí, a pesar de todo, la fuerza febril que me inspiraba el furor del sol. Ciertas noches hallé oasis maravillosos que el deseo acumulado durante todo el día hacían más frescos aún. En la extensión de arena golpeada por el sol y como adormecida por un gran sueño - el calor era tal que vibraba en el aire - sentí el pulso de la vida, una vida que no podía dormir, que se desvanecía de tanto temblar en el horizonte, y que estaba henchida de amor a mis pies. Lo único que buscaba día a día, minuto a minuto, era hallar la manera más pura de penetrar la naturaleza. 
Había recibido un don, preciado, el de no poner mayor freno a mi ser. Recordar el pasado influyó en mí sólo para dar unidad a mi vida: era como el hilo de Teseo que lo unía a su antiguo amor pero que no le impedía atravesar los paisajes más desconocidos, aunque al final, el hilo terminara por romperse. Qué increíbles involuciones! Por las mañanas, yo saboreaba en mis caminatas la presencia de una nueva existencia, el nacimiento de mi percepción. "Oh! poeta, exclamaba, tú tienes la facultad del descubrimiento perpetuo". Estaba totalmente receptivo. Mi alma era un albergue acogedor en el cruce de los caminos y recibía todo lo que se dejara captar. Me dejé buenamente convertir en un ser dócil, capaz de escuchar, al punto de no pensar en lo absoluto en mí mismo, de comprender todas las emociones que se presentaban delante de mí. Logré aplacar todo impulso de reacción hasta ya no considerar nada como algo malo y no tener que protestar por una nimiedad. Me di pronto cuenta además, que en mi apreciación de lo bello había también espacio para la fealdad.

André Gide Los alimentos terrenales
Ed. Alianza, 2015
Trad. María Concepción García-Lomas

sábado, 9 de abril de 2016

Adentro


Resbalar sobre la propia vida, sin adentrarse en ella, puede ocurrir con suma facilidad.

Nada


Nombrar, no, nada es nombrable; decir, no, nada es decible; entonces qué; no sé, no tenía que haber comenzado.

Samuel Beckett
Relatos y Textos para nada
Ed. JPM Ediciones, 2015
Trad. José Francisco Fernández

Fot. Norman Duenas

viernes, 8 de abril de 2016

La serpiente

Vanidad


Vanidad (Vallone, 19 de agosto de 1917)

De improviso
está, alto,
sobre las ruinas
el límpido
estupor
de la inmensidad

Y el hombre
encorvado
sobre el agua
sorprendida
por el sol
se descubre
una sombra

Mecida y
despacio
rota


Vanità (Vallone il 19 agosto 1917).

D’improvviso 
è alto
sulle macerie
il limpido
stupore
dell’immensitá

E l’uomo
 curvato
sull’acqua
sorpresa
dal sole
si rinviene
un’ombra

Cullata e 
piano
franta

Giuseppe Ungaretti

Fot. anónima de Ungaretti
Piazza del Duomo, 1957

jueves, 7 de abril de 2016

Certeza


Ya sé que hay viajeros que antes de partir se fortifican contra la sorpresa y contra lo imprevisto, es decir, contra lo nunca visto. También hay escritores que calculan sus libros tan meticulosamente como un turista sus itinerarios, y amantes que sólo apetecen la rutina y habitan confortablemente el tedio. Pero uno, que ha perdido tantas certezas en los últimos años, ya casi sólo una de ellas conserva, la de que no vale la pena vivir sino lo que no se ha vivido nunca ni decir nada más de lo que nunca se ha dicho.

Antonio Muñoz MolinaCórdoba de los Omeyas
Ed. Fundación José Manuel Lara, 2007


Fot. Pablo Mediavilla Costa, Antonio Muñoz Molina
Cafetería Hungarian Pastry Shop, Nueva York, 2012

Mis versos


Mis versos, escritos tan temprano
que no sabía aún que era poeta,
inquietos como gotas de una fuente,
como chispas de un cometa,

lanzados como ágiles diablillos al asalto
del santuario donde todo es sueño e incienso,
mis versos de juventud y de muerte
-¡mis versos, que nadie lee!-,

en el polvo de los estantes dispersos
-¡que ninguna mano toca!-,
como vinos preciosos, mis versos
también tendrán su hora.

Marina Tsvetáyeva
Mis versos, escritos tan temprano…
Versión de Severo Sarduy

Fot. anónima de Marina Tsvetáyeva