martes, 31 de mayo de 2016

La tumba de Tolstoy


No he visto en Rusia nada más grandioso e impresionante que la tumba de Tolstoi. Ese augusto monumento, venerable centro de peregrinación de las generaciones futuras, queda desplazado y solo, sombreado en el bosque. Un sendero estrecho, que discurre sin aparente plan entre claros y maleza, conduce a este túmulo, que no es otra cosa que un pequeño rectángulo amontonado de tierra, que nadie vigila ni ampara, a la sombra única de unos pocos grandes árboles. Y esos árboles descollantes, mecidos suavemente por el viento del temprano otoño, fueron plantados por el mismo León Tolstoi, según me refiere su nieta. Su hermano Nicolás y él habían oído, cuando niños, de boca de alguna ama o aldeana, la antigua conseja de que allí donde se plantan árboles se constituye un lugar de felicidad. Y por eso, jugando, habían hincado por las buenas en la tierra unos cuantos renuevos en determinados lugares y no habían tardado en olvidar este juego de niños. Sólo al cabo de mucho tiempo se acordó Tolstoi de aquella anécdota infantil y del extraño augurio de felicidad, que se presentó de repente al hombre fatigado de la vida como provisto de un significado nuevo y más bello. E inmediatamente expresó su deseo de ser enterrado bajo aquellos árboles plantados por él mismo.
Se cumplió puntualmente esta voluntad de Tolstoi, y aquel lugar pasó a ser la tumba más bella, impresionante y triunfal del mundo. Un pequeño túmulo rectangular en medio del bosque, recubierto de flores –nulla crux, nulla corona–, sin cruz, ni lápida, ni inscripción, y ni siquiera el nombre: “Tolstoi”. El gran hombre está enterrado en el anonimato; el que sufría como ninguno bajo el peso de su nombre y fama, enterrado como cualquier vagabundo hallado por casualidad. A nadie se impide el acceso a su último lugar de descanso; la débil cerca que lo rodea no está cerrada: nada protege el descanso de León Tolstoi sino el respeto de los hombres, que, en otros casos, se complacen en turbar con su curiosidad las tumbas de los grandes. Pero aquí justamente la irrefutable sencillez proscribe la desatada curiosidad e impone hablar en voz baja. El viento susurra en los árboles que cobijan la tumba del anónimo; el sol juguetea sobre ella; la nieve pone en invierno su tierna nota de blancor sobre la tierra oscura, y se podría transitar por aquí, verano e invierno, sin advertir que ese pequeño rectángulo prominente  acogió en su seno la parte terrena de uno de los hombres más poderosos de nuestro mundo. Mas precisamente ese anonimato conmueve más que todos los mármoles y pompas posibles: de los centenares de personas de hoy, este día excepcional, ha atraído hacia su rincón de descanso, ninguno ha tenido el atrevimiento de tomar como recuerdo ni una sola flor del oscuro túmulo. Nada de este mundo resulta más monumental –eso se experimenta de continuo– que la suprema sencillez. Ni la cripta de Napoleón bajo los mármoles de los Inválidos, ni el sepulcro de Goethe en la tumba principesca de Weimar, ni el sarcófago de Shakespeare en la abadía de Westminster impresionan a su vista una y otra vez las fibras más humanas del hombre como esa conmovedora tumba anónima perdida en el bosque, con su solemne silencio, en la que sólo susurra el viento y que está desprovista de todo aviso y palabra.

Stefan Zweig Hombre, libros y ciudades
Ed. Juventud, 1963

Fot. Tumba de León Tolstoi en Yásnaia Poliana

Entonces uno deja de reírse


Uno puede enfrentarse a los acontecimientos de la vida con humor durante años, a veces muchos años, y en algunos casos mantener una actitud humorística casi hasta el final; pero la vida siempre nos rompe el corazón. Por mucho valor, sangre fría y humor que uno acumule a lo largo de su vida, siempre acabará con el corazón destrozado. Y entonces uno deja de reírse. A fin de cuentas ya sólo quedan la soledad, el frío y el silencio. A fin de cuentas, sólo queda la muerte.

Michel Houellebecq, Las partículas elementales
Ed. Anagrama, 2006
Trad. Encarna Castejón

lunes, 30 de mayo de 2016

Vender el alma


Figura sin paisaje 

He vendido mi alma dos veces al diablo,
por monedas de niebla y curso clandestino 
en países que nadie se ha atrevido a fundar. 

Un realista que vive el mundo de los sueños, 
un soñador que quiere vivir la realidad.

Mal destino es el tuyo.
Así te va.

Decadencia


Así, no sabiendo creer en Dios (...), me he quedado, como otros de la orilla de las gentes, en esa distancia de todo a que comúnmente se llama la Decadencia.
La Decadencia es la pérdida total de la inconsciencia, porque la inconsciencia es el fundamento de la vida.
El corazón, si pudiese pensar, se pararía.
A quien como yo, así, viviendo, no sabe tener vida, ¿qué le queda sino, como a mis pares, la renuncia por modo y la contemplación por destino?
(...) Y así, contempladores iguales de las montañas y de las estatuas, disfrutando de los días como de los libros, soñándolo todo, sobre todo para convertirlo en nuestra íntima substancia, haremos también descripciones y análisis que, una vez hechos, pasarán a ser cosas ajenas que podemos disfrutar como si viniesen en la tarde.

Ed. Seix Barral, 2010
Edición y traducción de Ángel Crespo

domingo, 29 de mayo de 2016

Una habitación cerrada


Hay mucho silencio, el viento llega discreto y fresco, como para recordar lo que podría ser la vida, vela tensa que deja tras de sí una estela de espuma; con este viento, quien disculpa o cede a la aridez se siente culpable, detrás del ritual de las pequeñas fobias con las que se protege como un soltero kafkiano. Hay como un velo ante las cosas, que las empaña e impide desearlas. En estos momentos de sequedad interior se teme el campo abierto, se preferiría una habitación cerrada y poco aireada, en la que atrincherase y organizar las propias y mezquinas defensas.

Claudio Magris, El Danubio
Ed. Anagrama, 2006
Trad. Joaquín Jordá

El fulgor


El fulgor

XXVI

Con las manos se forman las palabras,
con las manos y en su concavidad
se forman corporales las palabras
que no podíamos decir.

XXXIII

Ya te acercas otoño con caballos heridos,
con ríos que rebasan el caudal de sus aguas,
con sumergidos párpados y vientres sumergidos,
con jardines que bajan descalzos hasta el mar.

Ya llegas con tambores enormes de tiniebla,
con largos lienzos húmedos y manos olvidadas,
con hilos que deshacen en aire la mañana,
con lentas galerías y espejos empañados,
con ecos que aún ocultan lo que ha de ser voz.

Y de sí desatado el cuerpo envuelto en oros
desciende oscuro al fondo oscuro de tu luz.

XXXVI

Y todo lo que existe en esta hora
de absoluto fulgor
se abrasa, arde
contigo, cuerpo,
en la incendiada boca de la noche.

El fulgor, antología poética
Ed. Galaxia Gutemberg, 2001

Fot. Karel Ludwig
Before The Sleep, 1940

sábado, 28 de mayo de 2016

Deseos


Deseos

Como bellos cuerpos 
que la muerte impidió envejecer
y yacen, encerrados con lágrimas,
en magníficos sepulcros,
coronados de rosas y a los pies jazmines,
así son los deseos no satisfechos:
aquellos que nunca se gozaron
en una noche sensual
o en una resplandeciente madrugada.

Deseos, 1904

Los adioses


Los adioses tienen lejanas progenituras y los paisajes los cubren de maleza y polvo.

Fleur JaeggyLos hermosos años del castigo 
Ed. Tusquets
Trad. Juana Bignozzi 

Ilustración: Piero Fornasetti

viernes, 27 de mayo de 2016

Nunca habló


Poema 555

Una casa en lo Alto-
Que ninguna Carreta alcanzó-
Ningún Muerto, fue bajado jamás-
Ningún Carro de Feriante- se acercó-

Cuya Chimenea nunca humeó-
Cuyas ventanas- Noche y Mañana-
Captaban el Amanecer primero - y el Atardecer- al final-
Luego- sostenían un Cristal Vacío-

Cuyo destino- lo conoció la Conjetura-
Nadie más en el vecindario- lo supo-
Y cuál era- él y yo nunca balbuceamos-
Porque Él - nunca hablo-”

Poemas 1-600.

Incluido en
Fue culpa del Paraíso
de Ana Mañero Méndez y 
María Milagros Rivera Garretas,
 Ed. Sabina, 2012

Sucedió hace mucho tiempo


Hay barcos para muchos puertos, pero ninguno para que la vida no duela, ni hay desembarque donde se olvida. Todo esto sucedió hace mucho tiempo, pero mi pena es más antigua.

Fernando Pessoa, carta a Sá-Carneiro del 14 de marzo de 1916

jueves, 26 de mayo de 2016

Sin que sea mía en él


243

Carta para no enviar

La eximo de comparecer en mi idea de sí.
Su vida (…)
Esto no es mi amor; es solo su vida.
La amo como al poniente o al claro de luna, con el deseo de que el momento permanezca, pero sin que sea mía en él más que la sensación.

Ed. Seix Barral, 2010
Edición y traducción de Ángel Crespo

Are you lost?


Debra Winger (as Kit Moresby) flees Campbell Scott (George Tunner) and stumbles into a cafe, whereupon she finds Paul Bowles. He asks, "Are you lost..?" Bowles then relates a beautiful thought-piece on mortality.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Menos es más


Pinceladas vacías: Menos es más, o la belleza obvia por su ausencia o por su sencillez, eficacia del material básico, la piedra, la madera, el hielo, la piel y la madera, tipú, choza, iglú. Y su perpetua indisolubilidad desde su elemental integración en el entorno.

Guess-Who (Adivina quién)

Hazas de Cesto, Cantabria, España, 1954

Revelación


Soñé que te revelabas XI (Airport), 2002
Vinilo, dispersión y pigmentos sobre lienzo
274 x 203 cm
Guggenheim Bilbao Museoa

Voces hiladas: Experiencia, imperfección, accidente y uso, Tótem Kadem. Belleza en penumbra, latiendo pero sin manifestarse. Y membrana: Soñé que te revelabas, 2

martes, 24 de mayo de 2016

Lo ajeno


En la belleza ajena

Sólo en la belleza ajena
hay consuelo, en la música
ajena y en los poemas ajenos.
Sólo en los otros hay salvación,
aunque la soledad sepa como
el opio. No son el infierno los otros,
si se los ve por la mañana, cuando
limpia tienen la frente, lavada por los sueños.
Por eso pienso mucho qué
palabra emplear, «él» o «tú». Cada «él» 
es una traición a cierto «tú», mas,
a cambio, en un poema ajeno fiel
aguarda un sereno diálogo.

Low, 1945

Son niños




Vuelvo a Mayo de 1937

Los veo parados en los portones de sus universidades.
Veo a mi padre saliendo bajo el arco de arenisca ocre,
las tejas rojas brillando como platos doblados de sangre tras su cabeza.
Veo a mi madre con libros ligeros en su cadera,
parada en la columna de ladrillos con los portones de hierro forjado,
aún abiertos detras de ella, con las puntas de espada.
Están a punto de casarse.
Son niños. Son tontos.
Sólo saben que son inocentes y que jamás lastimarían a nadie.
Quiero ir y decirles que no lo hagan.
Que ella es la mujer equivocada, que él es el hombre equivocado.
Que harán cosas que ni se imaginan.
Que le harán daño a los niños.
Que sufrirán de forma inimaginable.
Que van a querer morirse.
Quiero ir y decírselos en la luz de Mayo.
Pero no lo hago.
Quiero vivir.
Los tomo como muñecos de papel,
y los froto uno contra el otro por las caderas como pedernal,
como si quisiera sacarles chispas.
Y digo: Hagan lo que van a hacer, que yo lo contaré

I go back to May 1937

I see them standing at the formal gates of their colleges,
I see my father strolling out
under the ochre sandstone arch, the
red tiles glinting like bent
plates of blood behind his head, I
see my mother with a few light books at her hip
standing at the pillar made of tiny bricks,
the wrought-iron gate still open behind her, its
sword-tips aglow in the May air,
they are about to graduate, they are about to get married,
they are kids, they are dumb, all they know is they are
innocent, they would never hurt anybody.
I want to go up to them and say Stop,
don’t do it—she’s the wrong woman,
he’s the wrong man, you are going to do things
you cannot imagine you would ever do,
you are going to do bad things to children,
you are going to suffer in ways you have not heard of,
you are going to want to die. I want to go
up to them there in the late May sunlight and say it,
her hungry pretty face turning to me,
her pitiful beautiful untouched body,
his arrogant handsome face turning to me,
his pitiful beautiful untouched body,
but I don’t do it. I want to live. I
take them up like the male and female
paper dolls and bang them together
at the hips, like chips of flint, as if to
strike sparks from them, I say
Do what you are going to do, and I will tell about it.

Sharon Olds
The Gold Cell, 1987

lunes, 23 de mayo de 2016

Dar frutos


Lo que realmente cuenta, en la aventura de la existencia, no es cuántos talentos uno recibió, sino la capacidad que tenemos de dar frutos con lo poco o mucho que tenemos.

Naufragio


…como un náufrago ahogándose a la vista de islas maravillosas, en aquellos mismos mares dorados de violeta de los que en lechos lejanos había verdaderamente soñado.

Ed. Seix Barral, 2010
Edición y traducción de Ángel Crespo

domingo, 22 de mayo de 2016

Tú eres yo y tú


Este aposento triádico -tres patas, tres lunas, tres espacios, tres ventanillas y tres colores dominantes- es la patria del instinto puro y de la imaginación que lo sirve, así como tu lengua serpentina y tu dulce saliva me han servido a mí y se han servido de mí. Hemos perdido el apellido y el nombre, la faz y el pelo, la respetable apariencia y los derechos civiles. Pero hemos ganado magia, misterio y fruición corporal. Eramos una mujer y un hombre y ahora somos eyaculación, orgasmo y una idea fija. Nos hemos vuelto sagrados y obsesivos.
Nuestro conocimiento recíproco es total. Tú eres yo y tú, y tú soy yo y tú. Algo tan perfecto y sencillo como una golondrina o la ley de la gravedad.

Mario Vargas Llosa, Elogio de la madrastra
Ed. Tusquets, 2012

Pintura: Fernando De Szyszlo Sol Negro, 2014
Acrylic on Canvas

Tenemos tiempo


No nos faltan relojes; estoy sentado a mi mesa y veo hasta tres; dos electrónicos, uno de cuarzo. Uno forma parte del ordenador y marca las 12.29. Otro está empotrado en la radio y marca las 12.30. El tercero, mi reloj de muñeca, marca las 12.31. Por fortuna, mi reloj tiene las tradicionales manecillas, no opera con los despiadados intermediarios de las cifras. Tenemos mucho tiempo.

Adam Zagajewski, En la belleza ajena
Ed. Pre-Textos, 2003

sábado, 21 de mayo de 2016

Escribir y destruir




El ruido del agua me hizo dar un salto y entonces pensé que estaba perdida. Pensé: pese a toda mi astucia y a todos mis sacrificios estoy perdida. Pensé: qué acto poético destruir mis escritos. Pensé: mejor hubiera sido tragármelos, ahora estoy perdida. Pensé: la vanidad de la escritura, la vanidad de la destrucción. Pensé: porque escribí, resistí. Pensé: porque destruí lo escrito me van a descubrir, me van a pegar, me van a violar, me van a matar. Pensé: ambos hechos están relacionados, escribir y destruir, ocultarse y ser descubierta.

Roberto Bolaño, Los detectives salvajes
Ed. Anagrama, 2006

Fot. Roberto Bolaño y su hija

Contemplación


Yoshiharu Tsuge, contemplando el río... 1967

viernes, 20 de mayo de 2016

Las astillas


Han terminado de arder, amor mío, en el hogar de nuestra vida, las astillas de nuestros sueños…

Ed. Seix Barral, 2010
Edición y traducción de Ángel Crespo

jueves, 19 de mayo de 2016

La lentitud de los bueyes


Hay racimos de soledad en tus manos, 
desposesiones más antiguas que la sangre.

Huyen los años de tus ojos como bandadas de cometas por las plazas maduras. 
(Sólo quedan los bueyes rumiando su tristeza.)

Has conocido, entre gavillas de silencio, el sabor amarillo de mis pasos, 
el humo indescifrable de las brasas sin tiempo.

Nunca mi lejanía se amasó con barro,
pero puse en tu boca las yemas más quemadas y los besos más lentos. 
Nunca mi lejanía se espesó hasta tu cuerpo.

Como una fuente vieja, azul desde su olvido, 
arrinconaste el miedo en arcas inviolables.

Ni siquiera el dolor estalla entre tus labios. 
Ni siquiera la antigua, 
la salada tristeza de mis besos.

Julio Llamazares
 La lentitud de los bueyes
Ed. Hiperión 1997

Ventajas de estar en la ruina


… como cada bendito día
desde que la razón
sucumbió al beso con lengua
del camino torcido

Ventajas de estar en la ruina
Ed. Dip. Prov. Granada, 2015

miércoles, 18 de mayo de 2016

Paraísos perdidos




Posesión del ayer
Sé que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas perdiciones, ahora, son lo que es mío. Sé que he perdido el amarillo y el negro y pienso en esos imposibles colores como no piensan los que ven. Mi padre ha muerto y está siempre a mi lado. Cuando quiero escandir versos de Swinburne, lo hago, me dicen, con su voz. Sólo el que ha muerto es nuestro, sólo es nuestro lo que perdimos. llión fue, pero llión perdura en el hexámetro que la plañe. Israel fue cuando era una antigua nostalgia. Todo poema, con el tiempo, es una elegía. Nuestras son las mujeres que nos dejaron, ya no sujetos a la víspera, que es zozobra, y a las alarmas y terrores de la esperanza. No hay otros paraísos que los paraísos perdidos.

Jorge Luis Borges, Los conjurados.
Ed. Alianza, 1990

Cavaron


Tierra había en ellos y
cavaron
Cavaron y cavaron, así pasaron
su día, su noche. Y no alabaron a Dios
que, así oyeron, todo aquello quería,
que, así oyeron, todo aquello sabía.
Cavaron y nada más oyeron;
ni se volvieron sabios, ni inventaron canción,
ni imaginaron lengua alguna.
Cavaron.
Vino una calma, vino también una tempestad,
los mares todos vinieron.
Yo cavo, tú cavas y cava el gusano además,
y lo que allí canta dice: cavan ellos.
Oh uno, oh ninguno, oh tú:
¿Hacia dónde fue aquello hacia nada ido?
Oh, tú cavas y yo cavo y me cavo adónde tú,
y en nuestro dedo despierta el anillo.

Trad, José Luis Reina Palazón.

Foto: Sigurdur Gudmundsson, Poem, 1977
© Courtesy Gallery, Reykjavik & Galleri Bo Bjerggaard

martes, 17 de mayo de 2016

Las locas


Brindemos por las locas, por las inadaptadas, por las rebeldes, por las alborotadoras, por las que no encajan, por las que ven las cosas de una manera diferente. No les gustan las reglas y no respetan el status-quo. Las puedes citar, no estar de acuerdo con ellas, glorificarlas o vilipendiarlas. Pero lo que no puedes hacer es ignorarlas. Porque cambian las cosas. Empujan adelante la raza humana.

Mientras algunos las vean como locas, nosotras vemos el genio. Porque las Mujeres que se creen tan locas como para pensar que puedan cambiar el mundo, son las que lo hacen.

Jean-Louis Kerouac
On The Road

Los viejos árboles



¿Sabes tú que en la ciudad me asustan estos huracanes nocturnos? Diríase que en su orgullo de elementos, ni siquiera nos ven. Mientras que una casa solitaria, en medio del campo, la ven, la toman en sus brazos poderosos y así la endurecen, y allí quisiéramos estar fuera, en el jardín que muge, y por lo menos nos asomamos a la ventana, y aprobamos los viejos árboles Iracundos que se agitan como si el espíritu de los profetas estuviera en ellos.

lunes, 16 de mayo de 2016

En las orillas del Sar



Glorias hay que deslumbran, cual deslumbra
el vivo resplandor de los relámpagos,
y que como él se apagan en la sombra,
sin dejar de su luz huella ni rastro.

Yo prefiero a ese brillo de un instante,
la triste soledad donde batallo,
y donde nunca a perturbar mi espíritu
llega el vano rumor de los aplausos.

de En las orillas del Sar


Foto: Retrato de Rosalía de Castro, sin datos.

domingo, 15 de mayo de 2016

Palabras


Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa. 

Alejandra Pizarnik, La palabra que sana
Incluido en El infierno musical
Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 1971

Ilustración: Jie Ma

Promesa


The Unending Gift
Un pintor nos prometió un cuadro. Ahora, en New England, sé que ha muerto. Sentí, como otras veces, la tristeza y la sorpresa de comprender que somos como un sueño. Pensé en el hombre y en el cuadro perdidos.
(Solo los dioses pueden prometer, porque son inmortales)
Pensé en un lugar prefijado que la tela no ocupará. Pensé después: si estuviera ahí, con el tiempo sería esa cosa más, una cosa, una de las vanidades o hábitos de mi casa; ahora es ilimitada, incesante, capaz de cualquier forma y cualquier color y no atada a ninguno. Existe de algún modo. Vivirá y crecerá como una música, y estará conmigo hasta el fin. Gracias, Jorge Larco.
(También los hombres pueden prometer, porque en la promesa hay algo inmortal)

Jorge Luis BorgesThe Unending Gift, poema en prosa.
Poesía Completa
Ed. Destino, 2009

Foto: Ferdinando SciannaJorge Luis Borges in Palermo 1984

sábado, 14 de mayo de 2016

Una aventura en tres actos


Aunque el discurso amoroso no sea más que un polvo de figuras que se agitan según un orden imprevisible a la manera de las trayectorias de una mosca en una habitación, puedo asignar al amor, al menos retrospectivamente, imaginariamente, un devenir regulado: es por ese fantasma histórico que a veces hago de él: una aventura. 
La jornada amorosa parece entonces seguir tres etapas (o tres actos): está en primer lugar, instantánea, la captura (soy raptado por una imagen); viene entonces una serie de encuentros (citas, conversaciones telefónicas, cartas, pequeños viajes), en el curso de los cuales "exploro" con embriaguez la perfección del ser amado, (Ronsard) es decir, la adecuación inesperada de un objeto a mi deseo: es la dulzura del comienzo, el tiempo propio del idilio. Ese tiempo feliz toma su identidad (su clausura) en el hecho de que precede (al menos en el recuerdo) a la "secuela": "la secuela" es el largo reguero de sufrimientos, heridas, angustias, desamparos, resentimientos, desesperaciones, penurias y trampas de que soy presa, viviendo entonces sin cesar bajo la amenaza de una ruina que asola a la vez al otro, a mí mismo y al encuentro que en un comienzo nos ha descubierto el uno al otro.

Ed: Siglo XXI, 2000
Trad. Eduardo Molina

Fot: Heinz Hajek-Halke

Lo desconocido


Nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido. Desea saber quién es el que le agarra; le quiere reconocer o, al menos, poder clasificar. El hombre elude siempre el contacto con lo extraño. De noche o a oscuras, el terror ante un contacto inesperado puede llegar a convertirse en pánico. Ni siquiera la ropa ofrece suficiente seguridad: qué fácil es desgarrarla, qué fácil penetrar hasta la carne desnuda, tersa e indefensa del agredido. (…) Uno se cierra en casas en las que nadie debe entrar y sólo dentro de ellas se siente medianamente seguro. El miedo al ladrón se configura no sólo como un temor a la rapiña sino también como un temor a ser tocado por algún repentino e inesperado ataque procedente de las tinieblas. La mano, convertida en garra, vuelve a utilizarse siempre como símbolo de tal miedo. (…) Esta aversión al contacto no nos abandona tampoco cuando nos mezclamos con la gente. La manera de movernos en la calle, entre muchos hombres, en restaurantes, en ferrocarriles y autobuses, está dictada por este temor. Incluso cuando nos encontramos muy cerca unos de otros, cuando podemos contemplar a los demás y estudiarlos detenidamente, evitamos en lo posible entrar en contacto con ellos. Si actuamos de otra manera sólo es porque alguien nos ha caído en gracia y entonces el acercamiento parte de nosotros mismos.

Elias Canetti, Masa y poder, 1960
Ed. Muchnik Editores, 1981
Trad: Horst Vogel

Fot: Isolde Ohlbaum, Retrato de Elias Canetti

viernes, 13 de mayo de 2016

Tránsito


Todo es muy simple

Todo es muy simple mucho
más simple y sin embargo
aún así hay momentos
en que es demasiado para mí
en que no entiendo
y no sé si reírme a carcajadas
o si llorar de miedo
o estarme aquí sin llanto
sin risas
en silencio
asumiendo mi vida
mi tránsito
mi tiempo.


Después


Después

Es otra
acaso es otra
la que va recobrando
su pelo su vestido su manera
la que ahora retoma 
su vertical
su peso
y después de sesiones lujuriosas y tiernas
se sale por la puerta entera y pura
y no busca saber
no necesita
y no quiere saber
nada de nadie.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Rifa


¿Cuánto me dan por la estrella y la luna?
¿Cuánto me dan por el Niño y la cuna?
Éste es un Niño sin padre ni abuelo,
éste es un Niño nevado del cielo.

¿Cuánto me dan, que lo vendo barato,
cuánto me dan, que lo doy sin contrato?
Éste es el Niño que mamaba ahora.
Ríe despierto y en durmiendo llora.
Casi de balde la flor del mercado.

¿Cuánto me dan, que lo doy regalado?
Éste es el Niño verano en invierno.
Éste es el Niño que aniña lo eterno.
¿Cuánto me dan, que lo doy sin subasta?
¿Cuánto me dan por la fruta en canasta?

Éste es el Niño que viene a dar guerra,
viene a dar paz por amor de la tierra.
¿Cuánto me dan? Por moneda no quede.
Una lágrima sola que tiemble y que ruede.
Éste es el Niño de la rifa loca
que todos le juegan y a todos les toca.

¿Cuánto me dan por la buena fortuna?
¿Cuánto me dan por el Niño y la cuna?

Villancico del rifador

Fot: Oscar Rejlander
Night in Town. c. 1860

Has de hacerle un árbol


Caminas por el desierto. Escuchas un pájaro que canta. Por más que sea increíble que un pájaro ondee en el desierto, tú, sin embargo, estás obligado a hacerle un árbol. Eso es el poema.

Kikí Dimulá

Fot: Retrato de Kikí Dimulá, sin datos.

martes, 10 de mayo de 2016

Los días


Y los días no están suficientemente llenos
Y las noches no están suficientemente llenas
y la vida se desliza como un ratón de campo
sin agitar la hierba.
And the days are not full enough
And the nights are not full enough
And life slips by like a field mouse
Not shaking the grass.
Días

Fot: Retrato de Ezra Pound, Venecia, 1963

Partida sin retorno



El Gran Kan ha soñado una ciudad; la describe a Marco Polo:

―El puerto está expuesto al septentrión, en la sombra. Los muelles son altos sobre el agua negra que golpea contra los cimientos; escaleras de piedra bajan, resbalosas de algas. Barcas embadurnadas de alquitrán esperan en el fondeadero a los viajeros que se demoran en el muelle diciendo adiós a las familias. Las despedidas se desenvuelven en silencio pero con lágrimas. Hace frío; todos llevan chales en la cabeza. Una llamada del barquero pone fin a la demora; el viajero se acurruca en la proa, se aleja mirando al grupo de los que se quedan; desde la orilla ya no se distinguen los contornos; hay neblina; la barca aborda una nave anclada; por la escalerilla sube una figura empequeñecida; desaparece; se oye alzar la cadena oxidada que raspa el escobén. Los que se quedan se asoman a las escarpas del muelle para seguir con los ojos al barco hasta que dobla el cabo; agitan por última vez un trapo blanco.

Sal de viaje, explora todas las costas y busca esa ciudad ―dice el Kan a Marco―. Después vuelve a decirme si mi sueño responde a la verdad.

―Perdóname, señor: no hay duda de que tarde o temprano me embarcaré en aquel muelle ―dice Marco―, pero no volveré para contártelo. La ciudad existe y tiene un simple secreto: sólo conoce partidas y no retornos.


Italo Calvino  Las ciudades invisibles
Ed. Siruela, 2013
Traducción: Aurora Bernárdez

Fot: Retrato de Italo Calvino, anónimo

lunes, 9 de mayo de 2016

Serán ceniza


Serán ceniza

Cruzo un desierto y su secreta 
desolación sin nombre.
El corazón
tiene la sequedad de la piedra
y los estallidos nocturnos
de su materia o su nada.

Hay una luz remota, sin embargo, 
y sé que no estoy solo; 
aunque después de tanto y tanto no haya
ni un solo pensamiento capaz contra la muerte,
no estoy solo.

Toco esa mano al fin que comparte mi vida
y en ella me confirmo
y tiento cuanto amo,
lo levanto hacia el cielo
y aunque sea ceniza lo proclamo: ceniza

Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora,
cuanto se me ha tendido a modo de esperanza.


A modo de esperanza (1953-1954)
Incluido en Poesía completa
Ed. Galaxia Gutenberg, 2014

Tres segundos


...Esto ocurre con el tiempo, los segundos pasan unos tras otros, entrecortados, es algo que no fluye, los segundos no pasan, llegan, pan, paf, pan, paf, os entran dentro, rebotan, ya no se mueven, cuando ya no se sabe qué decir se habla del tiempo, de los segundos, hay quienes los añaden unos a otros para componer con ellos una vida, yo no puedo, cada uno es el primero, no, el segundo, o el tercero, yo tengo tres segundos, y no todos los días.

Ed. Alianza Editorial, 2006
Traducción: Rafael Santos Torroella

Fot: Retrato de Samuel Beckett, sin datos

domingo, 8 de mayo de 2016

Parranda


La mala noticia es que el placer también nos despedaza.

La eterna parranda
Ed. Aguilar, 2011

La ferocidad del juego


Consideró la crueldad de la necesidad de amar. Consideró la malignidad de nuestro deseo de ser feliz. Consideró la ferocidad con que queremos jugar. Y el número de veces en que mataremos por amor.

Clarice Lispector  La mujer más pequeña del mundo
Incluido en: Clarice Lispector, Cuentos reunidos
Ed. Siruela, 2013
Traducción: Cristina Peri Rossi, Juan García Gayo, Marcelo Cohen y Mario Morales

sábado, 7 de mayo de 2016

Desasimiento


La felicidad o la desdicha era una simple cuestión de elasticidad de nuestra facultad de desasimiento. La vida transcurría en un equilibrio constante entre el toma y el deja. Y lo difícil no era tomar, sino dejar, desasirnos de las cosas que merecen nuestro aprecio. Aquí estribaban las posibilidades de felicidad de cada humano: en que su facultad de desasimiento fuese más o menos elástica, en que el hombre estuviese más o menos aferrado a las cosas materiales. Por ello tal vez el secreto básico estuviese contenido en el hecho de no tomar nunca para no tener que dejar nada. Era un remedio negativo, de renunciación, pero, con certeza, el adecuado a mi calidad humana, desprovista de reservas y de capacidad de sacrificio. Lo cuestionable consistía en saber si el hombre tiene alguna probabilidad de subsistir sin aprehender nada, desasido de todo, desconectado de los seres y las cosas que le rodean; si el individuo es capaz de desarrollar su individualidad propia y primitiva sin necesidad de echar mano de recursos extraños a sí. 

La cabeza empezaba a calentárseme restregada por el decurso de los primeros razonamientos. Quise imaginarme a un grano de trigo aislado de los demás granos, sin rozarse con ninguno, dentro de un saco; deseé poder concebir un punto de arena en una playa sin conexión alguna con otros puntos; quise aislar una molécula de agua en el seno de la mar, y no me fue posible. La realidad se me imponía con las armas de la lógica. Nada puede existir en el mundo sin una relación de dependencia, de coordinación o de mando. Todo está incrustado en un orden preestablecido, sometido a leyes fatales o voluntarias, pero que por sí hablan ya de una coordinación y un nexo al menos relativos. Deseé imaginarme a un hombre autónomo, independiente de otros hombres y de las cosas en un grado absoluto. Voló mi imaginación a un peñasco solitario del mar mayor del universo. Allí situé a mi hombre imaginario. Le di por oficio el de torrero del faro. Al momento se me impuso de nuevo, implacable, la fuerza de la realidad. Ese hombre venía de algún punto; naturalmente, de otro hombre. El faro debería arder de noche para evitar el naufragio de otros hombres. Sobre esto el torrero había de atender a sus necesidades ineludibles: comer, vestir, cultivar su espíritu. Ya estaba mi hombre encadenado; sujeto a la ráfaga interminable de la dependencia, de la conexión, de la fatal coordinación a otros hombres y a otras cosas. El hombre absolutamente aislado era inconcebible. En ese equilibrio entre el toma y el deja, no era solución posible el no tomar nada para no tener que dejar nada. La encrucijada del desasimiento, en más o en menos, había de llegar forzosamente para todos.

Miguel Delibes  La sombra del ciprés es alargada, 1947
Ed. Destino, 2003

Sé muy bien


Collage con texto de Julio Cortázar

viernes, 6 de mayo de 2016

Romper a hablar


Para mí la poesía fue sustitución de la danza y fruto del ritmo del cuerpo, del ritmo de los pasos. Esto lo tuve claro desde los 18 años. Mucho después encontré en unas palabras de María Zambrano la confirmación de mis intuiciones: "[El corazón] está a punto de romper a hablar."

Clara Janés

Joseph Beuys

Joseph Beuys, Torso, 1949

Joseph Beuys, Torso, 1949/51. Installation während der Zeitgeist-Ausstellung (1982-3) im Innenhof des Martin-Gropius-Bau, Berlin. Aus Joseph Beuys im Wilhelm-Lehmbruck-Museum, Duisburg.

An image of an installation that is completely submerged in death and sexuality in a city recovering from war.  Imagine what it would have been like to be able to walk around this installation over and over in some kind of trance.  This only makes sense in Berlin.

Joseph Beuys
Joseph Beuys: El arte de la liberación Artículo de culturacolectiva.com sobre el autor.