viernes, 30 de junio de 2017

Ojos negros


Ella tenía los ojos más negros que jamás hubiera visto. Dos piedras líquidas y tenebrosas, hasta donde es posible que la inercia más mineral se conjugue con la más húmeda languidez. Ojos que se veían pasar en un instante de un simulado letargo a un ataque fulminante, asomándose bajo la visera de las larguísimas pestañas con el serpentear de un reptil que asalta el alimento.

Gesualdo Bufalino

Foto: Ilse Bing

jueves, 29 de junio de 2017

La mujer rota


La juventud y eso que los italianos designan con una palabra tan bella: la stamina. La savia, el fuego que permite amar y crear. Cuando has perdido eso, lo has perdido todo.

Simone de Beauvoir
La edad de la discreción
en "La mujer rota".
Trad. Dolores Sierra y Neus Sánchez

Una gran aventura


Diciendo esto, él había atado ya la cola de la cometa en torno de la niña. Ella se agarraba a él y se negaba a irse sola, pero Peter Pan, diciendo un “Adiós, Wendy”, la empujó fuera de la roca, y unos minutos después la niña y la cometa se perdieron de vista. Peter se quedó solo en la laguna.
Ahora la roca era muy pequeña y pronto quedaría sumergida. Pálidos rayos de luz avanzaban sobre la laguna; poco después se oyó un sonido, el más musical y el más melancólico del mundo. Eran las sirenas llamando a la luna.
Peter Pan, aunque no se parecía a los demás niños, se asustó. Un temblor lo sacudió, como el estremecimiento con que el viento azota las aguas del mar; pero los estremecimientos del viento en el mar se suceden unos a otros hasta sumar cientos de ellos, y Peter tembló sólo una vez. Un momento después se hallaba de nuevo erguido sobre la roca, con aquella sonrisa en su rostro y un repique de tambor en su alma . Aquel repiquetear decía: "La muerte debe ser una gran aventura!"

James Matthew Barrie
Peter Pan

Foto: Ansel Adams

Romance fronterizo


¿Sientes gemir la mano en la baranda, sientes también la mano aunque no gima aferrada a los hierros ferroviarios, tanteando las puertas más inhóspitas, adrede empavonadas de hollín y cardenillo? ¿No ves de súbito la sombra surcando los andenes, la estás viendo reptar bajo la marquesina donde un anónimo viajero se despide de nadie, donde tú mismo esperas la llegada de un tren que ya se ha ido?

José Manuel Caballero Bonald
Romance fronterizo
de "Laberinto de fortuna"

Fot. Deborah Turbeville


miércoles, 28 de junio de 2017

Una chica


El árbol ha entrado por mis manos,
la savia ha subido por mis brazos,
el árbol ha crecido en mi pecho –
hacia abajo,
las ramas salen de mí, como brazos.

Árbol eres,
musgo eres,
y las violetas en el viento.
Un niña – tan alta- eres,
Y para el mundo todo esto es un delirio.

Una chica

Fot. anónima del autor

Febrero


Sin hojas, descarnados, inmemoriales,
los árboles han contemplado fijamente la hierba desolada.
Bajo la nieve han dormido las colinas
y el corazón del verano hace tiempo perdido.
Escondida en el centro
de las hondonadas y las tierras altas
espera, sólo espera, como el cielo y la tierra,
la silenciosa y hermosa niña Primavera.

Febrero
Versión de Hilario Barrero


Leyendo



martes, 27 de junio de 2017

Ella. Él.


(Ella)

Miraba hacia atrás, hacia los años que había vivido con él, y le parecía que su historia común no podría haberse cerrado mejor de lo que se había cerrado. Si aquella historia la hubiera inventado otra persona, no hubiera podido terminarla de otro modo.
Él llegó un día a su lado sin que lo hubieran invitado. Otro día, del mismo modo, se fue. Habían pasado muchos años de su vida juntos y ahora comprobaba que aquellos años eran más hermosos en el recuerdo que cuando los había vivido.
Me la imagino abriendo la cerradura de la casa y sintiendo en el corazón la orfandad de la soledad que la envolvía al abrir la puerta.
Las ganas de abrazarlo habían desaparecido. Le parecía que estaba frente a él en medio de una planicie nevada y que los dos temblaban de frío.

(Él)

El amor que había existido entre él y Teresa era bello, pero también fatigoso: tenía que estar permanentemente ocultando algo, disfrazándolo, fingiendo, arreglándolo, manteniéndola contenta, demostrando ininterrumpidamente su amor, siendo acusado por sus celos, por su sufrimiento, sintiéndose culpable, justificándose, disculpándose. Aquel esfuerzo había desaparecido ahora y permanecía la belleza.
Se acercaba la noche del sábado, por primera vez paseaba solo por Zurich y aspiraba el perfume de su libertad. Detrás de cada esquina se escondía la aventura. El futuro había vuelto a convertirse en un secreto. Su vida de soltero le había sido devuelta (...)
Su paso era ahora, de pronto, más ligero. Casi flotaba. Se hallaba en el campo mágico de Parménides: disfrutaba de la dulce levedad del ser.

Milan Kundera,
La insoportable levedad del ser
Ed. Tusquets, 1993
Trad. Fernando Valenzuela

Lo que perdura


El rasgo esencial de lo erótico es la drástica modificación del curso del tiempo. Eros alumbra nuestros momentos áureos y, simétricamente, estos entretejen nuestra constelación erótica. Se exige, así, una suerte de doble nacimiento según el cual la fuerza de un instante, siendo imprescindible como acción, todavía es más importante si logra traspasar el filtro de la evocación. Lo erótico conlleva deseo y poder, pero estos únicamente sobreviven si son capaces de superar la prueba de la memoria.
La tensa espera de un determinado acontecimiento, la caricia sobre un cuerpo, la contemplación de algo bello o terrible, sólo llegan a incorporarse a nuestro espacio mítico si permanecen y crecen en nuestro recuerdo. A este respecto la criba es gigantesca: aquello que pareció único y singular, aquello que al ocurrir parecía que marcaba para siempre nuestras vidas puede desvanecerse frecuentemente en el olvido más absoluto. Para que el poder perdure se necesita que continúe ensanchándose la onda expansiva, se necesita que continúe escuchándose el eco. La pasión no radica en lo que sucedió sino en lo que, salvando las trampas del laberinto, sigue sucediendo.

El cazador de instantes.Cuaderno de travesía 1990-1995
Ed. Destino

Argolla


Quiero que la argolla que rodea nuestros corazones sea guía, no terror

Escrito en el cuerpo
Ed. Lumen, 2017


lunes, 26 de junio de 2017

Leyendo

1930's

Saber


Qué incomprensible era todo, y que triste, en realidad, aunque fuese tan hermoso. No se sabía nada. Se vivía y se corría por la tierra y se cabalgaba atravesando los bosques, y ciertas cosas parecían muy estimulantes y prometedoras y nostálgicas: una estrella al anochecer, una campánula azul, el verdor de los juncos en el estanque, los ojos de una persona o una vaca. Y a veces se tenía la impresión de que algo nunca visto pero largamente deseado estaba a punto de suceder, que iba a caer un velo descubriéndolo todo; pero luego transcurría el momento sin que sucediera nada, la adivinanza seguía sin solución, el secreto encantamiento intacto y, al final, uno llegaba a viejo y tenía aspecto astuto... o sabio... y seguía quizá sin saber nada, pero todavía esperaba y escuchaba.

Hermann Hesse
Narciso y Goldmundo

Fot. André Kertész

Como hace cuarenta años


Como hace cuarenta años,
Palpitaciones y ruidos
De pasos, una casa y un jardín,
Una vela, la mirada miope,
Que no exige ni juramento,
Ni caución. Bullicio en la ciudad.

Amanece. Llueve y una oscura
Y empapada vid silvestre
Se enrolla a la pared, huérfana,

Como hace cuarenta años.

Versión de Javier Sicilia y Georges Voet

Fot. anónima del autor

domingo, 25 de junio de 2017

Coloma


Iba ya a echar a andar la Ninetta cuando Coloma se salió del grupo en que estaba con nosotros, haciendo aquel paso suyo de cierva encelada, que no parecía poner el pie en el suelo. Su brazo derecho enlazó suavemente, con una soñadora ternura, el cuello de Ninetta mientras su mano izquierda iba acariciándole las crines, en un largo gesto de melancólica gracia, hasta que al fin, acercándose más y más, su linda mejilla fue también resbalando en larga y estrecha caricia por el cuello del animal. Del corazón de aquella criatura cruda y arisca, había salido este movimiento transido de infinita dulzura. Se interrumpió a sí propia Coloma y se alzó con los ojos velados de lágrimas mirando vagamente a los aires con una inconsciente tristeza de animal noble y dejadez desolada de quien acaba de hacer un enorme y delicado esfuerzo.
Entonces comprendí todo el carácter de Coloma. Era de aquellas mujeres capaces de contener un amor y de destrozarse por dentro en un amor, sin revelarse en una sola palabra ni insinuarse en un solo signo hasta el último instante, aquel en que el caballero está montado para la partida.

Rafael Sánchez Mazas
Rosa Kruger
Ed. Trieste, 1984

La musa



Cuando en la noche oscura espero su llegada,
Se me antoja que todo pende de un hilo.
¿Qué valen los honores, la libertad incluso,
cuando ella acude presta y toca el caramillo?
Mira, ¡ahí viene! Ella se echa a un lado el velo
Y se me queda mirando larga y fijamente. Yo digo:
"¿Has sido tú la que le dictó a Dante las páginas sobre el infierno?" 
Y ella responde: "Yo soy aquella."

La musa
Versión de María Teresa León

He soñado tanto contigo


Tanto he soñado contigo que pierdes tu realidad. 
¿Habrá tiempo para alcanzar ese cuerpo vivo 
y besar sobre esa boca 
el nacimiento de la voz que quiero? 
Tanto he soñado contigo, 
que mis brazos habituados a cruzarse 
sobre mi pecho, abrazan tu sombra, 
y tal vez ya no sepan adaptarse 
al contorno de tu cuerpo. 
Tanto he soñado contigo, 
que seguramente ya no podré despertar. 
Duermo de pie, 
con mi pobre cuerpo ofrecido 
a todas las apariencias 
de la vida y del amor,  y tú, eres la única 
que cuenta ahora para mí. 
Más difícil me resultará tocar tu frente 
y tus labios, que los primeros labios 
y la primera frente que encuentre. 
Y frente a la existencia real 
de aquello que me obsesiona 
desde hace días y años 
seguramente me transformaré en sombra. 
Tanto he soñado contigo, 
tanto he hablado y caminado, que me tendí al lado 
de tu sombra y de tu fantasma, 
y por lo tanto,
ya no me queda sino ser fantasma 
entre los fantasmas y cien veces más sombra 
que la sombra que siempre pasea alegremente
por el cuadrante solar de tu vida. 

He soñado tanto contigo
Corps et biens, 1930

viernes, 23 de junio de 2017

Señora Lázaro


Morir
Es un arte, como todo lo demás.
Yo lo hago excepcionalmente bien.

Yo lo hago con furia,
Yo lo hago de tal manera que sea real.
Usted podría decir que tengo una predisposición.

Es fácil hacerlo en una celda.
Es fácil hacerlo y mantenerse intacta.
Es el retorno

Teatral a la luz del día
Al mismo lugar, el mismo rostro el mismo brutal
Grito entretenido

“¡Un milagro!”
No puedo soportarlo.
El espectáculo no es gratis

Para ver mis cicatrices
Para escuchar mi corazón
Hay que pagar la entrada
Nada de esto es un acto.

Y hay que pagar, pagar mucho
Por una palabra o tocarme
O por un poco de sangre…

Señora Lázaro

Sima de amor


Resbalando por esta sima umbrosa, 
yendo sin freno el pie tras la mirada, 
la mano tanteando en piedra helada, 
y presa la mirada en lumbre hermosa,

por esta sima voy. ¿Qué luz undosa 
de antorchas te me muestra, mi ignorada? 
¡Oh inofensiva unión y peligrosa 
la de la llama a la pupila atada!

Todo al revés se ve, y a la deriva, 
por esta oscuridad que luz trasciende 
donde el misterio del amor estriba.

Y si la muerte siento que en mí prende, 
también me gozo al verla ardiendo viva 
si los caminos de tu alma enciende

Sima de amor

Los ingredientes secretos


Cómo deseé ser aquella inocente pieza de acero inoxidable cuando se llevó la cucharada de sopa a los labios. Habría cambiado toda la sangre de mi cuerpo por medio litro de caldo vegetal. Déjame ser un taco de zanahoria o un fideo para que me metas en tu boca. Tuve envidia del panecillo. La miré partir y untar cada trocito con mantequilla, empaparlo lentamente en el tazón, dejar que se volviera grueso y grávido, que se hundiese bajo el peso rojo oscuro y que resucitara al glorioso placer de sus dientes.
(...)
Las patatas, el apio, los tomates, todo había pasado por sus manos. Cuando me tomé la sopa la filtré para saborear su piel. Había estado allí, debía quedar algo de ella. La encontraría en el aceite y las cebollas, la detectaría a través del ajo. Sabía que había escupido en la sartén para ver si el aceite estaba a punto. Es un viejo truco, todos los chefs lo hacen, o lo hacían. Y supe, cuando le pregunté qué había en la sopa, que había suprimido el ingrediente fundamental. Te saborearé, aunque sea a través de tu cocina.

Jeanette Winterson
Escrito en el cuerpo
Ed. Lumen, 2017

jueves, 22 de junio de 2017

Fantasmas


El hombre que amé se ha convertido en un fantasma. Me gusta ponerle mucho suavizante, plancharlo al vapor y usarlo como sábana bajera las noches que tengo una cita prometedora.

Patricia Esteban Erlés
“Por favor, sea breve 2”. 
Antología de relatos hiperbreves. 
Antóloga: Clara Obligado.
Ed. Páginas de Espuma, 2009

Fot. Daisuke Yokota

Esa sensación


Pero "felicidad" no es una palabra que baste aquí. Intentaré explicar de otra manera la poesía que vivía en ese cuarto de atrás, la profunda satisfacción que me proporcionaban esos cuatro o cinco minutos: era la sensación de que el tiempo se detenía y que todo sería igual para siempre. Junto a dicha sensación estaban los deleites del amparo, de la continuidad y de encontrarme en casa. Por otro lado me aligeraba el corazón la creencia, o, por decirlo con palabras más elegantes, la visión global, de que el mundo y el universo eran simples y buenos. Aquella sensación de paz espiritual se alimentaba, por supuesto del rostro de Füsun, de su delicada belleza y del amor que sentía por ella. Poder hablar con ella cuatro o cinco minutos en el cuarto de atrás era una felicidad en sí misma. Pero esa felicidad en parte era resultado del entorno en el que nos encontrábamos, del cuarto. (Si hubiera podido cenar con ella en el Vestíbulo también habría sido muy feliz, pero con otro tipo de felicidad.) Aquella profunda paz dependiente del lugar, del entorno y de mi estado espiritual se mezclaba en mi mente con todo lo que veía a mi alrededor, los cuadros de pájaros de Füsum avanzando lentamente, el color teja de la alfombra de Usak del suelo, los retales, los botones, los periódicos atrasados, las gafas de lectura de Tarik Bey, los ceniceros y los útiles de costura de la tía Nesibe. Además aspiraba el olor del cuarto y cualquier dedal, botón o bobina de hilo que me echara al bolsillo antes de salir me recordaba después todo aquello el dormitorio del piso del edificio Compasión y prolongaba mi felicidad.

Orhan Pamuk
El museo de la Inocencia

Foto: Daido Moriyama

miércoles, 21 de junio de 2017

Adorable


Encuentro en mi vida millones de cuerpos; de esos millones puedo desear centenares; pero, de esos centenares, no amo sino uno. El otro del que estoy enamorado me designa la especificidad de mi deseo. Esta elección, tan rigurosa que no retiene más que lo único, constituye, digamos, la diferencia entre la transferencia analítica y la transferencia amorosa; una es universal, la otra específica. Han sido necesarias muchas casualidades, muchas coincidencias sorprendentes (y tal vez muchas búsquedas), para que encuentre la Imagen que, entre mil, conviene a mi deseo. Hay allí un gran enigma del que jamás sabré la clave: ¿por qué deseo a Tal? ¿Por qué lo deseo perdurablemente, lánguidamente? ¿Es todo él lo que deseo (una silueta, una forma, un aire)? ¿O no es sólo más que una parte de su cuerpo? Y, en ese caso, ¿qué es lo que, en ese cuerpo amado, tiene vocación de fetiche para mí? ¿Qué porción, tal vez increíblemente tenue, qué accidente? ¿El corte de una uña, un diente un poco rajado, un mechón, una manera de mover los dedos al hablar, al fumar? De todos estos pliegues del cuerpo tengo ganas de decir que son adorables. Adorable quiere decir: éste es mi deseo, en tanto que es único: «¡Es eso! ¡Es exactamente eso (lo que yo amo)!». Sin embargo, cuanto más experimento la especificidad de mi deseo, menos puedo nombrarla; a la precisión del enfoque corresponde un temblor del nombre; la propiedad del deseo no puede producir sino una impropiedad del enunciado. De este fracaso del lenguaje no queda más que un rastro: la palabra «adorable» (la correcta traducción de «adorable» sería el ipse latino: es él, es precisamente él en persona).


Adorable es la huella fútil de una fatiga, que es la fatiga del lenguaje. De palabra en palabra, me canso de decir de otro modo lo que es propio de mi Imagen, impropiamente lo propio de mi deseo: viaje al término del cual mi última filosofía no puede sino ser la de reconocer —y la de practicar— la tautología. Es adorable lo que es adorable. O también: te adoro porque eres adorable, te amo porque te amo. Lo que clausura así el lenguaje amoroso es aquello mismo que lo ha instituido: la fascinación. Puesto que describir la fascinación no puede jamás, en resumidas cuentas, exceder este enunciado: «estoy fascinado». Habiendo alcanzado el fin del lenguaje, allí donde éste no puede sino repetir su última palabra, a la manera de un disco rayado, me embriago con su afirmación.

Roland Barthes
Fragmentos de un discurso amoroso
Ed. Siglo XXI, 2004
Trad. Eduardo Molina

Fot. anónima de Miriam Cooper

Sueños


Para hacer una pradera
se necesitan
un trébol
una abeja
y un sueño.
Si nos falta la abeja
alcanzará con el sueño.

Sueños

Fot. Jogoraz

Topatumba


Ay mi más mimo mío
mi bisvidita te ando
sí toda
así
te tato y topo tumbo y te arpo
y libo y libo tu halo
ah la piel cal de luna de tu trascielo mío que me levitabisma
mi tan todita lumbre
cátame tu evapulpo
sé sed sé sed
sé liana
anuda más
más nudo de musgo de entremuslos de seda que me ceden
tu muy corola mía
oh su rocío
qué limbo
ízala tú mi tumba
así

ya en ti mi tea
toda mi llama tuya
destiérrame
aletea
lava ya emana el alma
te hisopo
toda mía
ay
entremuero
vida
me cremas
te edenizo.

Topatumba


martes, 20 de junio de 2017

Leyendo


Fot. anónima de (probablemente) Dolores del Río

Los pájaros me despertaron


Esta mañana los pájaros me despertaron tan temprano que apenas si era de día:
Diez gorriones en la lila, un mirlo en el espino,
Un estornino en algún lugar de las caballerizas, un tordo sobre un sombrero roto,
Abajo, en el patio que usan los tenderos, gritaron: ”¡Cuidado! ¡Cuidado! ¡El gato!”
Nunca estuve con ánimo para escribir versos este año: siempre desperté triste,
Y tarde, cuando era posible, así el tiempo sería más breve; pero me he sentido alegre,
Con una insensata alegría, hoy, que es el dia más largo de junio.
(El mirlo anida en el espino.) Fue apenas ayer al mediodía
Cuando en la larga hierba de Holland Park me pareció –sólo me pareció- oír una alondra...
Oí tu voz, vi tu rostro de nuevo... (Sobre aquel cajón de embalaje
El estornino me despertó antes de que amaneciera imitando el dulce canto del tordo.)

"Selected Poems", Routlege, Nueva York, 2003
Versión de Jonio González

Fot, Palace of the Governors Photo Archive

Barato


Feliz como algo sin importancia
y libre como una cosa sin importancia.
Como algo que nadie admira
y que no se admira a sí mismo.
Como algo de lo que todos se burlan
y que se burla de sus burlas.
Como carcajada sin una razón seria.
Un grito más fuerte que el grito.
Feliz como pase lo que pase
como cualquier pase lo que pase

Feliz
como cola de perro.

lunes, 19 de junio de 2017

La lógica del amor


El amor es tan lógico:
Todas las contradicciones se vuelven condiciones
y las proposiciones llegan antes
que la lógica: Te quiero porque es así.

De “Nuestro amor es como Bizancio
Oda al pulpo y otros poemas de amor” 1975
Versión de Francisco Uriz
Editorial Lumen

The Byron and Moore gallery 
Zuleika
a series of characteristic illustrations, 1871

Al abrigo de las palabras



El escritor esforzado se escondía tras la bella retórica de las palabras. Así, en lugar de decir "ese día el sol brillaba como nunca", optaba por "los rayos esplendorosos bañaban el ínclito día como si fuera la primera vez". Estaba convencido de embellecer con ello la realidad. De igual modo, creía que cuanto más adornados aparecieran sus escritos, mayores éxitos literarios obtendrían.

Por su parte, el lector cursi era un gran admirador del escritor mencionado. En esencia, no sólo se refugiaba en los textos de su autor preferido como una forma de hallar consuelo, sino que además los creía capaces de mejorar el mundo circundante, de perfeccionar al mismo ser humano. Acaso no sea preciso decir que amaba la oratoria, la dialéctica y los versos esdrújulos.

Un buen día el azar quiso que los pasos del animoso escritor se encontraran con los del lector trasnochado. No lograron reconocerse sin embargo. La coincidencia de pasear por la misma calle, a la misma hora, les pareció un dato demasiado vulgar para ser tenido en cuenta. Por otro lado, que pudiera existir una correspondencia perfecta como la que les unía iba a servirles de bien poco. Cuando tuvo lugar el tropiezo, y antes de seguir su camino como si tal cosa, ambos intercambiaron unas breves palabras:
-Imbécil, le dijo el poeta.
-Desgraciado, le contestó su lector más fiel.

Gemma Pellicer

Fot. Vivian Maier

domingo, 18 de junio de 2017

Tentaciones e indulgencias


Empecemos diciéndonos para nuestro fuero interno, y convenciéndonos bien, que no tenemos nada que hacer en este mundo, sino procurarnos sensaciones y sentimientos agradables. Los moralistas que dicen a los hombres: reprimid vuestras pasiones y domeñad vuestros deseos si queréis ser felices , no conocen el camino de la felicidad. Sólo somos felices gracias a las inclinaciones y a las pasiones satisfechas; digo inclinaciones porque no siempre somos lo bastante felices como para tener pasiones, y a falta de pasiones, bien está contentarse con las inclinaciones. Pasiones tendríamos que pedirle a Dios si nos atreviéramos a pedirle alguna cosa, y Le Nôtre tenía mucha razón al pedirle al Papa tentaciones en lugar de indulgencias.

Madame Du Châtelet

Fot. Paolo Gioli
Quando l'occhio trema, 1989

Partículas


No vengas a mí con toda la verdad.
No me des el océano si siento sed,
ni tampoco el cielo si pido luz;
dame un indicio, un poco de rocío, una partícula,
al modo de los pájaros
que sólo se llevan del agua unas gotas,
o el viento un grano de sal.


Plato vacío en bandeja lacada

Nadando, yollando


Eh vos
tatacombo
soy yo
no me oyes
tataconco
soy yo sin vos
sin voz
aquí yollando
con mi yo sólo solo que yolla y yolla y yolla
entre mis subyollitos tan nimios micropsíquicos
lo sé
lo sé y tanto
desde el yo mero mínimo al verme yo harto en todo
junto a mis ya muertos y revivos yoes siempre siempre yollando y yoyollando siempre
por qué
si sos
por qué dí
eh vos
no me oyes
tatatodo
por qué tanto yollar
responde
y hasta cuándo.


sábado, 17 de junio de 2017

Desde el altar en la sombra


Desde el altar en la sombra

Aguzo el oído: ¿será
posible? el silbido agrio, desgarrado
de mi madre que muere... y ronroneos, chasquidos
de almidón, relámpagos de plata del altar
de las lilas, en la sombra... Pero no,
es mi gata que duerme, es su respiración
pesada, pastosa, de mujer, y yo
querría entregarle todo, hurgar
en la sombra, derribar
del camuflado altar de palisandro
las cajitas una por una,
ah, todo, los lindos corales
rosa, los cuellos de encaje, la boîte
de laca con las golondrinas,
con largos guantes cubrir sus patas peludas
si solo (memoria, memoria, cómo
me haces trampa) recordase el nombre
de la calle, el
número, el piso y el lugar en la casa
en la sombra, en la penumbra, de la
puerta, la puerta, la ventana, el agujero...

Nel grave sogno,
Ed. Mondadori, 1982
Versión de Jorge Aulicino

Darse cuerda


Darse cuerda

Vivo en el agua,
solo. Sin mujer ni hijos,
he rodeado cada posibilidad
para llegar a esto:

una casa baja junto al agua gris,
con ventanas siempre abiertas
al mar estancado. No elegimos estas cosas,

pero somos lo que hemos hecho.
Sufrimos, pasan los años,
evacuamos carga pero no nuestra necesidad

de lastre. El amor es una piedra
que se asentó en el fondo del mar
bajo el agua gris. Ahora, no quiero nada

de la poesía salvo intuición verdadera:
ni pena, ni fama, ni curación. Callada esposa,
podemos sentarnos a mirar el agua gris,

y en una vida inundada
de mediocridad y despojos
vivir como rocas.

Olvidaré la intuición,
olvidaré mi don. Eso es más grande
y difícil que lo que hacen pasar por vida.


Versión de Inwitty
Collected Poems 1948-1984 
Ed. Farrar, Straus & Giroux, 1986


viernes, 16 de junio de 2017

La taza


Francia, sus viajes por el mar, el perfume de las moreras en Lavilledieu, los trenes de vapor, la voz de Hèlene. Hervé Joncour continuó contando su vida como nunca en la vida lo había hecho. Aquella muchacha continuaba mirándolo con una violencia que imponía a cada una de sus palabras la obligación de sonar memorables. La habitación parecía ahora haber caído en una inmovilidad sin retorno cuando de improviso, y de forma absolutamente silenciosa, la joven sacó una mano de debajo del vestido, deslizándola sobre la estera ante ella. Hervé Joncour vio aparecer aquella mancha pálida en los límites de su campo visual, la vio rozar la taza de té de Hará Kei y después, absurdamente , continuar deslizándose hasta asir sin titubeos la otra taza, que era inexorablemente la taza en la que él había bebido, alzarla ligeramente y llevarla hacia ella. Hará Kei no había dejado ni por un instante de mirar inexpresivamente los labios de Hervé Joncour.
La muchacha levantó ligeramente la cabeza.
Por primera vez apartó los ojos de Hervé Joncour y los posó sobre la taza.
Lentamente, le dio la vuelta hasta tener sobre los labios el punto exacto en el que él había bebido.
Entrecerrando los ojos, bebió un sorbo de té.
Alejó la taza de los labios.
La deslizó hasta el lugar de donde la había cogido.
Hizo desaparecer la mano bajo el vestido.
Volvió a apoyar la cabeza en el regazo de Hará Kei.
Los ojos abiertos, fijos en los de Hervé Joncour.

Alessandro Baricco
Seda
Ed. Anagrama
Trad. Xavier González y Carlos Gimpert.

Fot. Autocrome de Etheldreda Janet Laing, 1908

La conversación y el discurso


La conversación.

Propensión del sujeto amoroso a conversar abundantemente, con una emoción contenida, con el ser amado, acerca de su amor, de él, de sí mismo, de ellos: la declaración no versa sobre la confesión de amor, sino sobre la forma, infinitamente comentada, de la relación amorosa.
(Ese otro -amado- puede ser real y presente -conversación propiamente dicha- o real pero ausente, o imaginario, en cuyo caso esa conversación es más un discurso -escrito, poema-).

El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro. Es como si tuviera palabras a guisa de dedos, o dedos en la punta de mis palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo. La emoción proviene de un doble contacto: por una parte, toda una actividad discursiva viene a realzar discretamente, indirectamente, un significado único, que es «yo te deseo», y lo libera, lo alimenta, lo ramifica, lo hace estallar (el lenguaje goza tocándose a sí mismo); por otra parte, envuelvo al otro en mis palabras, lo acaricio, lo mimo, converso acerca de estos mimos, me desvivo por hacer durar el comentario al que someto la relación. (Hablar amorosamente es desvivirse sin término, sin crisis; es practicar una relación sin orgasmo. Existe tal vez una forma literaria de este coitus reservatus: es el galanteo).

Se podrá decir que todo discurso que tiene por objeto al amor (sea cual fuere el sesgo destacado) implica fatalmente una alocución secreta (me dirijo a alguien que ustedes no conocen pero que está ahí al final de mis máximas). (...) En última instancia no es posible hablar de amor más que según una estricta determinación alocutoria; sea filosófico, gnómico, lírico o novelesco, hay siempre, en el discurso sobre el amor, alguien a quien nos dirigimos. Este alguien, si no está presente, es que pasó al estado de fantasma o de criatura venidera. Nadie tiene deseos de hablar del amor si no es por alguien.

Fragmentos de un discurso amoroso
Ed. Siglo XXI, 2004
Trad. Eduardo Molina

Elizabeth and me, Montparnasse Cafe, 1931

jueves, 15 de junio de 2017

La herida oculta


Al poseerse, los amantes dudan.
No saben ordenar sus deseos.
Se estrechan con violencia,
se hacen sufrir, se muerden
con los dientes los labios,
se martirizan con caricias y besos.
Y ello porque no es puro su placer,
porque secretos aguijones los impulsan
a herir al ser amado, a destruir
la causa de su dolorosa pasión.
Y es que el amor espera siempre
que el mismo objeto que encendió la llama
que lo devora, sea capaz de sofocarla.
(...)
Y después, cuando ya el deseo, condensado
en sus venas, ha desaparecido, su fuego
interrumpe su llama por un instante,
y luego vuelve un nuevo acceso de furor
y renace la hoguera con más vigor que antes.
Y es que ellos mismos saben que no saben
lo que desean y, al mismo tiempo, buscan
cómo saciar ese deseo que los consume,
sin que puedan hallar remedio
para su enfermedad mortal:
hasta tal punto ignoran dónde se oculta
la secreta herida que los corroe.

La herida oculta
Antología de la poesía latina
Ed. Alianza
Antólogos y traduc. Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar

Adonde quiera que vayamos


Adonde quiera que vayamos 

Adonde quiera que vayamos siempre llegamos demasiado tarde 
a aquello que una vez salimos a buscar. 
Y en cualquier ciudad en que nos quedamos 
están las casas a las que es demasiado tarde para volver 
los jardines en los que es demasiado tarde para pasar una noche de luna 
y las mujeres a las que es demasiado tarde para amar 
lo que nos tortura con su intangible presencia. 

Y sean cualesquiera las calles que creemos conocer 
nos llevan más allá de los jardines floridos que andamos buscando 
y que difunden por toda la vecindad sus pesadas fragancias. 
Y cualesquiera que sean las casas a las que volvemos 
llegamos demasiado tarde por la noche para ser reconocidos. 
Y cualesquiera que sean los ríos en que nos reflejamos 
no nos vemos hasta que les hemos dado la espalda.

De "Nuestro amor es como Bizancio"
("Partidas y llegadas" 1974)
Versión de Francisco Uriz
Editorial Lumen

Pulsaciones


Grave
es no saber
amar lo fortuito,
lo trivial, un río
que despierta, la cinta
que los amantes olvidan
o la hoja yerta
de periódico
a la que el viento
arranca astral belleza
en una calle crepuscular.

Difícil
se torna tolerar
(desde los siete años
aproximadamente) la voz
de un cuerpo, su pavor,
las caídas,
el insensato rumor
que día
tras día
susurra que hemos de morir
en el trémulo oído
de nuestra alma inmortal.

Y también
en medio del poema
(que otros ven
como vida, cometa errante
o camino que se busca
y no se encuentra)
todo se detiene
repentinamente,
de abominación se cubre
la íntegra esfera,
calla la pluma, vacila
sobre el poetizar, pez
que sus huevos siembra
en las aguas envenenadas
de una época sin piedad.

Pero
hay momentos
como aquellos, por ejemplo,
en que de improviso alguien
con un nombre que no es nuestro
nos llama
y nos desnuda,
nos da un atisbo
de inenarrables dimensiones,
de nosotros mismos nos separa
y cada cual se pregunta
entonces
qué es
quién lo forjó,
para qué le infundieron
el latido de estrella
con que sobresale
en un caos gastado
y oscuro.

Pulsaciones
De "Relámpago de la duración"


miércoles, 14 de junio de 2017

Vilette


Soy consciente de que mi temperamento no es artístico, pero debo poseer algo de la facultad del artista para gozar al máximo de cada momento; es decir, cuando es de mi gusto. Disfruté de aquel día, aunque viajamos lentamente, hacia mucho frío y llovía. Durante el trayecto, recorrimos un paisaje pelado, llano y sin árboles; unos canales cenagosos se deslizaban, cual verdes serpientes aletargadas, junto a la carretera; e hileras de sauces desmochados bordeaban los campos, labrados como huertos. El cielo era también de un gris monótono; la atmósfera, cargada y húmeda; y, a pesar de tan lúgubres influencias, mi imaginación volaba y en mi corazón brillaba el sol. Estos sentimientos, sin embargo, se veían contrarrestados por la secreta e incesante inquietud que acechaba constantemente mi alegría, como un tigre agazapado en la jungla. Tenía siempre en mis oídos el aliento de ese animal de presa; su fiero corazón latía junto al mío; jamás se movía de su guarida, pero yo sentía su presencia: sabía que sólo aguardaba la puesta del sol para saltar con voracidad sobre su víctima.

Charlotte Brontë
Villette
Ed.. Alba
Trad. Marta Salís

La luz impronunciable



Hablé con mi corazón y dije
mira la alegría
mira
la felicidad

todo es viento

descubrí 
el bien de los hombres
las obras que construyen bajo el cielo
la cuenta de los días de la vida

bajo el sol

miré a lo alto
construí un palacios
planté viñas
jardines
parques
árboles de todo fruto
fuentes
de agua para irrigar
la encina la higuera
la ley y la alianza
que nace entre nosotros

nunca negué a mis ojos
lo que desearon nunca
la alegría
a mi corazón mi trabajo
fue su fortuna su felicidad
la herencia de mi pena

y admiré
las obras
que obtuve
de mis manos

Hablé con mi corazón
y dije
bajo el sol 
nada perdura

una eternidad sin memoria nos devora.


La luz impronunciable
Ed. Sexto Piso, 2016

A Line of Sticks in Somerset, 1974

Leyendo


Mercat de llibres de Sant Antoni, 1955