jueves, 30 de noviembre de 2017

Fe de erratas


FE DE ERRATAS

Donde dice un gran barco blanco
debe decir nube
donde dice gris
debe decir un país lejano y olvidado
donde dice aroma
debe decir madre mía querida
donde dice César
debe decir muerto ya reventando
donde dice abril
puede decir árbol o columna o fuego
pero donde dice espalda
donde dice idioma
donde dice extraño amor aquel
debe decir naufragio
en letras grandes.

de "La Sagrada familia"
México, 1950's

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Memoria


Luchamos por fijar nuestro anhelo,
Como si hubiera alguien, más fuerte que nosotros,
Que tuviera en memoria nuestro olvido.

Himno a la tristeza

Palabras


De escogidas, profundas, solitarias
. . . . . palabras he vivido. De los bardos
. . . . . . . . . . . del mundo, las movientes
palabras solitarias.

. . . . . . . . ¿Así podría morir?

Cuando cae la carne de las grandes
. . . . . palabras solitarias,
. . . . . . . . . . . cuando cae la carne
de los frutos –oh carne–

. . . . . . . . estoy adentro.

"El Andariego. Poemas 1944-1980"
Fondo de Cultura Económica.

Nude (Detail ), 1920s

martes, 28 de noviembre de 2017

Herbario


CINCO
Anís estrellado contra mi corazón.
La vida juega con las formas
nosotros somos nuestro propio accidente.
.
Estoy de viaje. Llueve. Lentamente. Y se derraman las connotaciones. Es el apogeo de la primavera y los brotes relucen. De alguna manera siento como si estuviera en casa. No voy de paseo porque prometí recoger las semillas de Illicium verum, que abre sus flores en esta estación. Ellas ofrecen la esencia para un poderoso remedio. Beber su infusión a diario aumenta la clarividencia y permite percibir acontecimientos futuros. Aunque esta vez creo intuir el pulso de las cosas.
.
El manzano (Pyrusmalus) es bello en todas las estaciones. Ya lo supo Mondrian después de pintarlo. El que estoy contemplando es muy pequeño y está lleno de líneas y curvas. El cielo tiene el color de la primavera pero el árbol tiene todas sus flores ocultas. Se ofrece misterioso y abstracto para que se lo pueda imaginar con frutos liláceos.

Juliana Bonacci
Herbario
Zindo & Gafuri Ediciones 2015

Fotograma de "Romance sentimental" 1930

Es mi noche tan breve


En mi noche, tan breve, ¡ay!
El viento está a punto de encontrar las hojas.
Mi noche tan breve está llena de devastadora angustia
¡Escucha! ¿Oyes los susurros de las sombras?
Esta infelicidad que siento ajena a mí
Estoy acostumbrada a la desesperación
¡Escucha! ¿Oyes los susurros de las sombras?
Allí, en la noche, algo está ocurriendo.
La luna está roja e inquieta.
Y, agarrada a este tejado
podría derrumbarse en cualquier momento.
Las nubes, como una multitud de mujeres de luto,
esperan el nacimiento de la lluvia.
Un segundo, y luego nada.
A través de esta ventana,
la noche tiembla
y la tierra deja de girar.
A través de esta ventana, un extraño se preocupa por
mí y por ti.
Tú, en nuestro césped,
pon tus manos -aquellos abrasadores recuerdos-
en mis tiernas manos
y pon tus labios, llenos de calor vital
en contacto con mis tiernos labios.
¡El viento nos llevará!
¡El viento nos llevará!


Fot. anónima de la autora

lunes, 27 de noviembre de 2017

Canción de cuna


CANCIÓN DE CUNA.

Duerme, amor, pon tu cabeza,
tan humana, en mi infiel brazo.
Quema el tiempo con sus fiebres
la belleza irrepetible de
la niñez pensativa -la tumba 
nos demuestra que es efímera-:
pero descansa hasta el alba
en mis brazos la criatura,
mortal, culpable. A mis ojos, 
absolutamente bella.
No hay frontera entre alma y cuerpo:
a los amantes, echados 
en su falda tolerante
hasta el desmayo vulgar,
Venus les enseña en serio
una unión que no es del mundo,
amor y espera absoluta,
mientras visiones abstractas
entre rocas y glaciares
llevan al eremita el éxtasis carnal. 
Fidelidad y constancia
pasan al sonar las doce
como tañe una campana,
y los locos con tribuna
gritan su sermón de siempre.
Cada céntimo del precio
los temibles vaticinios 
pagaré, pero esta noche
ni un susurro va a faltar,
ni un pensamiento, ni un beso.
La ilusión nocturna muere:
que te roce el viento al alba 
la cabeza soñadora
y bendigas, dulce, el día
con los ojos y el corazón,
y el mundo mortal te baste;
y el seco mediodía no te sorprenda
sin la fuerza de un alimento involuntario,
y que, en las noches amargas,
todo amor humano te guarde.

Versión de Álvaro García.


El tiempo


La única función del tiempo es consumirse; arde sin dejar cenizas.

Elsa Triolet

Fot. anónima de la autora

domingo, 26 de noviembre de 2017

Deseo


TE DESEO

Te deseo primero que ames y que,
amando, también seas amado.
Y que, de no ser así, seas breve en olvidar
y que después de olvidar no guardes rencores.
Deseo, pues, que no sea así, pero que si es,
sepas ser sin desesperar.

Te deseo también que tengas amigos y que,
incluso malos e inconsecuentes, sean valientes y fieles,
y que por lo menos haya uno en quien puedas confiar sin dudar.

Y porque la vida es así, te deseo también que tengas
enemigos. Ni muchos ni pocos, en la medida exacta para que,
algunas veces, te cuestiones tus propias certezas.

Y que entre ellos, haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro.

Te deseo además que seas útil, mas no insustituible.
Y que en los momentos malos, cuando no quede nada más,
esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie.

Igualmente te deseo que seas tolerante;
no con los que se equivocan poco, porque eso es fácil,
sino con los que se equivocan mucho e irremediablemente,
y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que siendo joven no madures demasiado deprisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer y su dolor
y es necesario dejar que fluyan entre nosotros.

Te deseo de paso que seas triste,
no todo el año sino apenas un día.
Pero que en ese día descubras que la risa diaria es buena,
que la risa habitual es sosa y la risa constante es malsana.

Te deseo que descubras, con urgencia máxima,
por encima y a pesar de todo, que existen
y que te rodean seres oprimidos
tratados con injusticia, y personas infelices.

Te deseo que acaricies un gato, alimentes un pájaro
y oigas a un jilguero erguir triunfante su canto matinal,
porque de esta manera te sentirás bien por nada.

Deseo también que plantes una semilla,
por más minúscula que sea, y la acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuántas vidas está hecho un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero,
porque es necesario ser práctico.
Y que por lo menos una vez por año pongas algo
de ese dinero enfrente de ti y digas: “Esto es mío”,
sólo para que quede claro quién es el dueño de quién.

Te deseo también que ninguno de tus afectos muera
pero que, si muere alguno, puedas llorar sin lamentarte
y sufrir sin sentirte culpable.

Te deseo por fin que, siendo hombre, tengas una buena mujer,
y que, siendo mujer, tengas un buen hombre
mañana y al día siguiente, y que cuando estéis exhaustos
y sonrientes, aún sobre amor para empezar de nuevo.

Si todas estas cosas llegaran a pasar,
no tengo nada más que desearte.


Charli Howard for "All Woman project I"

Desempolvar


Desempolvar

El polvo es verbal. Billones de partículas de dios sabe qué, que se depositan sobre toda superficie, en cada rincón. Engendrando bichos que, debajo del microscopio, se convierten en monstruos grotescos y aterradores. Polvo que se acumula inadvertido e invisible hasta que llega el día en que se lo percibe, y entonces, repentinamente, uno se escucha decir que nunca se había dado cuenta de lo llena de polvo que estaba la casa. Polvo y telarañas. Telarañas no perturbadas por meses o incluso años. Ya pasa de castaño a oscuro. Compras un plumero, uno con mango telescópico. Lo abres y plumereas las paredes, debajo de los estantes altos, en los más inaccesibles rincones del salón. Lugares donde el plumero nunca sacó el polvo. Lugares en los que el polvo se apiló. Pasas el dedo por la saliente y lo sacas cubierto de suciedad de 1976. Polvo punk. Ahora es 2000. De lamer ese polvo, te preguntas, ¿te sabría al pasado? ¿El del polvo medieval, el del polvo romano, el antiguo polvo del crepúsculo celta? Recógelo y ofrécelo a la venta en vaso de colores. Polvo pagano, polvo de rinoceronte, polvo de dinosaurio. Polvo del milenio. Polvo removido con cepillo por los santos. Polvo de Cristo. Polvo de Buda. El polvo de nuestros ancestros. Desempolvar: si no fuera una metáfora del olvido podría ser un verbo feliz.

Richard Gwyn
de "Walking on bones"
Trad. de Jorge Fondebrider

Foto: Cuaderno de viaje de Annemarie Schwarzenbach

Sefiní


Basta por esta noche
cierro la puerta
me pongo el saco
guardo los papelitos donde no hago sino hablar de ti
mentir sobre tu paradero
cuerpo que me has de temblar.

Dejemos esto en claro
si estoy triste estoy triste.
Estoy triste porque no llueve y porque estás lejos
Estoy triste porque el té esta frío y no encuentro las llaves de mi casa
y porque no encuentro ni mis llaves ni mis puertas
Estoy triste porque el aire susurra lejos
y se hace esperar igual que el futuro
estoy triste porque el destino me propuso
una llamada a los deseos imposibles
y me rehúso a negar la propuesta
y porque la vida se rehúsa a dejar que se vayan lejos
Estoy triste porque no puedo dejar de tener fe en el valor de los débiles y los cobardes
vale decir que venceremos
Estoy triste porque el mundo da sus vueltas
y yo me niego a darme la vuelta y mirar el pasado con ojos de solemnidad
y ganas de destierro
y por los que no pueden hacer las paces con mis antes y sus antes
lejanos hoy
estoy triste por aquellos que no me dejan descansar en sus olvidos
porque no puedo irme a algún lugar lejano sin dejar espacios vacíos
estoy triste porque eres humano y así te quiero
con tus fallas, tus arranques estrepitosos y tus cadencias eternas
estoy triste porque fallas
y porque aseguras mi muerte, y a veces mi vida
pero lo más importante
estoy triste porque no llueve
porque el té está frío
y porque hoy me voy de ti sin ojos solemnes ni ganas de destierro
y porque la nostalgia se hace esperar y no llega
si estoy triste estoy triste, no me convenzan de lo contrario.

Después de tanto tiempo ahí vuelvo a aparecer... esto es mio.

Sefiní

Atelier Uhlandstrasse, Berlin, 1961-62

El ahora


20. 
Amanecer azul, 
gotas de lluvia sobre el buzón amarillo, 
colegialas con calcetines cortos y blancos. 
El ahora está bien, pensé.

"El peso del mundo"
Trad. Víctor Canicio

Centro blanco (1950)

sábado, 25 de noviembre de 2017

No es


NO ES

No es indiferente el lugar donde estamos.
Algunas estrellas se acercan entre sí peligrosamente.
También aquí abajo hay separaciones violentas de amantes
sólo para que el tiempo se acelere
con el latido de su corazón.

Las gentes sencillas son las únicas que no buscan la felicidad...

Versión de Clara Janés

viernes, 24 de noviembre de 2017

Llanura


LLANURA 

Lago. 
El lago. 
Hundidas 
las orillas. Bajo la nube 
la grulla. Blancos brillan 
los milenios de los pueblos 
de pastores. Con el viento 

subí monte arriba.
Aquí viviré. Un cazador 
era yo pero me venció 
la hierba. 

Enséñame a hablar, hierba, 
enséñame a estar muerto y a escuchar, 
largamente, y a hablar, piedra, 
enséñame a permanecer, agua, 
y por mí, viento, no preguntes.

"País de sombras ríos."
Ediciones Linteo
Trad. Clara y Alfonsina Janés

Fot.  Unidentified (American) 1930s
Gelatin silver print image.

Leyendo

The Walking Library, London, ca. 1930s

Leyendo


Madrid, 1932

Cita


CITA

Llevo
tal cantidad de vidas no narradas
debajo de mi falsa cabellera,
tal cantidad de fechas incumplidas.

No me digas jamás ni siempre.
Búscame.
Pues cómo de otro modo
iba a saber si estoy o si no he vuelto 
o cómo si he llegado o cómo cuánto
si el que ha llegado soy yo o el que me espera.

No encadenes a nadie al pie de nunca.

Ocúltame, solapa,
bajo el llanto tardío.


de "Interior con figuras"
Galaxia Gutenberg

jueves, 23 de noviembre de 2017

La última minucia


Aquello que otros hacen, aunque no
esté a la altura
de aquello que tú hiciste, te sobrepasará:
el tiempo es un patrón insensible que estrecha
fríamente la mano del que parte, y recibe
con los brazos abiertos, como dispuesto al vuelo,
a los recién llegados. La bienvenida ríe,
los adioses se marchan suspirando. No quieran
tus virtudes de antaño ganar hoy sus laureles.
La hermosura, el ingenio, la fortaleza física,
la nobleza, los méritos, la amistad, el amor,
la bondad… todo eso se halla preso del tiempo,
que lo injuria envidioso. Hay un rasgo común
a todos los mortales: es el elogio unánime
de la última minucia, aunque salga del molde
de las cosas pasadas. Y así, un poco de oro
sobre el polvo se aplaude más que el oro
empolvado.
Las miradas de ahora celebran lo de ahora.

de Troilo y Crésida III. III, 
en "Jardín circunmurado. Antología poética del teatro" 
Ed. Pre-Textos
selección y traducción de Christian Law Palacín

Vi a mi esposa


Saliendo de la peluquería vi a mi esposa, al otro lado de la calle, arrastrando su carrito de la compra. Parecía más cansada y frágil que en mi recuerdo. O quizá estaba regresando al modo de ver de los jóvenes, en el que los viejos son como una raza en la que todos parecen iguales. Posiblemente necesitaba traer a la memoria que la edad en sí misma no era una enfermedad.

Recordé haber hablado con ella la semana anterior, en la cama, semidormido, con un ojo abierto. Veía solo parte de su garganta, su cuello y hombro, y había observado su piel pensando que nunca había visto algo más importante ni más hermoso.

Ella echó un vistazo a través de la calle. Yo me congelé. Por supuesto, sus ojos pasaron por mí sin reconocerme. Siguió su camino.

Siendo, en cierto sentido, invisible, y, por tanto, omnisciente, podía espiar a los que había querido, o incluso utilizarlos y burlarme de ellos. Me había condenado a una soledad desagradable. Aún así, seis meses eran una porción pequeña de mi vida. ¿Cuál sería el propósito de mi nueva juventud? Había llevado una vida interior inquieta e innecesariamente dolorosa, pero, a diferencia de Ralph, no me sentía insatisfecho ni había deseado ser violinista, audaz explorador, o aprender a bailar el tango. Había tenido proyectos en abundancia

Hanif Kureishi
El cuerpo
Anagrama, 2006
Trad. Roberto Frías

Fot. Miroslav Tichý

He perdido algo


He perdido algo que era esencial para mí, y que ya no lo es. No me es necesario, como si hubiese perdido una tercera pierna que hasta entonces me impedía caminar, pero que hacía de mí un trípode estable. He perdido esa tercera pierna. Y he vuelto a ser una persona que nunca fui. He vuelto a tener lo que nunca tuve: solo dos piernas. Sé que únicamente con dos piernas es como puedo caminar. Pero la ausencia inútil de la tercera me hace falta y me asusta; era ella la que hacía de mí algo hallable por mí misma, y sin necesitar siquiera inquietarme por ello.
¿Estoy desorganizada porque he perdido lo que no necesitaba? En esta mi nueva cobardía -la cobardía es lo más nuevo que me acontece, es mi mayor aventura, esa mi nueva cobardía, que es como despertarse por la mañana en casa de un desconocido- no sé si tendré valor para simplemente marchar. Es difícil perderse. Es tan difícil, que probablemente prepararé deprisa un modo de hallarme, incluso aunque hallarme sea nuevamente la mentira en que vivo. Hasta ahora hallarme era tener una idea de la persona en la que insertarme: en esa persona organizada me encarnaba, y en lo mismo sentía el gran esfuerzo de construcción que era vivir. La idea que me hacía persona procedía de mi tercera pierna, de la que me sujetaba al suelo. Pero ¿y ahora? ¿Seré más libre?

Clarice Lispector
La pasión según G.H
Ed. Siruela, 2017
Trad. Alberto Villalba.

Fot. Édouard Boubat
"Lella au Concarneau", 1948

miércoles, 22 de noviembre de 2017

El que espera siempre lo consigue


Todas las mañanas encendía la radio que le había prestado una compañera de cuarto, María de la Peña, la ponía bien bajito para no despertar a las otras, sintonizaba invariablemente Radio Reloj, que daba "la hora exacta y noticias culturales", y nada de música, solo el tictac de gotas que caen; una gota por minuto transcurrido. Sobre todo, esa emisora aprovechaba los intervalos entre aquel goteo de minutos para dar anuncios comerciales; ella adoraba los anuncios. Era una radio perfecta porque también entre el gotear del tiempo brindaba lecciones breves de las que tal vez algún día tuviese necesidad. Así fue como aprendió que el emperador Carlomagno era llamado Carolos en su tierra. Por cierto que nunca encontró el modo de aplicar esa información. Pero nunca se sabe, el que espera siempre lo consigue. También se enteró de que el único animal que no se ayunta con su hijo es el caballo.

Clarice Lispector
La hora de la estrella
Ed. Siruela, 2013
Trad. Ana Poljak

Creo


CREO

Creo en el poder de la imaginación para rehacer el mundo, para soltar las riendas de la verdad dentro de nosotros, para demorar la noche, para trascender la muerte, para congraciarnos con los pájaros, para ganarnos la confianza de los locos.

Creo en mis propias obsesiones, en la belleza de los choques de autos, en la paz de los bosques sumergidos, en la excitación de las playas de vacaciones cuando están desiertas, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos de muchos pisos, en la poesía de los hoteles abandonados.

Creo en las pistas olvidadas de las Islas Wake, apuntando hacia los Pacíficos de nuestra imaginación.

Creo enla misteriosa belleza de Margaret Thatcher, con el gancho de su nariz y el brillo de su belfo; en la melancolía de los conscriptos argentinos heridos; en mi sueño de Margaret Thatcher acariciada por ese joven soldado argentino en un olvidado motel de carretera mientras los vigilan con el tubo de un tanque de gasolina.

Creo en la belleza de todas las mujeres, en la perfidia de sus imaginaciones, tan próximas a mi corazón; en el momento que apoyan sus cuerpos desencantados sobre el encantado cromo de los mostradores en los automercados; en la calidez con que toleran mis propias perversiones.

Creo en la muerte del mañana, en la fatiga del tiempo, en nuestra búsqueda de un tiempo nuevo dentro de la sonrisa de las azafatas en los autobuses de larga distancia y dentro de los ojos cansados de los hombres que controlan el tránsito en los aeropuertos fuera de temporada.

Creo en los órganos genitales de los grandes hombres y mujeres, en las 69 posiciones de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Lady Di, en los dulces olores que emanan de sus labios cuando ellos miran las cámaras del mundo entero.

Creo en la locura, en la verdad de lo inexplicable, en el sentido común de las piedras, en el humor lunático de las flores, en las enfermedades aportadas a la raza humana por los astronautas del Apolo.

Creo en nada.

Creo en Max Ernst, Paul Delvaux, Dalí, Goya, Ticiano, Leonardo, Vermeer, De Chirico, Magrite, Redon, Durero, Tanguy, el cartero Cheval, las torres Watts, Bocklin, Francis Bacon y todos los artistas invisibles recluidos en los psiquiátricos del planeta.

Creo en la imposibilidad de la existencia, en el humor de las montañas, en el absurdo del electromagnetismo, en la farsa de la geometría, en la crueldad de la aritmética, en el propósito asesino de la lógica.

Creo en las adolescentes, en cómo se corrompen a sí mismas por la posición que adoptan sus largas piernas, en la pureza de sus cuerpos desarreglados, en los vellos púbicos que dejan en los baños de los moteles más infames.

Creo en el vuelo, en la belleza de las alas y en la belleza de todo lo que ha volado siempre, en la piedra arrojada por un niño con la misma sabiduría de los estadistas y de las parteras.

Creo en la delicadeza de los bisturís quirúrgicos, en la ilimitada geometría de las pantallas de cine, en el universo oculto dentro de los supermercados, en la soledad del sol, en la charlatanería de los planetas, en la repetitividad de nosotros mismos, en la inexistencia del universo y en el aburrimiento del átomo.

Creo en el desarreglo de los sentidos: en Rimbaud, William Burroughs, Huysmans, Genet, Celine, Jonathan Swift, Defoe, Carroll, Coleridge, Kafka.

Creo en la inexistencia del pasado, en la muerte del futuro y en las infinitas posibilidades del presente.

Creo en los diseñadores de las pirámides, del Empire State, del bunker de Hitler en Berlín, de las pistas de aterrizaje en las islas Wake.

Creo en los olores del cuerpo de Lady Di.

Creo en los próximos cinco minutos.

Creo en la historia de mis pies.

Creo en los dolores de cabeza, en el aburrimiento de los atardeceres, en el miedo de los calendarios, en la traición de los relojes.

Creo en la ansiedad, en la psicosis y en la desesperación.

Creo en las perversiones, en las obsesiones con árboles, princesas, primeros ministros, bombas de gasolina muertas (más hermosas que el Taj Mahal), nubes y pájaros.

Creo en la muerte de las emociones y en el triunfo de la imaginación.

Creo en Tokio, Benidorm, la isla Wake, Eniwetok, Plaza Dealey.

Creo en el alcoholismo, en las enfermedades venéreas, en la fiebre y en el agotamiento.

Creo en el dolor.

Creo en la desesperación.

Creo en todos los niños.

Creo en los mapas, diagramas, códigos, juegos de ajedrez, rompecabezas, horarios de aviones, tableros de aeropuertos.

Creo en todas las excusas.

Creo en todas las razones.

Creo en todas las alucinaciones.

Creo en todos los pleitos.

Creo en todas las mitologías, recuerdos, mentiras, fantasías, evasiones.

Creo en el misterio y en la melancolía de una mano, en la gentileza de los árboles, en la sabiduría de la luz.

J.G. Ballard
Trad. Tomás Eloy Martínez

Foto de Formento + Formento

martes, 21 de noviembre de 2017

Cuarentena


CUARENTENA

En la peor hora de la peor estación
Del peor año de todo un pueblo
Un hombre sale de su taller con su esposa,
Él caminaba -ambos caminaban- hacia el norte.

Ella estaba enferma por la fiebre del hambre y no podía mantenerse en pie.
Él la levantó y se la echó a la espalda.
Él caminaba hacia el oeste y el oeste y el norte,
Hasta que al anochecer llegaron bajo las estrellas de helada.

Por la mañana fueron encontrados muertos,
De frío. De hambre. De las toxinas de toda una historia,
Pero los pies de ella se mantenían contra el pecho de él
El último calor de su carne fue su último regalo para ella.

No dejes que ningún poema de amor llegue a este umbral.
No hay lugar aquí para la alabanza inexacta
De la gracia fácil y de la sensualidad del cuerpo.
Sólo hay tiempo para este inventario sin piedad:

Su muerte juntos en el invierno de 1847.
También lo que sufrieron. Cómo vivieron.
Y qué hay entre un hombre y una mujer.
Y en qué oscuridad se puede demostrar mejor.

Versión de Antonio Linares Familiar

Fotografía


Si los ojos viesen como ve la fotografía de Boubat, ¿podrían soportarlo? Pienso en ciertas fotografías de niños. De niños que descubren de pronto que los fotografían, divididos entre el temor, la maravilla, la sorpresa inicial del “¿por qué nosotros y no otros?”, “¿por qué nosotros y no otra cosa?” Pienso también en ciertos paisajes de países extranjeros, de cosechas, de niñas de primera comunión, y en una gran cantidad de instantes cuyo sentido es imposible determinar, título -de instantes arrancados al curso de días precisamente iguales a los otros, al curso de vidas, iguales también- de instantes de luz, fulgor de una felicidad inexplicable, imposible de nombrar, tan fugitiva como el viento -de pasajes misteriosos en ciertos lugares, a ciertas horas, en paisajes desiertos o en el momento crucial de crepúsculos, soplo destructivo del amor. La fotografía de Boubat -en particular las de mujeres- opera siempre en un campo que sobrepasa el de su representación. Mientras testimonia de un rostro, de lo más irreemplazable de su identidad, testimonia al mismo tiempo de la fragilidad de esta y de su condición mortal. De lo que no es reemplazable y sin embargo se pierde en una morfología universal. Cuando Boubat capta la singularidad ineluctable de un rostro parecería que fuese siempre en el momento mismo en que menos se lo espera, aquel en que el rostro abandona su identidad para perderse en lo que existe al mismo tiempo que él, cerca o lejos de él, en otro lugar o al lado, o perdido, o muerto. Édouard Boubat me dijo un día que la fotografía tenía un misterio que le era propio. Decía también que la fotografía tenía una verdad que no estaba emparentada con nada, ni con el cine, ni con la escritura, ni con la pintura. Pero que todo esto lo tenían que descubrir los otros, no los fotógrafos. Lo que creo comprender aquí es que toda fotografía, de una manera o de otra, es la de uno. Que no hay fotografía que no testimonie de uno.

Marguerite Duras
Los ojos verdes
Ed. Plaza y Janés, 1993
Trad. Chantal Delmas

Fot. Édouard Boubat
Salamanca, 1956

Construir, plantar


Construir, plantar, sea cual sea la intención, alzar la columna o tender el arco, ensanchar la terraza o enterrar la gruta, para todo ello jamás se ha de olvidar la naturaleza. Pero tratemos a esta diosa como a un hada púdica; no la cubramos mucho ni la dejemos totalmente desnuda; que todas sus bellezas no se descubran por doquier, porque medio ingenio está en cubrir decentemente. Se llevará la palma quien con placer confunda, sorprenda, varíe y oculte los límites.
Consultemos para todo al genio del lugar: él dice si las aguas se elevan o caen, o ayuda a las colinas ambiciosas a escalar el cielo, o extrae del valle teatros envolventes; él convoca al paisaje, atrae los claros que se abren, une los bosques serviciales, y hace variar las sombras; a veces frustra las intenciones, y a veces las orienta; pinta cuando plantamos y diseña cuando trabajamos.

Alexander Pope
Epístola a lord Burlington, 1731

Fot. Brigitte Carnochan

lunes, 20 de noviembre de 2017

La pasión


Aquel día, pues, él conoció una de las formas extrañas de la estabilidad: la estabilidad del deseo irrealizable. La estabilidad del ideal intangible. Él, que era un ser consagrado a la moderación, se sintió por primera vez atraído por lo inmoderado: una atracción por el extremo imposible. En una palabra, por lo imposible. Y por primera vez sintió, en consecuencia, amor por la pasión.
Y fue como si se le curase la miopía y viese el mundo claramente. Fue la visión más simple y profunda que hubiera tenido del Universo donde había vivido y viviría.

Clarice Lispector
Miopía progresiva
de Felicidad clandestina
Ed. Grijalbo, 1988
Trad. Marcelo Cohen Levis Chokler

Fot. Brigitte Carnochan

Leyendo


Anny Andersson in her home, 1910, Sweden

Leyendo


Le Voyage Mexicain, 1965-66

Un escritor


UN ESCRITOR

El escritor más enigmático de todos los tiempos ha sido, seguramente, Jesús. Los Evangelios nos lo presentan escribiendo una sola vez y no lo hace en papel sino, con un palito, en la tierra, en el transcurso de la prodigiosa escena de la mujer pillada cometiendo adulterio. No sabremos nunca lo que escribió o si escribió algo, o si solo dibujó. Debió de ser, sin embargo algo importante, pues Jesús estaba tan absorto, inclinado sobre aquellos signos perecederos, que los judíos tuvieron que preguntarle varias veces qué había que hacer con la mujer antes de que él diera esa respuesta inolvidable: "Aquel de vosotros que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra". La mayoría de los judíos sabían leer y, por otro lado, el nuevo maestro era extremadamente importante para ellos. ¿Por qué ninguno leyó lo que había escrito? ¿Por qué las inmensas bibliotecas de Occidente descansan sobre los hombros de dos hombres que no dejaron escritos a su paso, Sócrates y Jesús? ¿Cuál es la diferencia entre la sabiduría que no escribe y la inteligencia que llena las bibliotecas a favor o en contra de la sabiduría? Incluso aunque no dejara libros, Jesús -no lo olvidemos- vivió la epopeya de un pueblo, sus salmos, su canto de amor y, a través de Job, su desesperación. El hombre de Nazaret quiso ser el índice y la culminación de ese libro. La escena del perdón a la mujer que ha cometido un pecado me parece la parábola central del Evangelio, y el texto que quedó en la tierra, la más bella obra de la humanidad y, tal vez, su definición.

Mircea Cãrtãrescu
El ojo castaño de nuestro amor
Ed. Impedimenta
Trad. Marian Ochoa de Eribe

Fot. Alan Sonfist
Myself Becoming One with the Tree, 1969

domingo, 19 de noviembre de 2017

El fuego


EL FUEGO

El fuego hace una ordenación: primero, todas las llamas se mueven en un sentido…

…..(No se puede comparar el modo de andar del fuego más que con el de los animales: debe dejar un lugar para ocupar otro; camina a la vez como una ameba y como una jirafa, salta con el cuello, repta con un pie)…

…..Luego, mientras las masas contaminadas con método se desploman, los gases que escapan se van transformando en una sola rampa de mariposas.

Francis Ponge
de "La soñadora materia"
Galaxia Gutenberg, 2006
Trad. Miguel Casado.

Fot. Laurent Millet

En un puerto del Mediterráneo


EN UN PUERTO DEL MEDITERRÁNEO

Yo no sé qué es lo más importante: 

El dulzor especiado del amargo café 
mezclado con el sabor del primer cigarrillo de la mañana 
o el olor a pescado y barcos recién pintados. 
Los desteñidos vestidos tendidos en cuerdas entre almendros en flor 
o las montañas que los resaltan... 

No, ninguna de esas cosas sola, sino todas juntas 
desvelan que yo he aniquilado algo 

y que su presencia me va a torturar el resto de mi vida 
porque no le hice caso mientras estuvo aquí.

en "Alrededores", 1972
de "Nuestro amor es como Bizancio"
Versión de Francisco Uriz
Editorial Lumen

sábado, 18 de noviembre de 2017

Es hermoso el vapor


“Es hermoso el vapor”, dijo frente a un tazón de té verde.

¿Es el propio vapor o la fluidez de sus movimientos lo que la deleita?

Ella recuerda aquellos de las aguas termales del sur de Japón. Subían directamente hacia el cielo azul y frío del invierno.

Cada capa de vapor que se eleva podría revelar un secreto, pero en seguida viene otra a ocultarlo:

También le gusta agitar suavemente su taza de té para ver las hojas girar.

Y observarlas como las algas al fondo del agua, profundidades marinas en miniatura.

Ito Naga (Francia 1957)
de Iro Mo ka Mo
Edit. Cheyne éditeur
Trad. Daniela Camacho

viernes, 17 de noviembre de 2017

Oficio y finalidad



Oficio y finalidad.

Repetir una y otra vez
aquello de que se carece
a fin de que a fuerza de insistirlo
quede creado:
dibujar en el aire
hasta que el sonido del rasgo
se convierta en silencio.
Y así, cada piedra contenga su rostro:
y cada instante de sordera contenga su voz;
y cada partícula de obscuridad
revele el sol de su presencia,
y cada gota de muerte
devenga semilla.
Se trata de buscar la palabra
para callarla.

Ed. Pre-Textos

jueves, 16 de noviembre de 2017

Sísifo


Recientemente, durante un domingo lluvioso de otoño, atravesé en tranvía el mercado que existe cerca de la torre de Sukharev. En una extensión de medio kilómetro, el coche dividió una multitud compacta, que volvía a cerrarse detrás de nosotros. Desde la mañana hasta la noche, estos millares de hombres, casi todos hambrientos y andrajosos, pisan el suelo fangoso, disputan, se engañan y se aborrecen. Es lo mismo que lo que ocurre en todos los mercados de Moscú y de las otras ciudades. Esos hombres pasarán sus veladas en las tabernas, y por la noche se esconderán en sus agujeros y zahúrdas. El domingo es para ellos un gran día. El lunes vuelven a empezar su existencia maldita.
Reflexionando sobre la existencia de esos hombres, pensando en el estado que dejan y en el que escogen, considerad a qué trabajos se entregan, y veréis que son unos mártires.
Todos ellos han abandonado sus campos, sus casas, sus padres y sus hermanos, y a menudo a sus mujeres y a sus hijos.
Han renunciado a todo, y han acudido a la ciudad para adquirir lo que el mundo cree necesario.
Todos hacen lo mismo, desde el obrero de la fábrica, el cochero, la costurera, la prostituta, hasta el comerciante enriquecido, el empleado, y sus mujeres, sin hablar de las docenas de miles de desdichados que todo lo han perdido, y que viven de desperdicios y de aguardiente en los asilos de noche.
Examinad esa multitud desde el pobre al rico; buscad a quien se crea satisfecho y estime poseer lo que el mundo cree necesario, y no hallaréis uno entre mil. Todos se dirigen a adquirir lo que el mundo impone, y cuya ausencia constituye para ese mismo mundo una desdicha. Pero tan pronto como han adquirido lo codiciado, el mundo presenta otra cosa más necesaria, y el trabajo de Sísifo obra eternamente.

León Tolstói
Lo que yo pienso de la guerra

Fot. La familia Tolstói en 1910

Leyendo


Las señoritas Blount, c.1900

La puerta estrecha


Lucile Bucolin era muy hermosa. Un pequeño retrato suyo que he conservado me la muestra tal como era entonces, con un aire tan juvenil que se la hubiera tomado por la hermana mayor de sus hijas, sentada de lado, en aquella postura que le era habitual: la cabeza inclinada sobre la mano izquierda, cuyo meñique se doblaba con un gesto afectado hacia los labios. Una redecilla de gruesas mallas retiene la masa de sus cabellos espesos, medio recogidos en la nuca, y en el escote, pendiendo de una cinta de terciopelo negro, un medallón de mosaico italiano. El cinturón de terciopelo negro, con gran nudo flotante, y el sombrero de paja ligera y ala muy ancha, que ella ha colgado en el respaldo de la silla, acentúan su aspecto juvenil. La mano derecha, caída, sostiene un libro cerrado.

André Gide
La puerta estrecha
Ed. Debolsillo, 2012
Trad, Blanca Torrents

Albert Watson
Nathalie, 1988

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Leyendo

Roberto Donetta (1865-1932)

Recorridos marginales


Elegíamos para nuestro viaje de novios de unas nupcias imposibles unos recorridos marginales y extraños, callejuelas que ya no existen (tal y como en mi mente envilecida no queda ya espacio para el amor), con casas rosas, con marquesinas de cristal coloreado, con adelfas en flor en los patios, con gatitos revolcándose en la hierba. Nos deteníamos para molestar a las arañas gordas que colgaban entre las rosas, nos perdíamos por callejones olvidados de la mano de Dios, con construcciones espectrales, con gorgonas que sostenían ventanas ciegas, con leones de piedra y dragones de cemento, rotos y amarillentos, cabalgados por niñas con gafas. Cuando vuelvo a pasar hoy en día, por casualidad, por alguno de aquellos lugares, veo nítidamente aún la marca de la vacuna de su brazo desnudo y sudoroso y siento todavía aquel encogimiento del corazón y de los testículos, aquella contracción de las glándulas internas y de la glándula más sutil que secreta el Tiempo; las glándulas del rabillo de mis ojos secretan entonces serotonina. Así que el plano de mi ciudad está salpicado de vórtices y remolinos de nostalgia pura.

Mircea Cãrtãrescu
El ojo castaño de nuestro amor
Impedimenta, 2016
Trad. M. A. Ochoa de Eribe

Numeración incorrecta


"Un día me compraré un caballo de éstos. Rosa y con alas", dice la niña y señala, en el libro abierto sobre sus muslos, la foto de un flamenco. 
El hombre, alentado por tanta inocencia, se quita la chaqueta, estrecha su acercanza y escarba los bordes de la hoja sesgada mientras le explica que alguien arrancó una página entre definición e imagen, que después del doce no viene el quince y que imagínate si Genghis Khan hubiera dominado Mongolia sobre un ave de tan frágiles patas. 
Como si la niña no supiera. Como si no apretara en su puño la hoja extirpada. Como si las cosas no pudieran ser de otra forma.

Isabel González
Numeración incorrecta

Fot. Inta Ruka

martes, 14 de noviembre de 2017

No se avergonzaba


No se avergonzaba ante ella
por su vieja ropa interior de algodón
y sus calcetines agujereados.
Ante ella
se desnuda
como se desnudan
las urgencias del amor,
para descender
como un rey
sobre su cuerpo.

Maram al-Masri
de "Cerezas rojas sobre losas blancas"
Trad. Rafael Ortega