domingo, 31 de diciembre de 2017

Altazor


Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.
Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.
Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la noche.
Amo la noche, sombrero de todos los días.
La noche, la noche del día, del día al día siguiente.
Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos.
Una tarde, cogí mi paracaídas y dije: «Entre una estrella y dos golondrinas.» He aquí la muerte que se acerca como la tierra al globo que cae.
Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcoiris.
Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte.
(...)

Vicente Huidobro
Altazor
Ed. Cátedra, 2005

sábado, 30 de diciembre de 2017

Leyendo


París, 1938

Clea


Me volví a hundir en el sueño; cuando desperté sobresaltado, el lecho a mi lado estaba vacío y la bujía se había extinguido. Clea estaba de pie junto a la ventana; había corrido las cortinas y contemplaba desnuda y esbelta como un lirio oriental el amanecer que se derramaba sobre los derruidos techos de la ciudad árabe. Y en aquel amanecer primaveral denso de rocío, que se insinuaba en silencio de la ciudad antes aún de que la despertase el canto de los pájaros, oí la voz dulcísima del muecín ciego de la mezquita que recitaba el Ebed, una voz suspendida como un caballo en el alto aire alejandrino mecido por las hojas de las palmeras.
-Alabo la perfección de Dios, el Eterno; la perfección de Dios, el Amado, el Existente, el Singular, el Supremo; la Perfección de Dios, el Único, el Solo…
La hermosa plegaria crecía en espirales de luz, atravesaba la ciudad. Yo observaba la grave y apasionada intensidad con que Clea, de espaldas a mí, contemplaba estática y despierta el nacimiento del sol, cuyos resplandores acariciaban ya los minaretes y las palmeras. Percibí el olor cálido de su pelo en la almohada. Como aquel brebaje que la Cábala llamaba en un tiempo “La Fuente de Todo lo Existente”, me sentía poseído por el júbilo de una libertad totalmente desconocida.
-Clea- llamé en un susurro.
Pero ella no me escuchaba; entonces me dormí otra vez. Sabía que Clea habría de compartir conmigo todas las cosas, que no retendría para sí nada, ni siquiera la mirada cómplice que las mujeres reservan tan sólo a sus espejos.

Ed. Edhasa, 2008
Trad. Matilde Horne

Dib. Alexis Díaz

viernes, 29 de diciembre de 2017

Cumpleaños


¡Oh!, todo estaba encendido.
La música impelía torpemente
hacia adelante y hacia atrás.
Entraban y salían gentes desconocidas.
Y había muchas voces y lenguas diversas.
Pero la que más recuerdo es la tuya,
la que no se oía.

Cumpleaños

Alone with alone, 2006

jueves, 28 de diciembre de 2017

Primeras citas


El breve instante en que estamos juntos
lo celebramos como una epifanía,
solos en la tierra. Y tú, más intrépida
y más ligera que un ala de pájaro,
volabas los peldaños como un vértigo desde lo alto,
arrastrándome a través de las lilas a tu imperio,
allá lejos, más allá del espejo.

Cuando llegó la noche y se me otorgó la gracia
se abrió por fin la puerta del altar
donde, resplandeciente en la sombra,
tu desnudez se inclinaba lentamente.

Y al despertar dije: “Bendita seas por siempre”
y comprendí la audacia de mi bendición, pues dormías
y las lilas sobre la mesa buscaban
rozarte para teñir tus párpados
con un dedo de azul, color del universo.

Sombreado de azul estaba quieto tu párpado,
tu frente serena, tu mano tibia.
En el cristal palpitaban los ríos,
brillaban los mares, se ocultaban las cimas
y en tu palma, sobre un trono,
sostenías esa esfera de cristal,
¡oh, justo cielo! ¡Y me pertenecías!

Despertaste… Un instante después
transfigurabas el vocabulario de todos los días.
Vibrantes las palabras desbordaban
plenas de vida, y la palabra tú
nos reveló un sentido de luz.

Hasta los simples objetos familiares
–palangana, jarra— todo se transfiguró
cuando entre nosotros, erguida como un dique,
acechaba el agua dura y estratificada.
Nos dejábamos llevar sin saber adónde.
frente a nosotros, cual espejismos
milagrosamente edificados, las ciudades se apartaban.

A nuestros pies se tendía la mejorana,
el pájaro seguía nuestras lejanas caminatas
y los peces remontaban la corriente,
se abrían para nosotros los celestes espacios…

Cuando el destino, con una navaja en la mano,
seguía nuestras huellas como un demente.

Primeras citas
Traducción de Javier Sicilia y Georges Voet

Yo te conozco


Yo te conozco

Yo te conozco, tú eres la profundamente cimbrada,
yo, el traspasado, estoy sometido a ti.

¿Dónde arde una palabra que nos engendre a ambos?

Tú —tan, tan real. Yo —tan delirante.


 de Giro del aliento, 1967


La ofrenda


Nunca fui muy bueno con los exámenes. Y no es que fuera lo que se llama un mal alumno. Cuando adivinaba lo que esperaban de mí, pues bien, lo daba. Convertía el arte de aprender en un arte muy sutil de la ofrenda: es preciso dar al otro lo que espera para él, no lo que deseas para ti. Lo que él espera, no lo que tú eres. Porque lo que espera nunca es lo que eres, siempre es otra cosa. Así que aprendí desde muy temprano a dar lo que no tenía. La escritura debió comenzar así. La escritura, el amor y todo lo demás.

Christian Bobin
Elogio de la nada
Presencia ediciones, 2016
Trad: Josep María Pinto.

Fot. Barbara Parmet

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Leyendo


No se ve, pero hay una persona leyendo

Greenwich Village, New York City, 1963

Todas las mariposas


Todas las mariposas son muertos. Es así como las vivían los romanos. Todos los rayos de sol en las ramas -a poco que el viento las mueva- son mariposas.
Todos los rayos de sol son muertos.

Pascal Quignard
Pequeños Tratados
Editorial Sexto Piso
Trad. Miguel Morey

Facsímil


223 eran el número de pecas de la amada. Relee los mensajes que le mandaba: son hermosos, divertidos. Párrafos largos, frases vivas, complejas. Palabras cálidas. Ella escribe mejor que él. Recuerda cuando manejó cinco horas para verla cinco minutos. No, fueron diez minutos, fue la tarde entera, pero le gusta pensar que fueron diez minutos. Recuerda las olas, las rocas. Nunca se acostumbró a estar con ella. Nunca se acostumbró a estar sin ella. Recuerda cuando decía, en un susurro, como para sí misma: todo está bien.

Alejandro Zambra
Facsímil
Ed. Sexto Piso, 2015

martes, 26 de diciembre de 2017

Lela


LELA

Están as nubes chorando
por un amor que morreu.
Están as rúas molladas
de tanto como choveu.

Lela, Lela,
Leliña por quen eu morro,
quero mirarme
nas meniñas dos teus ollos.

Non me deixes
e ten compasión de min.
Sen ti non podo,
sen ti non podo vivir.

Dáme alento das túas palabras,
dáme celme do teu corazón,
dáme lume das túas miradas,
dáme vida co teu dulce amor.

Lela, Lela,
Leliña por quen eu morro,
quero mirarme
nas meniñas dos teus ollos.

Non me deixes
e ten compasión de min.
Sen ti non podo,
sen ti non podo vivir.

"Os vellos non deben de namorarse"
Lance primeiro, 2ª escena



No deshagas la maleta


¡No deshagas la maleta! Inconscientemente 
podría ocurrírsete desparramar su contenido 
lo que te tentaría a ver un dibujo 
como el de las letras de la palabra hogar. 
Donde algo careciera de simetría 
querrías tal vez colocar una planta 
regada y empezar a querer apreciada. 

¡No deshagas la maleta! Podría 
estallar la guerra. O lo que es aún peor: 
Podrías imaginarte que estabas enamorado 
y como una inevitable consecuencia 
mudarte a una calle con un nombre 
y que las calles, no como ahora, no solo fueran calles 
sino el caminar de los condenados a muerte en ellas. 

¡No deshagas la maleta! Es mejor 
ponerte una camisa arrugada 
que una que haya estado tendida en un balcón 
con vistas a algunas islas brumosas 
y haya sido planchada por una mano amorosa, 
es preferible el olor a naftalina que a espliego. 
Podrías creer que eres una flor. 

!No deshagas la maleta! Déjala 
junto a la pared en una habitación desnuda
donde una bombilla desnuda 
no te deja dudar ni un instante 
de dónde estás y quién eres en la Tierra. 

¡No deshagas la maleta! Ni un segundo 
antes de que puedas prescindir completamente de ella. 
Y déjala en su sitio.

No deshagas la maleta
Versión de Francisco Uriz
Editorial Lumen

Deena de Dos , Sceaux 1955

La tierra giró para acercarnos


La tierra giró para acercarnos,
giró sobre sí misma y en nosotros,
hasta juntarnos por fin en este sueño,
como fue escrito en el Simposio.
Pasaron noches, nieves y solsticios;
pasó el tiempo en minutos y milenios.
Una carreta que iba para Nínive llegó a Nebraska.
Un gallo cantó lejos del mundo,
en la previda a menos mil de nuestros padres.
La tierra giró musicalmente llevándonos a bordo;
no cesó de girar un solo instante,
como si tanto amor, tanto milagro
sólo fuera un adagio hace mucho ya escrito
entre las partituras del Simposio.

La tierra giró para acercarnos

Leyendo


lunes, 25 de diciembre de 2017

Elegía


Aprende
A no esperar por ti pues no te encontrarás

En el instante de decir sí al destino
Incierta te detuviste enmudecida
y los océanos después sin prisa te rodearon

A eso llamaste Orfeo Eurídice-
Incesante intensa la lira vibraba al lado
Del desfilar real de tus días
Nunca se distingue bien lo vivido de lo no vivido
El encuentro del fracaso-
Quién se acuerda del fino escurrir de la arena en el reloj
Cuando se alza el canto
Por eso la memoria sedienta quiere venir a la superficie
En busca de la parte con la que no diste
En el ronco instante de la noche más callada
O en el secreto jardín a orillas del río
En junio

Elegía
Versión de Diana Bellessi

Foto: Sophia en Vila Praia de Âncora, 1950

Estoy cansado, claro


Estoy cansado, claro,
Porque a esta altura uno tiene que estar cansado.
De qué estoy cansado, no lo sé;
Y de nada serviría saberlo,
Porque el cansancio seguiría igual.
La herida duele porque duele,
No en función de la causa que la ha abierto.
Sí, estoy cansado
Y un poco sonriente
De que el cansancio sea sólo esto:
Ganas de dormir en el cuerpo,
Deseo de no pensar en el alma
Y por encima de todo una transparencia lúcida.



Descartes


"No evoluciono: viajo", escribió Pessoa.
De algún modo esto me recuerda que en ocasiones se puede conocer mejor a un hombre por todo lo que desdeña que por lo que aprecia, y me recuerda también que, como creo que dice Piglia, en la literatura no existe lo que llamamos 'progreso', del mismo modo que uno no sueña mejor a lo largo del tiempo: tal vez lo que más se aprende a medida que se escribe es lo que se prefiere no hacer; seguramente avanzamos por descartes.

Enrique Vila-Matas
Mac y su contratiempo
Ed. Seix Barral, 2017

Collage Katrien de Blauwer

Dejar de ser


Asumir la fatiga hasta el máximo: hasta dejar de escribir, de respirar.
Abandonarse. 
Dar paso libre al dejar de ser.


Ed. Tusquets, 1999

sábado, 23 de diciembre de 2017

La propia noche


Nunca he tenido otra dirección ni más camino que la pasión que no se agota en mí y que no se retira de mi vientre, de los bajos de mi vientre, de mis pulmones, de mis manos, de mi cabeza y que, a cada instante en que tengo la convicción de que está a punto de abandonarme, regresa sin cesar como una resaca. Pasión que es sonar en silencio. Escribir. Resonar con una especie de estruendo en el silencio del cuerpo. Resonar más allá del agua negra, resonar en algo que es como la noche del mundo antiguo. Pueden usarse las palabras que se quieran. Es lo que dio lugar a que Jerónimo caracterizase el silencio de Asella como un "silencio parlante". Un silentium loquens. Toda obra escrita, verdaderamente escrita, es un silencio que habla. Es golpear un tambor de seda para llamar a una mujer que se niega; y hacer que la pena por esta negativa acabe matando. Corro; acelero el paso hacia unas hojas muy pequeñas y los flancos fantasmas de los abedules. Su corteza es agrietada y blanca como una ola de tempestad. He visto a los finlandeses emplear sus hojas a modo de té y sumergirlas en cacerolas negras. Acelero el paso para inmovilizarme aún más. Toco la página. Me alelo en el silencio. Me avengo a cuanto esta necesidad ordena, sin saber adónde pretende conducir. Nunca le hago preguntas al silencio. No se interroga con palabras a lo otro del lenguaje. Me arrebata más obedecer con los ojos cerrados a mi propia noche.

TRATADO 1. TRATADO SOBRE CORDESSE
Ed. Sextopiso \ Kurimanzutto
Trad. Miguel Morey

Fot. Mert Alas & Marcus Piggott
Natalia Vodianova, 2006

viernes, 22 de diciembre de 2017

La plantita de trébol


La primera mentira que Julio le dijo a Emilia fue que había leído a Marcel Proust. No solía mentir sobre sus lecturas, pero aquella segunda noche, cuando ambos sabían que comenzaban algo, y que ese algo, durara lo que durara, iba a ser importante, aquella noche Julio impostó la voz y fingió intimidad, y dijo que sí, que había leído a Proust, a los diecisiete años, un verano, en Quintero. Por entonces ya nadie veraneaba en Quintero, ni siquiera los padres de Julio, que se habían conocido en la playa de El Durazno, iban a Quintero, un balneario bello pero ahora invadido por el lumpen, donde Julio, a los diecisiete, se consiguió la casa de sus abuelos para encerrarse a leer "En busca del tiempo perdido". Era mentira, desde luego: había ido a Quintero aquel verano, y había leído mucho, pero a Jack Kerouac, a Heinrich Böll, a Vladimir Nabokov, a Truman Capote y a Enrique Lihn, que no a Marcel Proust.

En la historia de Emilia y Julio, en todo caso, hay más omisiones que mentiras, y menos omisiones que verdades, verdades de esas que se llaman absolutas y que suelen ser incómodas.

La de Emilia y Julio fue una relacion plagada de verdades, de revelaciones íntimas que constituyeron rápidamente una complicidad que ellos quisieron entender como definitiva. Ésta es, entonces, una historia liviana que se pone pesada. Ésta es la historia de dos estudiantes aficionados a la verdad, a dispersar frases que parecen verdaderas, a fumar cigarros eternos, y a encerrarse en la violenta complacencia de los que se creen mejores , más puros que el resto, que ese grupo inmenso y despreciable que se llama el resto.

Rápidamente aprendieron a leer lo mismo, a pensar parecido, y a disimular las diferencias. Muy pronto conformaron una vanidosa intimidad. Al menos por aquel tiempo, Julio y Emilia consiguieron fundirse en una especie de bulto. Fueron, en suma, felices. De eso no cabe duda.

Las rarezas de Julio y Emilia no eran sólo sexuales (que las había), ni emocionales (que abundaban), sino también, por así decirlo, literarias. Una noche especialmente feliz, Julio leyó, a manera de broma, un poema de Rubén Darío que Emilia dramatizó y banalizó hasta que quedó convertido en un verdadero poema sexual, un poema de sexo explícito, con gritos, con orgasmos incluidos.

Un buen o un mal día el azar los condujo a las páginas de la "Antología de la literatura fantástica" de Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo. Después de imaginar bóvedas o casas sin puertas, después de inventariar los rasgos de fantasmas innombrables, recalaron en "Tantalia", un breve relato de Macedonio Fernández que los afectó profundamente.

"Tantalia" es la historia de una pareja que decide comprar una plantita de trébol para conservarla como símbolo del amor que los une. Tardíamente se dan cuenta de que si la plantita se muere, con ella también morirá el amor que los une. Y que como el amor que los une es inmenso y por ningún motivo están dispuestos a sacrificarlo, deciden perder la plantita en un trebolar entre una multitud de plantitas idénticas.
Luego viene el desconsuelo, la desgracia de saber que ya nunca podrán encontrarla.

Alejandro Zambra
Bonsái
Ed. Anagrama, 2006

Fot. Boris B Schulz
Tulips

Espejo negro


Veo que está mirando mi espejo negro… Así es, mis ojos se vuelven a él sin quererlo, se sienten atraídos contra mi voluntad. Perteneció -explica Madame- a Gauguin… Éste era su espejo negro. Eran muy comunes entre los artistas del siglo pasado. Van Gogh tenía uno. Renoir también. Los usaban para refrescar su visión. Para renovar su reacción al color, a las variaciones tonales. Después de trabajar durante un tiempo se les fatigaban los ojos, y los descansaban fijándolos en estos espejos negros. Igual que los gastrónomos en un banquete, entre platos complicados, despiertan el paladar con sorbete de limón. Yo me miro a veces cuando he estado mucho tiempo con el sol en los ojos. Calma. Calma, pero también perturba. Cuanto más se mira uno, el negro ya no es más negro, sino que toma un extraño tono azul plata, convirtiéndose en el umbral de visiones extrañas. Igual que Alicia, me siento al borde de un viaje a través del espejo, de un viaje que vacilo en emprender.

Truman Capote
Música para camaleones
Ed. Altaya
Trad: Benito Gómez Ibáñez

Fot. Annie Leibovitz
Natalie Portman, Vanity Fair, May 1999

Bartleby


Bartleby tiene eso de particular: que, para mí, está todo él contenido en este sentimiento turbio -la rareza, el alejamiento, lo irremediable, lo incasable, el vacío, etc.- y que, a mi parecer, es la más perfecta expresión del mismo. Es este sentimiento en estado puro; es decir, con todos los prolongamientos que implica. Está escrito para suscitar ese sentimiento, para expresarlo en tanto que tal sentimiento y no como un fin. Bartleby es, si se quiere, el final de un libro cuyo principio no conoceríamos, cosa que tiene por efecto el conceder a lo irremediable un mayor alcance, una especie de universalidad.
Si yo supiera por qué es bello ese sentimiento, o más bien por qué es rico, y por qué nos parece que se “abre” sobre el mundo, es decir, que va ensanchándose, que ofrece a nuestra sensibilidad todos los prolongamientos deseables, me parece que empezaría a comprender por qué y cómo me gusta Bartleby. Pero evidentemente esto es lo que no comprendo (aún).

Georges Perec
Carta a Denise Getzler

jueves, 21 de diciembre de 2017

La casa


LA CASA

Me adentraba en ella -ante mí en la cubierta del libro-,
en su planta cuadrada y un silencio en sus muebles que adivino o invento:
podría pintarla como cuando era niña y abrir con una cuchilla sus ventanas,
porque ella era mi mundo inserto en otro mundo de intimidad discreta
que yo invadía y daba a los demás.
Lo que en ella pasaba -un perro, una bombilla- me resultó feliz.


Fot. The evil reader
The North's little house

Hermanos


Veo ahora en retrospectiva la escena última de mi adiós: mudo, inmóvil, despidiéndome en silencio en el rellano, y luego esperando a que se cierren las puertas metálicas del ascensor y, justo cuando eso ocurre, a causa de la excesiva bebida ingerida, llorando en silencio mientras me digo: somos hermanos, pero mis palabras siempre acaban pareciéndome una especie de suceso metafísico que ella nunca puede llegar a conocer plenamente. Y viceversa. No importa cuánto se viva, no importa cuanto se ame, permanecemos siempre confinados en cada uno de nosotros mismos. Y eso que somos hermanos.

Enrique Vila-Matas
Mac y su contratiempo
Ed. Seix Barral, 2017

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Ni Donde Viviré Por Largos Años


Ni donde viviré por largos años,
ciudad prometida primavera,
ni donde amante amor aguarda.
Atravesando la tierra, la temerosa rueda,
quizá un árbol florecido pueda
sostener la derramada soledad.
Quizá en la sombra aquella se encontrara
sed abundante, sangre, carne, hueso,
en que albergar la voz que ahora huye.

Ni Donde Viviré Por Largos Años 

Tumba de Kazimir Malévich
con uno de sus cuadrados negros, 1935

La muerte de Ofelia


Al final del acto cuarto de Hamlet la reina Gertrudis cuenta a su marido y a Laertes la muerte de Ofelia:

Hay un sauce de ramas inclinadas sobre el arroyo
que en el cristal del agua deja ver sus hojas cenicientas.
Con ellas hizo allí guirnaldas caprichosas
con ortigas, margaritas y esas largas orquídeas
a las que los pastores deslenguados dan un nombre grosero,
pero nuestras doncellas llaman dedos de muerto.

Cuando estaba trepando para colgar su corona de hojas
en las ramas sesgadas, una, envidiosa, se quebró,
cayendo ella y su floral trofeo al llanto de las aguas.

Su vestido se desplegó,
y pudo así flotar un tiempo, tal como la sirenas,
mientras cantaba estrofas de viejos himnos,
como quien es ajeno al propio riesgo,
o igual que la criatura oriunda de ese elemento líquido.

No pasó mucho tiempo
sin que sus ropas, cargadas por el agua embebida,
arrastraran a la infeliz desde sus cánticos
a una muerte de barro.

Hamlet (la muerte de Ofelia)

martes, 19 de diciembre de 2017

Vivir como el tonto


Vivir como el tonto entre los hombres, como aquel al que todos miran con lástima y desprecio. Vivir sin explorar causa alguna, sin meter las manos en el fondo de ninguna cuestión. Y fingir, sobre todo el mudo placer de fingir. Fingir que nunca estuvimos hambrientos de certezas, que jamás nos dimos de bruces con el desencanto más absoluto. Vivir como iletrados, como seres indolentes que nunca supieron el dolor y la locura de todos los inquietos.

Javier Vicedo Alós

Fot. Henri Cartier-Bresson
Valencia, Espagne, 1933

lunes, 18 de diciembre de 2017

Esperando a los bárbaros


Y no solo eso; hubo momentos perturbadores en los que, en medio del acto sexual, notaba que me extraviaba como un narrador que pierde el hilo de su historia. Con un estremecimiento pensaba en las figuras grotescas de esos hombres viejos y obesos cuyos corazones gastados dejan de latir, muriendo en los brazos de sus amantes con una disculpa en los labios, y a los que hay que sacar y abandonar en un oscuro callejón para salvar la reputación del establecimiento. Incluso el clímax del acto se volvió remoto, débil, algo extraño. Algunas veces lo interrumpía, otras continuaba mecánicamente hasta el final. Durante semanas y meses mantuve el celibato. La calidez y la belleza de los cuerpos femeninos seguían sugiriéndome el antiguo placer, pero algo nuevo me desconcertaba. ¿Era penetrar y poseer a esas bellas criaturas lo que realmente quería? El deseo parecía acarrear consigo una sensación mágica de distancia y separación que era inútil negar. Tampoco comprendía siempre por qué una parte de mi cuerpo, con sus anhelos irracionales y falsas promesas, tenía que ocupar un lugar preferente sobre las otras para canalizar mi deseo. A veces mi sexo me parecía un ser completamente diferente, un animal estúpido viviendo en mí como un parásito, creciendo y menguando según apetitos propios, anclado en mi carne con garfios que no podía retirar. <¿Por qué tengo que llevarte de una mujer a otra? –me preguntaba-. ¿Solo porque naciste sin piernas? ¿Acaso no te daría lo mismo estar enraizado en un gato o un perro en vez de en mí?>.

J.M. Coetzee
Esperando a los bárbaros
Ed. Debolsillo, 2013
Trad. Luis Martínez Victorio

Fot. Yoshiyuki Iwase

Leyendo


Ishikawa Toraji 石川 寅治 (1875-1964)

Las siete edades


En mi primer sueño el mundo parecía
lo salado, lo amargo, lo prohibido, lo dulce.
En mi segundo sueño descendía,
era humana, no veía nada de nada
bestia como soy
debía tocarlo, contenerlo,
me escondí en la arboleda, 
trabajé en los campos hasta que quedaron yermos
-un tiempo 
que nunca volverá-
el trigo seco en gravillas, cajones
de higos y aceitunas.

Hasta amé alguna vez, a mi manera
repugnante, humana
y como todo el mundo llamé a ese logro
libertad erótica,
por absurdo que parezca.

El trigo cosechado, almacenado; seca
la última fruta: el tiempo
que se acumula, sin usar, 
¿también termina?

Las siete edades
Versión Mira Rosenberg.
Edit. Pre-Textos

domingo, 17 de diciembre de 2017

La protección de la pérdida


A la pregunta siempre embarazosa: ¿qué estás escribiendo ahora?, respondo que escribo sobre flores y que otro día elegiré un tema todavía más nimio, más humilde si cabe. Una taza de café solo. Las aventuras de una flor de cerezo. Pero por ahora tengo ya mucho para ver: nueve tulipanes muriéndose de risa en un jarrón transparente. Miro su estremecimiento bajo las alas del tiempo que pasa. Tienen una manera radiante de estar indefensos y escribo esta frase a su dictado: "Lo que constituye un acontecimiento es lo que está vivo y lo que está vivo es lo que no se protege de su pérdida".

Christian Bobin
Autorretrato con radiador
Ed. Árdora, 2006
Trad. José Ardán

Fot. Charles Jones

El mundo seguirá


Deja que todo pase, ve perdiéndote tú también a lo lejos.
No curará la muerte nada.
El mundo seguirá sólo en tu corazón.

Ed. Pre-Textos, 2017


Apuntar al silencio


No nos engañemos: la pasión no es el trayecto que nos guía hacia el otro, sino el vuelco sobre uno mismo, el vuelco hacia sí mismo. El deseo de engendrar fecunda la propia agonía.

Por eso la sabiduría es indiferencia: la indiferencia, ecuanimidad y la ecuanimidad, calma.

Por eso, y porque quiero vivir, decido observar en calma la pasión que sacude mi cuerpo y lo consume. En lograr cumplir con esta paradoja he empeñado mi existencia.

(A veces, la calma es aún tan sólo ironía. No basta. Es un inicio).

En toda pregunta está implícita una respuesta. Aquel que formula la primera conoce la segunda. El mismo planteamiento propone las premisas, el método, y dispone el conjunto para la conclusión.

Cuando Perceval se encontró con el Grial no supo qué preguntar. Ése era el problema. Pero tal vez fuese también la salida ya que toda pregunta parcializa la realidad al requerir una respuesta. Después de todas las preguntas ya no hay pregunta, por eso el silencio es la única respuesta.

Esto son obviedades. Cualquiera que esté familiarizado con la literatura mistérica llega a estas o similares conclusiones, que lo son igualmente de toda metafísica que se precie. Lo difícil viene después: construir después del silencio, cuando sabes que da igual lo que digas; que la verdad y la ficción son una misma cosa; que samsara y nirvana son intercambiables; que, digas lo que digas y pienses lo que pienses, sigues amontonado. Lo difícil es saberlo y seguir construyendo sobre la nada, a partir de nada, para nada, tener el valor y, lo que es más, el deseo de hacerlo, construir con palabras que apunten al silencio.

Chantal Maillard
Filosofía en los días críticos
Ed. Pre-Textos, 2001.

Fot. Portrait of Ingrid Bergman for Joan of Arc directed by Victor Fleming, 1948

viernes, 15 de diciembre de 2017

Leyendo

Gertrude Stein leyendo (o casi), 1913

Paseo


de paseo por Barcelona


Suite de los espejos


Símbolo
Cristo
tenía un espejo 
en cada mano. 
Multiplicaba 
su propio espectro.
Proyectaba su corazón 
en las miradas 
negras.
¡Creo!

SUITE DE LOS ESPEJOS

Foto anónima del autor de 1917

Silencio y música


Pequé de silencio ante ti y ante mí. Cuando el silencio se instala dentro de una casa, es muy difícil hacerlo salir; cuanto más importante es una cosa, más parece que queramos callarla. Parece como si se tratara de una materia congelada, cada vez más dura y masiva: la vida continúa por debajo, sólo que no se la oye. Woroïno estaba lleno de un silencio que parecía cada vez mayor y todo silencio está hecho de palabras que no se han dicho. Quizás por eso me hice músico. Era necesario que alguien expresara aquel silencio, que le arrebatara toda la tristeza que contenía para hacerlo cantar. Era preciso servirse para ello, no de palabras, siempre demasiado precisas para no ser crueles, sino simplemente de la música, porque la música no es indiscreta y cuando se lamenta no dice por qué. Se necesitaba una música especial, lenta, llena de largas reticencias y sin embargo sin embargo verídica, adherida al silencio para acabar por meterse dentro de él. Esa música ha sido la mía. Ya ves que no soy más que un intérprete, me limito a traducir. Pero sólo traducimos nuestras emociones: siempre hablamos de nosotros mismos.

Ed. Alfaguara, 1992
Trad. Emma Calatayud

La víspera


LA VÍSPERA

Cada cinco de enero.
La última semana de colegio.
La noche antes de un viaje.
Todo viernes.
La tarde del ya lo verás mañana.
Hasta un libro de texto el día que lo compras.
Un sobre sin abrir.
El primer paso fuera del hotel.
Navidad en verano.
El instante en que sabes que se va a desnudar.
Un regalo aún envuelto.
La victoria, tan limpia, sobre el mapa.
Los besos, cuando no eran para ti.

Y peor todavía:
lo que quisiste 
ser. 
Ahora, compara. 

La víspera
Edit. Isla de Siltola. 2014

Leyendo



jueves, 14 de diciembre de 2017

Leyendo


Miss Grace, 1898

Secreto


(...) nosotros, que guardamos el grito en un secreto indomable.

Ed. Siruela, 2017
Trad. Alberto Villalba.

Fotograma de "Intolerance"
(Love’s Struggle Through the Ages).
Dir. David Wark Griffith en 1916

Infancia


Ítaca, cualquier Ítaca, es un lugar interior. Ese origen al que, en determinados momentos de nuestra vida marcados por un esencial cansancio, anhelamos volver no es un lugar geográfico, ni tampoco metafísico, sino un estado. (…) Acaso la inocencia no sea otra cosa que la incapacidad para el juicio, y ésta sea la razón de que, en los primeros albores de la existencia, el mundo sea experimentado con sencilla y gozosa plenitud. Ese gozo sin motivo, esa plenitud, es a lo que nos referimos cuando hablamos de "la infancia" con nostalgia, es lo que esa palabra significa, lo que señala. Y si del territorio en el que transcurrió nos vimos, por cualquier motivo, exiliados, es a él al que ingenuamente creemos que hemos de volver para recuperarla. Mi Ítaca es, o ha sido, Bélgica.

Chantal Maillard
Bélgica
Ed. Pre-Textos, 2011

Fot.: Builder Levy

Tiempos


17

en tiempo de narcisos (que saben
que la meta de la vida es crecer)
olvidando por qué, recuerda cómo
en tiempo de lirios que proclaman 
que el objetivo de despertar es soñar,
recuerda así (haz que te olvidas)
en tiempo de rosas (que asombran
nuestro aquí ahora con el paraíso)
olvidando si, recuerda sí
en tiempo de todas las dulces cosas más allá
de lo que cualquier mente puede comprender,
recuerda buscar (olvidando encuentra)
y en un misterio estar
(cuando el tiempo del tiempo nos libere)
olvidándome, recuérdame

Versión Tomás Browne y Alejandra Mancilla.

Fot. del autor de Edward Weston

¿No me oyes?


INGMAR BERGMAN. FRESAS SALVAJES.

Hace cosa de un mes, ya tarde y atontado después de una lectura en una ciudad extraña, estaba en una sórdida habitación de hotel viendo lo que, según se dice, ven todos mis contemporáneos a esa hora. Zapeaba por los canales, rancia violencia, amenazas repugnantes, letanías de banalidades, la provincia del rey Bobalicón. Y de repente, en medio de todas esas estupideces, una escena que reconocí de inmediato y que me conmovió de la misma manera que entonces, en 1957 o 1958, cuando la vi por primera vez. El viejo (Victor Sjöström) ha doblado de improviso la esquina y él y la joven (Íngrid Thulin), que es su nuera, se han apeado del gran coche negro (entretanto tan antiguo). Se dirigen a la Ciudad Universitaria, donde el viejo va a ser nombrado doctor honoris causa. En el camino han vivido diversas aventuras, alegres y tristes, pero ahora llega el momento crucial. Ella quiere bañarse, él se va a un sitio donde crecen fresas silvestres, cerca de una vieja casa cerrada. Allí se acurruca debajo de un manzano, y casi en el mismo instante sucede: "mira" en su pasado la casa, las ventanas de la casa se abren de pronto, se oyen voces alegres, él ve a su primer amor, su prima Sara (Bibi Andersson), habla con ella, pero ella, setenta años antes, no puede verlo ni oírlo, se encuentra en otro lugar en el tiempo, intocable y encerrada en el pasado; él está desterrado en su vida, muy posterior, sólo puede mirar; y el ansia con que lo hace, con que quisiera trasladarse sólo una vez más a su pasado irrevocablemente transcurrido, y la tragedia de que ello no sea posible, todo esto está escrito en el rostro de Victor Sjöström, un postrer papel increíblemente bello. Una sola vez he visto una intensidad semejante, en los últimos y feroces grabados de Picasso, realizados cuando tenía más de noventa años, siempre el mismo viejo, que, escondido detrás de las cortinas, observa en secreto a una pareja que se ama en la cama, otra ansia, la misma tensión. Los grabados son en blanco y negro, como la película. En mi recuerdo esta escena era en color; alguna instancia en mí (un mal artista) la ha coloreado sentimentalmente. Bergman sabía más. Hacer visible el doble plano temporal en que opera todo recuerdo es una de sus mayores muestras de habilidad. Y también las palabras en ese sueco tan sensual, que subraya la nostalgia y lo despiadado del momento, son inolvidables: "Sara... soy yo, tu primo Isak... naturalmente, he envejecido un poco, ya no tengo el aspecto de antes. Pero tú no has cambiado nada. Primita, ¿es que no me oyes?". No, la preciosa niña rubia del vestido de algodón blanco no puede oír al viejo decrépito del abrigo negro debajo del manzano. Nosotros sí podemos, durante un instante bienaventurado y trágico. Abolir el tiempo, ese privilegio de los maestros.

Cees Nooteboom
En Tenía mil vidas y elegí una sola
Ed. Siruela, 2012
Trad. María Condor.

Grav, Pablo Picasso
Suite 347

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Leyendo


William P. Gottlieb Collection (Library of Congress).

Los restos del día


El oleaje abandona los restos del día, los
deposita con cuidado al pie de mi cama.
Se trata de una ofrenda, pero no deseo
levantarme. Me aferro a la almohada, a
los charcos de oscuridad que me protegen.
El oleaje insiste, desliza entre las sábanas
su frío y su silencio. Abandono el sueño
a la mitad, enciendo la luz y consulto el
horóscopo. Aries. La luna penetra solitaria
en el espejo, cuídate de la música, déjate
llevar por aquello que lees. Leo un tratado
de ornitología, una floresta de poemas
griegos, el Libro de la caza de las aves.

De Medicinas para quebrantamientos del halcón
Ed. Pre-Textos

Unseen