domingo, 30 de septiembre de 2018

Quisiera ser viento


Ambición

¡Quisiera ser viento!
Ráfaga tendida
que arrastra en su beso
el polvo y la nube,
la rosa, el lucero...

-No brisa apacible
que finge despechos
y siembra caricias-.

Yo quiero ser fuego,
volcán de aire rojo
que incendie el secreto
de todas las ramas
y todos los pechos;

aquilón desnudo,
huracán de acero,
fragua donde forjan
su actitud los cuerpos.

¡Cuando voy a ti,
quisiera ser viento
para arrebatarte
más allá del cielo!



Anhelo



En la noche despierto y veo:
junto a mí está tendido
aquello que he anhelado.
Sólo falta que le dé forma.


Trad. Jelena Rastović


sábado, 29 de septiembre de 2018

Siempre la misma cosa


¡Oh! Cómo será de inefable la vida, una especie de sombra. 
Mi sombra y yo, mi sombra es yo.
Siempre la misma cosa que insiste de manera cada vez más imperiosa, implacable, siempre la misma lengua que bebe a lengüetazos, la misma mandíbula que roe la palabra un poco más cada día, eso que se atraganta un poco más con cada frase.
Todo eso.
No hay final, si se parte de un hombre que quiere terminar solo, dice Derrida.
¿Solo? Pero no sin No. No sin Quién, no sin Qué y no sin Voz.

Hélène Cixous
El vecino de cero. Sam Beckett
Ed. Shangrila, 2018
Trad: Mariel Manrique

viernes, 28 de septiembre de 2018

Un sueño de celos



Un sueño de celos

Caminando contigo y otra dama
por un parque boscoso, la susurrante hierba
corría sus dedos a través de nuestro silencio sospechoso
y los árboles se abrían hacia un sombreado
e inesperado claro donde nos sentamos.
Creo que el candor de la luz nos desalentó.
Hablamos sobre deseo y ser celoso,
nuestra conversación una simple bata suelta
o un mantel de pic-nic blanco desplegado
como un libro de modales en el desierto.
«Muéstrame,» dije a nuestra compañera, «lo que
tanto he deseado, tu estrella malva del pecho.»
Y ella consintió. Oh, ni estos versos
ni mi prudencia, amor, pueden curar la herida de tus ojos.


De "Trabajo de campo" 1979
Versión de Vicente Forés y Jenaro Talens

Fot. Terry Magson
Distant noise

jueves, 27 de septiembre de 2018

Por qué viniste


Por qué viniste

¿Por qué viniste
a perturbar mi decadencia?
Soy vieja (era vieja hasta que llegaste);
la rosa más roja se abre
(qué ridículo,
en esta época, en este lugar,
imposible, impropio,
hasta ligeramente escandaloso),
la rosa más roja se abre;
(nadie puede detener,
ninguna amenaza inmanente del aire,
ni siquiera el clima,
que marchita nuestra fruta veraniega),
la rosa más roja se abre
(tienen que tomarlo en cuenta).

Fot. Man Ray
Retrato de Hilde, 1922

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Final


FINAL

Pero en la ventana el ángulo intacto de una espera
resuelve en sí al día liso.

de Coral, 1950

Fot. Sophia fotografiada por Fernando Lemos
en la casa de Travessa das Mónicas
 (en el barrio de Graça, Lisboa), años 50.


martes, 25 de septiembre de 2018

Blanco en lo blanco


Blanco en lo blanco

Haz una llave, aunque sea pequeña,
entra en la casa.
Consiente en la dulzura, ten piedad
de la materia de los sueños y de las aves.

Invoca el fuego, la claridad, la música
de los flancos.
No digas piedra, di ventana.
No seas como la sombra.

Di nombre, di niño, di estrella.
Repite las sílabas
donde la luz es feliz y se demora,

vuelve a decir: hombre, mujer, niño.
Donde la belleza es más nueva.

Versión de Aníbal Nuñez

domingo, 23 de septiembre de 2018

Hombres sin mujeres


Convertirse en un hombre sin mujer es muy sencillo: basta con amar locamente a una mujer y que luego ella se marche a alguna parte. En la mayoría de los casos (como bien sabrás), son taimados marineros quienes se las llevan. Las seducen con su labia y las embarcan deprisa hacia Marsella o Costa de Marfil. Prácticamente nada podemos hacer frente a ello. También es posible que ellas mismas acaben quitándose la vida, sin haberse relacionado con ningún marinero. Frente a eso tampoco podemos hacer nada. Ni siquiera los marineros pueden.
Sea como fuere, así es como te conviertes en un "hombre sin mujer". Todo sucede en un abrir y cerrar de ojos. Y una vez convertido en hombre sin mujer, el color de la soledad va tiñendo hasta lo más hondo de tu cuerpo. Como una mancha de vino que se derrama sobre una alfombra de tonos claros. No importa cuán amplios sean tus conocimientos en labores domésticas, porque eliminar esa mancha será una tarea terriblemente ardua. Quizá el color se vuelva desvaído con el tiempo, pero probablemente la mancha permanecerá hasta que exhales el último suspiro. Es una mancha cualificada y, como tal, también tendrá su derecho a manifestarse en público de vez en cuando. No te quedará más remedio que vivir con la suave transición de su color y su contorno polisémico.
En ese mundo, todo suena de distinta manera. La forma de tener sed es distinta. La manera de atender de los empleados de Starbucks es distinta. Los solos de Clifford Brown también suenan distintos. La puerta del metro se abre de manera distinta. Incluso la distancia que hay caminando desde Omotesandõ hasta Aomaya-itchõme es bastante distinta. Aunque más tarde conozcas a otra mujer, y por muy estupenda que ésta sea (de hecho, cuanto más estupenda, peor), empiezas a pensar que la perderás desde el mismo instante en que la conoces. La sombra evocadora de los marineros, el timbre de las lenguas extranjeras en sus bocas (¿griego?, ¿estonio?, ¿tagalo?) te pondrán nervioso. Todos los nombres exóticos de los puertos del mundo te harán temblar. Porque ya sabes que se siente al ser un hombre sin mujer. Tú eres la alfombra persa de tonos claros, y la soledad, la mancha del Burdeos que nunca se eliminará. La soledad la traen de Francia, y el dolor de la herida de Oriente. Para los hombres sin mujeres, el mundo es una mezcolanza vasta e intensa, es la otra cara de la Luna en su totalidad.

Haruki Murakami
Hombres sin mujeres
Ed. Tusquets, 2015
Trad: Gabriel Álvarez Martínez

Fot. Francis Bruguière
Woman with arm against wall, circa 1925
(George Eastman House, Rochester, NY)

Afecto


No todo asume un nombre. Algunas cosas van más allá de las palabras.

Uno nunca debe dirigir a las personas hacia la felicidad, porque la felicidad es también un ídolo del mercado. Uno debe dirigir hacia ellos el afecto mutuo.

Aleksandr Solzhenitsyn


viernes, 21 de septiembre de 2018

Sin miedo


...Y si queriendo alzarte
nada has alcanzado,
déjate caer sin parar
tu caída, sin miedo
al fondo de la sombra,
sin miedo al enigma
de ti mismo.


jueves, 20 de septiembre de 2018

Los abrazos perdidos


¿No están hechas las noches del espacio cruel 
de todos los abrazos que perdió el amante? 
Tú que amas sin límite, y quieres resistir: 
fluye como fuente y reclúyete en el laurel.

A Ellen Key 
Verano de 1909

El aroma del tiempo


La sensación de que el tiempo pasa mucho más rápido que antes tiene su origen en que la gente, hoy en día, ya no es capaz de demorarse, en que la experiencia de la duración es cada vez más insólita. Se considera, de manera equivocada, que el sentimiento de atolondramiento responde al miedo de perderse algo. Pero en realidad nos encontramos ante el caso contrario. Quien intenta vivir con más rapidez, también acaba muriendo más rápido. La experiencia de la duración, y no el número de vivencias, hace que una vida sea plena.

Byung-Chul Han
El aroma del tiempo
Ed. Herder, 2014
Trad. Paula Kuffer

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Otoño del '80


OTOÑO DEL ‘80

¿Dónde está aquella habitación, muchacha del otoño del ’80?
Cada viento llevaba el polvo de toba
sacudido por el terremoto y restregado en la cara.
¿Dónde está tu espalda en el techo, enrojecida
por las caricias de lija del joven amargo?
Después de ti cien años de paciencia.
Ahora entre nosotros se recita la edad,
asqueados de ser atrayentes.
Cualquier destino habría sido menor, perdido el mayor contigo.

Erri De Luca
de "El huésped empedernido"

Mientras tanto


MIENTRAS TANTO

La castidad de la piedra es el silencio.

Ora en el brocal de un pozo el eco
demudado de la brisa.

Somos


Nada tengo en contra de que la gente encadene su vida a un suceso en particular y le de cierta relevancia para que su vida tenga más sentido. Bien sabe Dios que necesitamos de todos los puntos de apoyo que podamos encontrar en la montaña de cristal de nuestra existencia. El problema radica en que por mucho que escalemos, al llegar a la madurez, descubrimos que nos hemos pasado la vida en el mismo lugar. Creíamos que seríamos alguien hasta que nos convertimos en el don nadie que somos. Os lo digo porque lo sé.


Jeanette Winterson
Travesía por el Atlántico
De El mundo y otros lugares
Ed. Lumen, 2015
Read. Alejandro Palomas

Fot. Helena Almeida
Montaje con un texto de Pedro Tamen

Disseste: o sol nasceu.
Foi verdadeiramente então que o sol nasceu
e que nos habituámos todos a dizer
que o sol nasceu.
Às vezes pensamos que acontece várias vezes
mas é uma ilusão de óptica que não nos deixa ver
o grande círculo azul em cujo centro
tu dizes eternamente: o sol nasceu.

lunes, 17 de septiembre de 2018

Aun puedo verte


AUN PUEDO VERTE: un eco,
palpable con palabras
táctiles, en el filo
del adiós.

Tu cara se asusta suave,
si de pronto 
lámpadamente esclarece
en mí, en el lugar 
donde con el mayor dolor se dice Nunca.
De: “Compulsión de luz
Recogido en: “Paul Celan – Obras Completas”
Ed, Trotta, 1999
Traducción de José Luis Reina Palazón

Sheet series 2, 1974

domingo, 16 de septiembre de 2018

Luz


Expresión secular:
de la nada no sale nada:
algo -al menos de lejos, sombra, al menos,
de una sombra. Nada, es decir: esa hora
del día, esa casa -hasta un encarcelado y condenado 
a muerte, la memoria le ofrece: esa boca.
¿Fuimos en exceso concordes?
Con todo, nuestro fue nuestro mundo;
-y somos ahora sombras sólo de nosotros
mismos- el otro mundo todo, a cambio, es luz. Luz.

Fragmento de ¡Por el año nuevo!
en El canto y la ceniza
Ed. Galaxia Gutenberg
Antología poética. Anna Ajmátova, Marina Tsvetáyeva. 
Trad: Monica Zgustova y Olvido García Valdés

Fot. Jeanloup Sieff
Carolyn Carlson

Anhelo


Anhelo

Sin color, sin cuerpo 
este cariño que vaga 
disperso, apiñado, 
una y otra vez disperso, 
palpita sin embargo 
en el bocado de la manzana, 
en la incisión del higo,
en una cereza grana, 
en el grano de un racimo. 
Tanta Afrodita difusa por el aire 
dará sed y palidez 
a una boca y a otra boca 
sin color, sin cuerpo.

Poesía completa
Ed. Alianza, 1986
Versión de Pedro Bádenas de la Peña

sábado, 15 de septiembre de 2018

El día extraño


El paso del tiempo exaspera y condensa cualquier tormenta, aunque al principio no hubiera ni una nube minúscula en el horizonte. Uno ignora lo que el tiempo hará de nosotros con sus capas finas que se superponen indistinguibles, en qué es capaz de convertirnos. Avanza sigilosamente, día a día y hora a hora y paso a paso envenenado, no se hace notar en su subrepticia labor, tan respetuosa y mirada que nunca nos da un empujón ni un sobresalto. Cada mañana aparece con su semblante tranquilizador e invariable, y nos asegura lo contrario de lo que está sucediendo: que todo está bien y nada cambia, que todo es como ayer -el equilibrio de fuerzas-, que nada se gana y nada se pierde, que nuestro rostro es el mismo y también nuestro pelo y nuestro contorno, que quien nos odiaba nos sigue odiando y quien nos quería nos sigue queriendo. Y es todo lo contrario, en efecto, sólo que no nos permite advertirlo con sus traicioneros minutos y sus taimados segundos, hasta que llega un día extraño, impensable, en el que nada es como fue siempre.

Javier Marías
Los enamoramientos
Ed. Alfaguara, 2011

viernes, 14 de septiembre de 2018

Sexta elegía


Sexta elegía

Heme
permaneciendo en lo que soy,
con banderas de soledad, con escudos de frío,
atrás, hacia mí mismo corro,
arrancándome de todas partes,
arrancándome de mi delante,
de mi atrás, de la derecha, y
de la izquierda, de mi arriba, y
de mi abajo, partiendo
desde todas partes y regalando
a todas partes signos del recuerdo:
del cielo - estrellas,
de la tierra - aire,
de las sombras - ramas con sus hojas puestas.


Trad. Ioana Zlotescu y José María Bermejo


jueves, 13 de septiembre de 2018

La rebelión


La rebelión y sólo la rebelión es creadora de luz, y esa luz no puede tomar más que tres caminos: la poesía, la libertad y el amor.

André Breton

Albúm con fotos de Suzanne Muzard por André Breton

Elegía


Elegía

El alma vieja, amada, quieres que sea como las flores del verano
durante el invierno los pájaros están encerrados en sus jaulas

Te quiero como espera la colina el cuerpo del valle
o como la tierra espera la lluvia espesa y fértil

Te espero en todos los atardeceres en la ventana, deshilando abalorios
colocando los libros, leyendo mis versos

Y ahora me alegro cuando en el patio ladran los perros ladran los perros
y cuando llegas para quedarte conmigo hasta mañana hasta mañana

Mi alma feliz es como nuestro cuarto cálido
cuando sé que está nevado y las calles se visten de blanco.

Versión Darie Novácenau

The Collector of Coins, 1904
The National Museum of Art, Architecture and Design, Norway

martes, 11 de septiembre de 2018

Lugar de nacimiento


Lugar de nacimiento

I

La mesa de pino en que escribía, tan pequeña y simple,
la sencillez del lecho, verdadero sueño de disciplina.
Y una cocina adoquinada allá abajo, sus rayos oblicuos

de luz espesa: una imperturbada, confiable vida
fantasmal, sin necesidad de inventar nada.
Y altos árboles en torno de la casa, grato aroma,

día y noche, de vientos como carretas lentas
que llegan tarde del mercado, o la conmoción intensa
que un violín podría causar en su renuente corazón.

II

Aquel día, fuimos una de tantas
duplicidades atormentadas, sin habla
hasta que habló de ellos,

los perseguidores del silencio al mediodía,
en un carril profundo, sexual,
lleno de helechos y mariposas.

asustado por nuestra pena,
nudo en la garganta, dolor de corazón,
por entre el bosque de tierra húmeda

donde armamos todo un episodio
de nosotros mismos, inolvidable,
inmencionable,

y nos dispersamos de nuevo como ganado
entre los arbustos, mojados y escurridos
a unos metros de la casa.

III

Si todos los sitios no están en ninguno,
¿quién podrá probar la existencia
de un lugar cualquiera?

Regresamos vacíos
a alimentarnos y resistir
las palabras del descanso:

lugar de nacimiento, viga del techo,
cal y canto, hogar, losetas,
como pesas de acero sin apilar

flotando entre galaxias.
Y aún así, ¿acaso fue hace treinta años
que me quedé leyendo hasta el amanecer,

por primera vez, de principio a fin,
El retorno del nativo?
La codorniz entre la hierba

se hizo realidad, y yo escuché
el canto del gallo y a los perros
tal como si él los estuviera describiendo


lunes, 10 de septiembre de 2018

Azul como un desierto


AZUL COMO UN DESIERTO

Felices son los solitarios
Aquellos que siembran el cielo en la ávida arena
Aquellos que buscan lo viviente bajo las faldas del viento
Aquellos que corren jadeando detrás de un sueño evaporado
Porque ellos son la sal de la tierra
Felices son las atalayas sobre el océano del desierto
Aquellos que persiguen el fennec detrás del espejismo
El alado sol pierde sus plumas en el horizonte
El eterno verano se ríe de la tumba mojada
Y si un fuerte grito resuena en las postradas rocas
Nadie lo escucha nadie
El desierto siempre aúlla bajo un cielo impasible
El ojo inmóvil sobrevuela solo
Como el águila al alba
La muerte se traga el rocío
La serpiente sofoca a la rata
El nómada bajo su carpa oye el ulular del tiempo
Sobre la grava del insomnio
Todo está allí esperando por una palabra ya indicada
En otra parte


Fot. Joyce Mansour photographiée par Gilles Ehrmann

domingo, 9 de septiembre de 2018

Fue


En vano 
se queman las cartas
en la noche de las noches
en la hoguera de las fugas... 
ahí en el papel que muriendo canta: 
fue al principio 
fue
amado
fue

Ed. Trotta, 2009
Trad. José Luis Reina Palazón

Fot. de la autora, 1965

sábado, 8 de septiembre de 2018

El poder de lo fútil


En 1879, para la segunda edición de La educación sentimental, Flaubert hizo cambios en la disposición de los puntos y aparte: nunca dividió uno en varios, pero con frecuencia los unió en párrafos más largos. Me parece percibir en ello su profunda intención estética: desteatralizar la novela; desdramatizarla (“desbalzacar”); incluir una acción, un gesto, una réplica, en un conjunto más amplio; disolverlos en el agua corriente de lo cotidiano.
Lo cotidiano. No sólo es aburrimiento, futilidad, repetición, mediocridad; también es belleza; por ejemplo, el sortilegio de las atmósferas; cada cual lo conoce a partir de su propia vida: una música que proviene del apartamento de al lado y se oye a lo lejos; el viento que hace vibrar la ventana; la voz monótona de un profesor al que una alumna con mal de amores oye sin escuchar; estas circunstancias fútiles imprimen una impronta de inimitable singularidad a un acontecimiento íntimo que, así, queda fechado y pasa a ser inolvidable.
Pero Flaubert ha ido aún más lejos en su examen de la trivialidad cotidiana. Son las once de la mañana y Emma acude a su cita en la catedral; sin decir palabra, entrega a León, su amante hasta entonces platónico, la carta en la que le anuncia que ya no quiere esos encuentros. Luego se aleja, se arrodilla y se pone a rezar; cuando se levanta, aparece un guía que les propone visitar la iglesia. Para sabotear la cita, Emma acepta, y la pareja se ve forzada a detenerse ante cuadros y figuras de santos de piedra, a alzar la cabeza hacia un fresco en el techo y a escuchar las explicaciones del guía, que Flaubert reproduce en toda su estupidez y extensión. Furioso, sin aguantarlo más, León interrumpe la visita, arrastra a Emma hasta el pórtico, llama a un carruaje y empieza la célebre escena de la que no vemos ni oímos nada, salvo, de tanto en tanto, una voz de hombre en el interior del carruaje que ordena al cochero que tome cada vez una dirección distinta para que siga el viaje y para que la sesión amorosa no acabe nunca.
Una absoluta trivialidad como la puñetera intervención del guía y su obstinada palabrería ha dado lugar a una de las más famosas escenas eróticas. En el teatro, una gran acción sólo puede nacer de otra gran acción. Sólo la novela supo descubrir el inmenso y misterioso poder de lo fútil.

Milan Kundera
El Telón. Ensayo en siete partes
Ed. Tusquets, 2005
Trad. Beatriz de Moura

Fotograma de Le Bonheur (1965) de Agnès Varda

viernes, 7 de septiembre de 2018

No hablarían de ello


Y me parece que ya entonces hablaba del final de las cosas. Es decir, que allí, dentro aún del tiempo, ya recordaba, sospechando muy pronto cuánto de todo aquello, de las alegrías o los simples instantes de tregua, iba a desaparecer para no volver nunca más; cuando menos, aquella parte de sus sueños que no solamente reclamaría su tributo, sino que no sabría, en razón de invisibles e implacables leyes, desplegarse con fuerza, y de una manera tan evidente como para arrastrar todo lo demás; a ella nada la apaciguaría jamás.
Así pues, debía de saber que aquella mañana de marzo llegaría, fuera o no una mañana de marzo; y grandes y pesados caballos venían a llevársela lejos de casa. Debía de hacer ya bastante tiempo que ella lo sabía, debía de hacer bastante tiempo que la duda y la sospecha hacían su labor, todo así lo indicaba: la espera y el miedo de los que ella habla, la costumbre que había tomado de no salir del taller o, más tarde, de encerrarse en él, y aunque todo se mezclaba aún, alegrías y tristezas -esas repentinas, insospechadas melancolías que sabía disimular con un gesto o una risa-, hacía tiempo que rondaba por allí, como una amenaza, la idea de que nada dichoso o grande podía perdurar, que llegaría un día en que, como en el desenlace de un combate, sería preciso deponer las armas y rendirse, con una de esas rendiciones incondicionales y sin perdón, y entonces todo habría terminado para ella. Todo habría terminado, y ambos tendrían, ella y él, mucho que decirse al respecto, precisamente porque no hablarían de ello. Ni durante aquellos días, ni después.

Michèle Desbordes
El vestido azul
Ed. Periférica, 2018
Trad. David Martín Copé

jueves, 6 de septiembre de 2018

Finísimas nubes


Como por tácito acuerdo, nos sentamos el uno frente al otro sobre la alfombra, como solíamos hacerlo en el pasado, con las piernas cruzadas como "sastres armenios", había dicho Clea una vez. Brindamos a la luz rosada de las bujías escarlata que iluminaba sin titubeos el aire inmóvil, cuyas fantasmagóricas radiaciones delineaban la boca sonriente, los rasgos puros de Clea. Allí, por fin, en aquel gastado trozo de alfombra, nos abrazamos -¿cómo decirlo?- con una calma sonriente y grave; como si la copa del lenguaje se hubiese vertido silenciosamente en aquellos besos elocuentes que reemplazaban las palabras y compensaban el silencio, aquel silencio que era una forma nueva y más perfecta del pensamiento y del gesto. Aquellos besos eran como finísimas nubes destiladas a través de una inocencia recién nacida, a través del genuino dolor de la ausencia de deseo. Recordé aquella otra noche, hacía tanto tiempo, en que habíamos dormido abrazados y sin sueños; y comprendí que, tras un largo rodeo por el árido desierto de mis fantasías, mis pasos me habían devuelto a aquel mismo punto del tiempo, al umbral de aquella puerta aherrojada que entonces se me había cerrado, detrás de cuyos cristales, sonriente e irresponsable como una flor, se movía la sombra de Clea. Yo no había sabido encontrar la llave de aquella puerta. Ahora se me abría espontáneamente. En tanto que otra puerta, aquella que en un tiempo me había dado acceso a Justine, se había cerrado de forma irrevocable. ¿No hablaba Pursewarden de puertas corredizas? Pero se refería a libros, no al corazón humano. El rostro de Clea no reflejaba artificio ni premeditación, sino una especie de generosa malicia que le inundaba los magníficos ojos y se transmitía en la firmeza consciente con que introducía mis manos en sus mangas para entregarse a mi abrazo en la actitud condescendiente de una mujer que ofreciera su cuerpo a una valiosa capa. O cuando me tomaba la mano, la apoyaba sobre su corazón y murmuraba:
-¡Siente! Ha cesado de latir.
Así dejamos correr el tiempo, y así hubiéramos podido quedar, como figuras estáticas de un cuadro olvidado, saboreando sin prisa la dicha concedida a los seres destinados a gozarse mutuamente sin reservas ni autodesprecio, sin los premeditado ropajes del egoísmo, las limitaciones inventadas del amor humano.

Ed. Edhasa, 2008
Trad. Matilde Horne

Fot. Heinz Von Perckhammer
Etude de Nu, Chine, 1928

miércoles, 5 de septiembre de 2018

El último espejismo del verano


EL ÚLTIMO ESPEJISMO DEL VERANO

Parece que el silencio está destazando cráneos o la materia bebe del opio del espíritu
parece que la noche enciende sombras o está dilapidándose
la aurora
parece que la estrella calla un grito o muere como un párpado
parece inverosimil que no estén los cuerpos en su cuerpo o que la mente abreve en tantos charcos
cómo sería una disciplina de la niebla
cómo sería el llanto de un ciprés
cómo serían los sumideros de la risa
por qué tubería se retuerce Dios
parece que el poema es lo que parece.

Expulsión de los mercaderes del templo


Expulsión de los mercaderes del templo 

Bienvenido, hueco; bienvenidas,
fechas señaladas, vidas de tres o cuatro
años en cajas
de cartón. Tanto entregué que se marcha conmigo.
Ni un vacío: vidas de tres o cuatro años,
sus siluetas marcando la pared.

Después, allí donde me hablaban
los encajes, allí donde me hablaban, el edificio
y su diccionario —cuánto dejarían escapar— los pintaron
de blanco. Me acusaron del comercio.
Pequeñas cajas, ¿qué pensasteis de mí?

El poema se prende entre una casa y otra
y entre una casa y otra, de esta manera,
se empieza otra vez.

Bienvenida, pródiga:
¿qué pensaron que haría? Me libré
de los templos. Sonreídme, decid
adiós al hueco: dadnos hoy
la boca que sople y apague el volcán.

de Chatterton
Ed. Visor, 2014

martes, 4 de septiembre de 2018

Ayer por la mañana


AYER POR LA MAÑANA

Puede ser,
yo contigo,
tú conmigo,
sólo logramos emitir un balbuceo.
Pero este balbuceo nuestro
será lo más hermoso
que ambos
leguemos al mundo.
Este nuestro común
balbucear confuso
será nuestro legado humano.



domingo, 2 de septiembre de 2018

Rastro


HUIDA DE LOBA

A quien me pregunta
cuántos amores he tenido
le respondo que mire
en los bosques para ver
en cuántas trampas ha quedado
mi pelo



Al partir


Al partir, me quedan cosas que acabar,
al partir.
Salvé la gacela de la mano del cazador,
pero siguió desvanecida, sin recobrar el sentido.
Cogí la naranja de la rama,
pero no pude despojarla de su corteza.
Me reuní con las estrellas,
pero no pude contarlas.
Saqué agua del pozo,
pero no pude servirla en los vasos.
Coloqué las rosas en la bandeja,
pero no pude tallar las tazas de piedra.
No sacié mis amores.
Al partir, me quedan cosas que acabar,
al partir.

Al partir, me quedan cosas que acabar...
Junio de 1959