viernes, 30 de noviembre de 2018

Le tomó de la mano


Cuando ella entró en el salón con su capa de enfermera, él, despertando con un sobresalto de un sopor placentero, se levantó tan aprisa que derramó el té. (...) Se sentaron, se miraron, sonrieron y miraron a otro lado. Robbie y Cecilia habían hecho el amor durante años: por correo. En sus misivas cifradas habían intimado, pero que artificial parecía ahora su cercanía al entablar una charla trivial, un desvalido catecismo de preguntas y respuestas corteses. A medida que la distancia se abría entre ellos, comprendieron lo lejos que habían ido en sus cartas. Habían imaginado y deseado tanto aquel momento que ahora no sabían evaluarlo. Él había estado excluido del mundo, y carecía de confianza para retroceder en busca de un pensamiento más osado. "Te quiero y me has salvado la vida". Le preguntó por su alojamiento. Ella le habló de él.
- ¿Y te llevas bien con tu casera?
No se le ocurrió nada mejor que decir, y temió el silencio que pudiera instaurarse, y la torpeza que sería un preludio del momento en que ella le dijera que había sido agradable volver a verse. Ahora tenía que volver al trabajo. Todo lo que tenían descansaba en unos pocos minutos, años atrás, en una biblioteca. ¿No era demasiado endeble? Bien podía ella reconvertirse en una especie de hermana. ¿Estaba decepcionada? Él había adelgazado. Había encogido en todos los sentidos. La cárcel le hizo despreciarse a sí mismo, mientras que ella seguía tan adorable como él la recordaba, especialmente con su uniforme de enfermera. Pero ella también estaba nerviosísima, incapaz de sortear las sandeces. Trataba de mostrarse frívola sobre el mal genio de su casera. Al cabo de unos cuantos comentarios parecidos, en realidad ella miraba al pequeño reloj que llevaba colgado encima de su pecho izquierdo, y le decía que faltaba poco para que terminase la pausa del almuerzo. Habían estado juntos media hora.
Él la acompaño hasta la parada del autobús de Whitehall. En los preciosos minutos finales él le escribió su dirección, una fría sucesión de siglas y números. Le explicó que no tendría permiso hasta que terminara la instrucción básica. Después, le concederían dos semanas. Ella le miraba, moviendo la cabeza con cierta exasperación, y luego, por fin, él le tomó de la mano y se la estrechó. Él gesto tenía que trasmitir todo lo que no había sido dicho, y ella respondió, a su vez, con una presión de la mano. Llegó el autobús y ella no la soltó. Estaban frente a frente. Él la besó, ligeramente al principio, pero se acercaron y, cuando sus lenguas entraron en contacto, una parte incorpórea de él mismo lo agradeció abyectamente, porque sabía que ahora tenía un recuerdo atesorado al que recurrir en los meses siguientes. Lo recreaba ahora, en un granero francés, de madrugada. Estrecharon el abrazo y siguieron besándose mientras la gente de la cola pasaba por delante. (...) Llegó otro autobús. Ella se despegó, le presionó la muñeca y subió sin decir una palabra ni mirar atrás. Él la vio sentarse en un asiento y cuando el autobús arrancó cayó en la cuenta de que debería haberla acompañado hasta el hospital. Había desperdiciado minutos de su compañía. Tenía que aprender de nuevo el modo de pensar y actuar por sí mismo. Echó a correr a lo largo de Whitehall, con la esperanza de alcanzarla en la parada siguiente. Pero el autobús estaba ya muy lejos y no tardó en perderse por Parliament Square.

Ian McEwan
Expiación
Ed. Anagrama, 2002
Trad: Jaime Zulaika

Collage Katrien de Blauwer

jueves, 29 de noviembre de 2018

La belleza imborrable


Al frente de la infantería estaba el teniente Zúbarev, que antes de la guerra había estudiado canto en el Conservatorio. A veces, por la noche, se acercaba con sigilo hasta las líneas alemanas y entonaba "Oh, efluvios de la primavera, no me despertéis" o el aria de Lenski de Eugenio Oneguin.
Cuando le preguntaban qué le empujaba a subirse a un montón de cascotes para cantar, aun a riesgo de poner en peligro su propia vida, Zúbarev eludía dar una respuesta. Quizás allí, donde el hedor de los cadáveres flotaba en el aire día y noche, quería demostrar, no sólo a sí mismo y a sus camaradas sino también a los enemigos, que las fuerzas destructoras, por muy poderosas que fueran, nunca podrían borrar la belleza de la vida.

Vasili Grossman
Vida y destino
Ed. Galaxia Gutenberg, 2007
Trad: Marta Debón

Fot. Bernard Plossu

Era


ERA

La sigues viendo: como si todavía 
estuviera esperando algo,
como si (aunque contra
su voluntad) quisiera
corroborar algo, algo que en su interior 
se agrandara hasta la convicción 
de que acaso es necesario volverse 
a alguien, pero como si fuera un nadie
que, precisamente ahora,
manifiesta que
no habría que echar a perder nada.
Pero ella, de pronto ya no
a cinco pulgadas del destino,
partió sin despedirse,
y eso hasta el olvido de sí misma
y hasta la conciencia de ser amada...

Vladimír Holan
de "Penúltimo "
Profundidad de la noche
Selección de Poesía y Prosa.
Ed. Galaxia Gutenberg, 2018
Trad: Clara Janés 

Fot. Bettie Page en la playa

miércoles, 28 de noviembre de 2018

No duerme nadie


No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.

Federico García Lorca
fragmento de "Ciudad sin sueño"

Fot.  Keith Carter

martes, 27 de noviembre de 2018

Figura con realidad


Figura con realidad

Te escribo ahora, por dentro de este poema.
Podría soñar que vas a nacer de dentro de él, o
que estás dentro de él
como la flor futura habita el centro del invierno.
La analogía es el punto a donde el poema va a beber,
como se va a la fuente, o como se oye, en el silencio
de la tierra, un rumor de aguas subterráneas.
Entonces, tu voz se abre, como si fuese
la propia flor. Entra en mí,
y recorre los espacios desiertos de mi alma,
como si un viento empujase las puertas y las ventanas,
atravesase las salas, y avivase el fuego
en las cenizas del corazón. Me limito
a oírte en el intervalo de los versos, mientras
la vida reemprende, despacio, su curso:
oraciones por dividir, una enunciación de figuras
de retórica, el paralelismo
de ciertas comparaciones. Todo esto desembocaría,
como es evidente, en el ritmo
al que el poema obedece si no te encontrase
en cada cesura, como si tu imagen insistiese
en llenar los vacíos de la palabra. Entonces,
dejo que entres dentro del poema; y te veo
avanzar por las frases, hasta el final de la línea,
donde te espero,
como si cada sueño no se deshiciese
con el aire.


El verdadero viaje, 2018

Carcaj


Carcaj

Un perro que se abalanza
sobre mí en plena calle
desnuda, el perro abierto
sobre mí
y sus dientes fuertemente
agarrados a mi ropa
a la mía
y reconozco el collar,
aún llevo puestas
las manos que lo cerraron
mis manos
y el perro es mi perro
al que olvidé al que
nunca nunca nunca
dimos de comer,
ninguna tienda abierta y los
escaparates llenos de carne,
lo están devorando
parásitos que no vemos
y su mordisco es el único
abrazo que merezco.

Ed. Igitur, 2002

Archère, 1933

lunes, 26 de noviembre de 2018

Cierto que son rosas


Cierto que son rosas las que por este vado cruzan
y plenilunios
y sábalos
y pavías de agua dulce
y terciopelo carmesí.

Se dedicaban los habitantes de aquel país a hacer grabados, a la
caza del pequeño venado, del faisán y de la gacela; vivían en el
corazón de los bosques, mayormente en ciudades como laberin-
tos, cercadas por doble recinto, amurallado.

Había retama, saúco, estruendo y miles de saltamontes
cerrando mi boca.

Es cómo decir cascada
aliso de plata
como decir bancal.
Oh, Venus, la que por estas aguas
pasa.

Poesía reunida. Volumen 1 (1991-1995)
Trad. Ana Gorría / Prólogo de Alba Cid
Editorial Ultramarinos, 2017


domingo, 25 de noviembre de 2018

Al príncipe


AL PRÍNCIPE

Si regresa el sol, si cae la tarde,
si la noche tiene un sabor de noches futuras,
si una siesta de lluvia parece regresar
de tiempos demasiado amados y jamás poseídos del todo,
ya no encuentro felicidad ni en gozar ni en sufrir por ello:
ya no siento delante de mí toda la vida...
Para ser poeta, hay que tener mucho tiempo:
horas y horas de soledad son el único modo
para que se forme algo, que es fuerza, abandono,
vicio, libertad, para dar estilo al caos.
Yo, ahora, tengo poco tiempo: por culpa de la muerte
que se viene encima, en el ocaso de la juventud.
Pero por culpa también de este nuestro mundo humano
que quita el pan a los pobres, y a los poetas la paz.


Retrato de M. C. Escher


viernes, 23 de noviembre de 2018

La señorita marchita


De vez en cuando, en el vagón, Natasha, la hija del viejo doctor Karasik, detenido y ejecutado en 1937, se ponía a cantar. A veces incluso cantaba por la noche, lo que no causaba enfado en la gente del vagón.
Era tímida, hablaba siempre con una voz apenas audible, mantenía la mirada baja, sólo visitaba a sus parientes más cercanos y se sorprendía de la audacia de las jóvenes que bailaban en las fiestas.
En el proceso de selección de personas sujetas a aniquilación no fue incluida en el grupo de artesanos y médicos cuya útil vida se conservaría: a nadie le interesaba la vida de una señorita marchita de pelo ya canoso.
Un guardia la empujó hacia la colina polvorienta donde estaba el mercado. Se encontró ante tres hombres borrachos; a uno de ellos, ahora jefe de policía, lo conocía de antes de la guerra, cuando trabajaba como administrador en el almacén del ferrocarril. Ni siquiera comprendió que aquellos tres hombres eran árbitros de la vida y de la muerte. Un policía la empujó hacia una muchedumbre clamorosa de niños, mujeres y hombres, los considerados inútiles.
Luego caminaron hacia el aeródromo, bajo aquella canícula que sería la última para ellos. Dejaban atrás manzanos polvorientos al borde del camino; lanzaban por última vez gritos penetrantes, rasgándose la ropa, rezaban. Natasha caminaba en silencio.
Nunca había pensado que la sangre pudiera ser de un rojo tan vivo bajo el sol. Cuando los gritos, los disparos, los ronquidos cesaron por un instante, se oyó el susurro de la sangre en la fosa: corría sobre los cuerpos blancos como sobre piedras blancas.
Después vino un momento menos terrible: el crepitar de la ametralladora y la cara del verdugo fatigada por el trabajo, sencilla y bonachona, aguardando paciente a que ella se acercara y se colocara en el borde de la fosa susurrante.
Cuando llegó la noche, escurrió la camisa mojada y volvió a la ciudad. Los muertos no salían de la tumba por tanto ella estaba viva. Y mientras, a través de los patios, Natasha se dirigía al gueto, vio que en la plaza había un baile popular. Una orquesta compuesta por instrumentos de viento y cuerda tocaba la melodía triste y melancólica de un vals que siempre le había gustado, y a la luz opaca de la luna y los faroles, las parejas -chicas y soldados- giraban por la plaza polvorienta, y su pisoteo se mezclaba con la música. En ese instante aquella señorita marchita se sintió feliz y a salvo; y, desde entonces, cantaba con el presentimiento de una felicidad futura y, a veces, si nadie la veía, incluso trataba de bailar el vals.

Vasili Grossman
Vida y destino
Ed. Galaxia Gutenberg, 2007
Trad: Marta Debón

Impostora


Mi poesía personal es un fracaso.
No quiero ser una persona.
Quiero ser insoportable.
De amante en amante, el verdor del amor.
Fresco, refrescante.

La tierra no engendra una planta semejante.
¿Quién no termina siendo
una impostora?
Bebe todo el sexo que hay.
Aun así, muere.


Laguna


LAGUNA

Y el ángel dijo entonces: te enseñaré qué
pintan ahora los maestros antiguos. Y
me llevó a otra sala, y me mostró un
paisaje: una laguna de aguas verdiazules, con
huellas de un naufragio, y una multitud en cada orilla.

Quiénes son, pregunté; por qué lloran.
Los que nacieron en el siglo de la muerte de
la muerte, respondió; los que ya nunca podrán
cruzar al otro lado.

Ed. Pre-Textos, 2013

jueves, 22 de noviembre de 2018

El último rostro


Siempre nos sentimos más jóvenes de lo que somos. Llevo dentro de mí mis rostros anteriores, como un árbol contiene sus anillos. La suma de ellos soy yo. El espejo no ve más que mi último rostro, mientras yo conozco todos los anteriores.

Tomas Tranströmer

Fot. enmiljontystnader

Conciliación


La ventana de la habitación de Musia Borísovna daba a las alambradas del gueto. Una noche la bibliotecaria se despertó, levantó el extremo de la cortina y vio a dos soldados arrastrando una ametralladora; los rayos azules de la luz de la luna hacían centellear el acero pulido y las galas del oficial que caminaba delante. Oyó el ruido sordo de los motores. Los vehículos se acercaban al gueto con los faros apagados, y el pesado aire nocturno se tornaba plateado y se arremolinaba alrededor de sus ruedas, como divinidades flotando entre nubes.
En aquellos tranquilos minutos de claro de luna, mientras las patrullas de las SS y SD, destacamentos de policías ucranianos, unidades auxiliares y una columna motorizada de la Gestapo se aproximaban a las puertas del gueto dormido, la mujer midió el destino del siglo XX.
La luz de la luna, el movimiento rítmico y majestuoso de las tropas armadas, los potentes camiones negros, el tic tac despavorido del reloj de pesas en la pared, la blusa, el sujetador y las medias sobre la silla, el cálido olor del hogar: todo aquel batiburrillo de cosas opuestas e incompatibles se habían conciliado.

Vasili Grossman
Vida y destino
Ed. Galaxia Gutenberg, 2007
Trad: Marta Debón.

Katrien de Blauwer

Veleta


VELETA

Julio de 1920 (Fuente Vaqueros, Granada)

Viento del Sur,
moreno, ardiente,
llegas sobre mi carne,
trayéndome semilla
de brillantes
miradas, empapado
de azahares.

Pones roja la luna
y sollozantes
los álamos cautivos, pero vienes
¡demasiado tarde!
¡Ya he enrollado la noche de mi cuento
en el estante!
Sin ningún viento,
¡hazme caso!,
gira, corazón;
gira, corazón.

Aire del Norte,
¡oso blanco del viento!
Llegas sobre mi carne
tembloroso de auroras
boreales,
con tu capa de espectros
capitanes,
y riyéndote a gritos
del Dante.
¡Oh pulidor de estrellas!
Pero vienes
demasiado tarde.
Mi almario está musgoso
y he perdido la llave.

Sin ningún viento,
¡hazme caso!,
gira, corazón;
gira, corazón.

Brisas, gnomos y vientos
de ninguna parte.
Mosquitos de la rosa
de pétalos pirámides.

Alisios destetados
entre los rudos árboles,
flautas en la tormenta,
¡dejadme!
Tiene recias cadenas
mi recuerdo,
y está cautiva el ave
que dibuja con trinos
la tarde.

Las cosas que se van no vuelven nunca,
todo el mundo lo sabe,
y entre el claro gentío de los vientos
es inútil quejarse.
¿Verdad, chopo, maestro de la brisa?
¡Es inútil quejarse!

Sin ningún viento.
¡hazme caso!
gira, corazón;
gira, corazón.


miércoles, 21 de noviembre de 2018

Oro


ORO

Oro pálido de las paredes, oro
de los centros de margaritas, las rosas amarillas
que brotan de una fuente clara. Todo el día
yacimos en la cama, mi mano
acariciando el oro
profundo de tus muslos y tu espalda.
Dormidos, despertándonos,
entramos juntos en el cuarto dorado,
nos tendimos en él, respirando
violentamente, luego
con calma una vez más,
dormitando y acariciándonos, tu mano perezosa
jugando con mi pelo ahora.

En aquel tiempo abrimos
cuartos idénticos y diminutos en nuestros cuerpos
que los hombres que exhumen nuestras tumbas
hallarán dentro de mil años
brillantes y completos.

(Selección de textos traducidos por Jordi Doce)


Ediciones Trea, 2018

Fot. Marietta Varga
After August

martes, 20 de noviembre de 2018

Efigies


EFIGIES

Sendas de eucaliptos: un resto del pálido verano
temblando en mi garganta. A través del zumbido
lastre de verano.

La mala hierba que enmudece
hasta tu paso.


Las múltiples guaridas de la luz.
Y las cosas que se han perdido: memoria
de lo que nunca fue. Las colinas. Las imposibles
colinas
perdidas en el brillo de la memoria.


Alba. La inmensa luz aluvial. El carillón de nubes
al amanecer. Y los botes
amarrados en la niebla del muelle
son invisibles. Y si están ahí
son invisibles.

(Selección de textos traducidos por Jordi Doce)
Ediciones Trea, 2018


domingo, 18 de noviembre de 2018

Desde las nueve


Desde las nueve

Doce y media. Rápidamente el tiempo
pasó desde las nueve, cuando encendí mi lámpara
y me senté aquí. Estoy sentado
sin hablar o leer. ¿A quién podría hablar
en la casa desierta?

La imagen de mi cuerpo joven,
cuando encendí mi lámpara a las nueve,
vino a mi encuentro despertando
un perfume de cámaras cerradas
y pasado placer. ¡Qué audaz placer!
También trajo a mis ojos
calles ahora no reconocibles,
lugares de otro tiempo donde la vida ardió,
viejos teatros o cafés difuntos.

La imagen de mi cuerpo joven vino
y me trajo también memorias tristes:
las penas familiares, los adioses,
los sentimientos de los míos,
los sentimientos de los muertos
apenas atendidos.

Doce y media. Cómo pasan las horas.
Doce y media. Cómo pasan los años.

Versión de José Ángel Valente


viernes, 16 de noviembre de 2018

La corona perdida


LA CORONA PERDIDA

Lloro como si hubiera perdido una corona de cuento.
Oh, corona de todos los sueños,
¿habrá de agacharse y resignarse esta pálida frente?
Lo he encontrado todo.
¿Debo rechazar al vencedor y enseñarle humildad?

Ed. Nordica Libros
Trad: Neila García Salgado

Fot. Leslie Zhang
Sara Grace Wallerstedt for A Magazine Issue #18

jueves, 15 de noviembre de 2018

Yo no soy de las que


... yo no soy de las que salen por gusto fuera de casa. Pero siempre andan preguntándome a qué se debe esto. Me lo preguntan como también me preguntan por qué aún no tengo novio o por qué fumo tanto. Porque a mí me preguntan de todo, no sé por qué. De todo. Y yo para todo tengo respuesta.

Enrique Vila-Matas
Suicidios ejemplares
Ed. Anagrama, 2006

Fot. László Moholy-Nagy
Lucia at the breakfast table, 1926

Exilios


…tras tanto acá y allá yendo y viniendo.


Exilios

Están aquí y allá: de paso,
en ningún lado.
Cada horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían ir hacia cualquier fisura.
No hay brújula ni voces.

Cruzan desiertos que el bravo sol
o que la helada queman
y campos infinitos sin el límite
que los vuelve reales,
que los haría de solidez y pasto.

La mirada se acuesta como un perro,
sin siquiera el recurso de mover una cola.
La mirada se acuesta o retrocede,
se pulveriza por el aire
si nadie la devuelve.
No regresa a la sangre ni alcanza
a quien debiera.

Se disuelve, tan solo.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Ítaca


Ítaca

¿Y quién alguna vez no estuvo en Ítaca?
¿Quién no conoce su áspero panorama,
el anillo de mar que la comprime,
la austera intimidad que nos impone,
el silencio de suma que nos traza?
Ítaca nos resume como un libro,
nos acompaña hacia nosotros mismos,
nos descubre el sonido de la espera.
Porque la espera suena:
mantiene el eco de voces que se han ido.
Ítaca nos denuncia el latido de la vida,
nos hace cómplices de la distancia,
ciegos vigías de una senda
que se va haciendo sin nosotros,
que no podremos olvidar porque
no existe olvido para la ignorancia.
Es doloroso despertar un día
y contemplar el mar que nos abraza,
que nos unge de sal y nos bautiza como nuevos hijos.
Recordamos los días del vino compartido,
las palabras, no el eco;
las manos, no el diluido gesto.
Veo el mar que me cerca,
el vago azul por el que te has perdido,
compruebo el horizonte con avidez extenuada,
dejo a los ojos un momento
cumplir su hermoso oficio;
luego, vuelvo la espalda
y encamino mis pasos hacia Ítaca.

Antología poética femeninaen lengua española del S. XX
Ed. La esfera de los libros, 2002

martes, 13 de noviembre de 2018

Soy forastera


He tratado de relatar un mundo que no existe
para que existiese. 
El aire que está inmóvil en el aire
sobre los campos de los alrededores de la ciudad 
a los que ya no voy.
La alegría de una distancia a la que te has acostumbrado. 
El sosiego de una desazón a la que te has acostumbrado. 
Como durante la fiebre alta el júbilo de que no significas nada.
He tratado de mantener al mundo a distancia. 
Ha sido fácil.
Estoy acostumbrada a mantener el mundo a distancia. 
Soy forastera. 
Como mejor me encuentro es siendo forastera. 
De esa manera me olvido del mundo. 
De esa manera no lloro ni me encolerizo más. 
De esa manera el mundo se vuelve blanco e indiferente.
Y yo camino por cualquier parte. 
Y permanezco completamente inmóvil.
De esa manera me acostumbro a estar muerta.
Esto es un crítica del poder del hombre sobre el idioma
porque es una crítica del poder del idioma sobre el hombre.

Le monde ne peut ètre
dit “humain” que dans la mesure
où il signifie quelque chose


"Eso"
Ed. Sexto Piso, 2015
Trad. Francisco J. Uriz

Fot. Mary Pickford, July 1922

Egoísta


Soy sarcástica, escéptica y a veces dura, porque me da miedo que me hieran. Y tengo en mi interior esa alma sumamente vulnerable de todo egoísta.

Sylvia Plath

Fot. Sylvia Plath en su etapa de instituto

Los pies


Dice que ella escondía sus pies entre las piernas de él. Sus pies helados como piedras frías y que allí se calentaban como en un horno donde se dora el pan. Dice que él le mordía los pies diciéndole que eran como pan dorado en el horno. Que dormía acurrucada, metiéndose dentro de él, perdida en la nada al sentir que se quebraba su carne, que se abría como un surco abierto por un clavo ardoroso, luego tibio, luego dulce, dando golpes duros contra su carne blanda; sumiéndose más, hasta el gemido. Pero que le había dolido más su muerte. Eso dice.

Juan Rulfo
Pedro Páramo

Collage: Katrien de Blauwer

lunes, 12 de noviembre de 2018

Los brazos


Siempre me han gustado extraordinariamente los brazos bonitos. Hay gente que da especial importancia a la perfección del pie. Reconozco que me interesa, pero el brazo es, según mi opinión, lo que la mujer debe tener más perfecto. Actúa siempre. Lo tenemos constantemente ante los ojos. Podría decirse que es el órgano de los encantos, y que, mediante hábiles movimientos, es la verdadera arma del Amor, ya que, doblado, este brazo delicado imita un arco mientras que, tensado, parece la flecha.

Guillaume Apollinaire
El poeta asesinado
Edit: Fontamara, 1981
Trad: Rafael Sender.

Fot. Edward Steichen
Tilly Losch

domingo, 11 de noviembre de 2018

Las tierras extrañas


LAS TIERRAS EXTRAÑAS

Mi alma adora las tierras extrañas
como si no tuviera patria.
En tierra lejana están las grandes rocas
sobre las que mis pensamientos reposan.
Fue un forastero quien escribió las extrañas palabras
en el duro tablero que se hace llamar mi alma.
Días y noches pienso tumbada
en las cosas que jamás pasaron:
mi alma sedienta pudo beber una vez.

Ed. Nordica, 2017
Trad: Nelia García Salgado

Fot. de la autora que ilustra la portada de la edición.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Lamium


LAMIUM

Así se vive cuando tienes un corazón helado.
Como yo: entre sombras, arrastrándose sobre la roca fría,
bajo las copas inmensas de los arces.

El sol apenas me alcanza.
A veces, al comenzar la primavera, lo veo elevarse a lo lejos.
Luego crecen las hojas sobre él, hasta cubrirlo todo.
Siento su brillo entre las hojas, vacilante,
como quien golpea un vaso con una cuchara de metal.

No todos necesitan de la luz
en igual medida. Algunos
creamos nuestra propia luz: una hoja plateada
como un sendero que nadie puede recorrer, un lago de plata
poco profundo bajo la oscuridad de los arces.

Pero esto ya lo sabes.
Tú y aquellos que piensan
que viven por la verdad, y en consecuencia,
aman todo lo que es frío.

Ed. Pre-Textos, 2006

Trad. Eduardo Chirinos



martes, 6 de noviembre de 2018

Lolita


Pienso en bisontes y ángeles, en el secreto de los pigmentos perdurables, en los sonetos proféticos, en el refugio del arte. Y ésta es la única inmortalidad que tú y yo podemos compartir, Lolita.

Vladimir Nabokov
Lolita

lunes, 5 de noviembre de 2018

El puente


EL PUENTE

Entre ahora y ahora
entre yo soy y tú eres
la palabra puente.

Entras en ti misma
al entrar en ella:
como un anillo
el mundo se cierra.

De una orilla a otra
siempre se tiende un cuerpo,
un arcoiris.

Yo cantaré por sus repechos,
yo dormiré bajo sus arcos.


Alain Delon y Mónica Vitti en "L'eclisse", 1962.

Identidad


Nadie me conoció bajo la máscara de la identidad ni supo nunca que era una máscara, porque nadie sabía que en este mundo hay enmascarados. Nadie supuso que junto a mí estuviera otro que, al fin, era yo. Siempre me juzgaron idéntico a mí.
Vivimos todos lejanos y anónimos; y disfrazados sufrimos, desconocidos. Para unos está distancia entre un ser y ellos mismos jamás se revela; para otros resulta de cuando en cuando iluminada, con horror o dolor, por un relámpago sin límites; para algunos ésta es la penosa constancia y cotidianidad de la vida.
Saber bien que quienes somos no nos atañe, que lo que pensamos o sentimos es siempre una traducción [...], saber todo eso a cada minuto, sentir todo eso en cada sentimiento, ¿No será ser extranjero en la propia alma, exiliado en las propias sensaciones?

Fernando Pessoa
Bernardo Soares
Poesía
Ed Alianza, 2016
Trad. José Antonio Llardent


domingo, 4 de noviembre de 2018

Libertad


LIBERTAD

En mis cuadernos de escolar
en mi pupitre en los árboles
en la arena y en la nieve
escribo tu nombre.

En las páginas leídas
en las páginas vírgenes
en la piedra la sangre y las cenizas
escribo tu nombre.

En las imágenes doradas
en las armas del soldado
en la corona de los reyes
escribo tu nombre.

En la selva y el desierto
en los nidos en las emboscadas
en el eco de mi infancia
escribo tu nombre.

En las maravillas nocturnas
en el pan blanco cotidiano
en las estaciones enamoradas
escribo tu nombre.

En mis trapos azules
en el estanque de sol enmohecido
en el lago de viviente lunas
escribo tu nombre.

En los campos en el horizonte
en las alas de los pájaros
en el molino de las sombras
escribo tu nombre.

En cada suspiro de la aurora
en el mar en los barcos
en la montaña desafiante
escribo tu nombre.

En la espuma de las nubes
en el sudor de las tempestades
en la lluvia menuda y fatigante
escribo tu nombre.

En las formas resplandecientes
en las campanas de colores
en la verdad física.
escribo tu nombre.

En los senderos despiertos
en los caminos desplegados
en las plazas desbordantes
escribo tu nombre.

En la lámpara que se enciende
en la lámpara que se extingue
en la casa de mis hermanos
escribo tu nombre.

En el fruto en dos cortado
en el espejo de mi cuarto
en la concha vacía de mi lecho
escribo tu nombre.

En mi perro glotón y tierno
en sus orejas levantadas
en su patita coja
escribo tu nombre.

En el quicio de mi puerta
en los objetos familiares
en la llama de fuego bendecida
escribo tu nombre.

En la carne que me es dada
en la frente de mis amigos
en cada mano que se tiende
escribo tu nombre.

En la vitrina de las sorpresas
en los labios displicentes
más allá del silencio
escribo tu nombre.

En mis refugios destruidos
en mis faros sin luz
en el muro de mi tedio
escribo tu nombre.

En la ausencia sin deseo
en la soledad desnuda
en las escalinatas de la muerte
escribo tu nombre.

En la salud reencontrada
en el riesgo desaparecido
en la esperanza sin recuerdo
escribo tu nombre.

Y por el poder de una palabra
vuelvo a vivir
nací para conocerte
para cantarte
libertad.



Las alas de una cigarra


Mantengo mi cuerpo inmóvil, como una estaca hundida en la tierra: mi brazo tendido, como la rama de un árbol seco. 
Del vasto universo y de la multitud de seres sólo percibo en ese momento las alas de la cigarra. 
No me vuelvo ni me inclino. No cambiaría las alas de una cigarra por todos los seres del mundo.

Lie ZiEl libro de la perfecta vacuidad
Ed. Kairós, 1987
Trad. Iñaki Preciado

Ingrid Bergman
en Stromboli, 1950

sábado, 3 de noviembre de 2018

Testamento


Testamento

Habiendo llegado al tiempo en que
la penumbra ya no me consuela más
y me apocan los presagios pequeños;

habiendo llegado a este tiempo;

y como las heces del café
abren de pronto ahora para mí
sus redondas bocas amargas;

habiendo llegado a este tiempo;

y perdida ya toda esperanza de
algún merecido ascenso, de
ver el manar sereno de la sombra;

y no poseyendo más que este tiempo;

no poseyendo más, en fin,
que mi memoria de las noches y
su vibrante delicadeza enorme;

no poseyendo más
entre cielo y tierra que
mi memoria, que este tiempo;

decido hacer mi testamento.

Es este:
les dejo
el tiempo, todo el tiempo.


Song, 1962

jueves, 1 de noviembre de 2018

Guarda-de-tren


Los cincuenta años de Angelo G.

Edad de hierro,
donde los rieles
se hacen ya
pesados de recuerdos.
Pero los vagones
están hechos para partir.
Y yo soy el guarda-de-tren.
Guarda-de-tren de mi familia.
Alguna vez me gustaría
descarrilar e irme lejos
para ver el cielo,
donde nunca fluye
palabra alguna.
Ya el amor
en nuestra casa
se ha vuelto un silencio grande
hecho de luz y contemplación.

Trad. Delfina Muschietti

Fot. anónima de la autora