miércoles, 10 de julio de 2019

Netsuke


Se dirigió al gabinete de los netsuke, donde se demoró un rato. Al ver su perfil se me formó un nudo en la garganta. Hay rostros que despiertan una atracción parecida a la de las estrellas. Tachonados de ojos estelares, ojos en torno a los cuales existe un campo gravitatorio. Son los ojos de aquellos que no solo se han acercado al límite, sino que ya lo han cruzado, quizá de forma cíclica, una costumbre crónica en ellos. Y, sin embargo, han conseguido volver. El fuego les ha chamuscado las plantas de los pies; han ingerido trozos de cristal; han mantenido relaciones carnales con serpientes; son capaces de hacer cualquier cosa, lo que sea, con tal de aplacar cierto tipo de dolor, el dolor que siente una persona cuyo espíritu ha sido tan mancillado y pisoteado que, como mucho, puede aspirar a seguir brillando a trompicones, como una luciérnaga atrapada en una mano cerrada, en los estertores de una especie de frenesí final, y mientras aguarda la muerte.
Esas son las personas capaces, en tanto que amantes, de procurar una emoción excepcional. Su atractivo siempre es comprometedor. El riesgo es enorme. Pero soy como ellos. Estoy dispuesto a ponerlo todo en peligro con tal de arder intensamente un instante. El mundo está lleno de gente así. Gente devastada por el ansia, capaz de implosionar de un momento a otro. En nuestro planeta abunda esa clase de agujeros negros. Me he planteado desarrollar una cosmología de este erotismo de la devastación.

Rikki Ducornert
Netsuke
Ed. Blackiebooks
Trad. Ismael Attrache

Fot: Robert Mapplethorpe.
Untitled (Self Portrait), 1973
Solomon R. Guggenheim Museum, New York

Sospechas y certezas


La primera sospecha es la de vivir. No poseer lo que se cree es la segunda certeza. Encontrar lo que nunca se busca es la serendipia de la vida, un bálsamo en el asombro de los hallazgos, como un cielo azul de abril después de la lluvia y tan verdad como que rara vez se encuentra aquello que se busca.

Hay un anzuelo en cada esperanza; una renuncia en cada instante de fe; una muerte de fonemas por cada silencio. Sin embargo, no hay un hallazgo pretendido por cada búsqueda establecida.

Después de todo, los bordes y los límites son una zona nebulosa entre lo que intentamos ser y no ha hallado camino y lo que somos y no sabemos definir, como una laguna de aguas profundas que guarda muros de fortalezas que no se pueden ver.

El cauce se remonta, pero la posibilidad queda detenida, esperando, languideciendo somnolienta. Existe una distancia entre el ojo y la imagen que se refleja.

Antonio Gramsci (1971) desarrolló el concepto de hegemonía para hacer referencia a un orden social estratificado (con clases sociales) en el que los subordinados acatan la dominación al interiorizar los valores se sus gobernantes y aceptar la "naturalidad" de la dominación (tal es la forma en la que han de ser las cosas)

Pierre Bourdieu (1977) afirmó que todo orden social trata de hacer que su propia arbitrariedad (incluyendo mecanismos de control y opresión) parezcan naturales.

Tanto Bourdieu como Michel Foucault (1979) argumentan que es más fácil y efectivo dominar a la gente en sus mentes que tratar de controlar sus cuerpos.

La primera certeza es la inexistencia de estas. La segunda sospecha es la sospecha de la primera. El agua no sacia, lo que se aleja está cerca, lo pequeño es lo que más grande parece.

Juan Carlos Pérez Aguilera
El diario de Reinaldo Huélago

Fot: Escultura de Alfred Keller

martes, 9 de julio de 2019

Glosa a un pájaro muerto


GLOSA A UN PÁJARO MUERTO

Fulminado sobre tu propia luz yaces
por un hilo de llamas, tu cuerpo
violinista, tu corazón alado,
se aventuró cantando
hacia no sé que aurora
con latidos en vuelo, fortísimos
virando en el gerundio eterno
y la mano de Dios, de un hosco manotazo
te convirtió en palabra, como a todos
los que no somos más que un alma anónima
surcada de rabia y esperanza.

Sobre tu propia luz, el cielo
es una jaula, y la muerte,
liberación sin tacha.

Sagrado y pequeño corazón alado
que respiras por el pulmón de la metáfora.

Manolo Marcos

Dib: René Magritte

Luz



Creo que los grandes pintores siempre pintaron figuras… Yo pinto la luz que proviene de los cuerpos.

Egon Schiele

Pint: Egon Schiele
Dos mujeres, 1915
Museo Albertina, Viena

lunes, 8 de julio de 2019

El lago


La tarde siguiente Gimpei siguió el impulso de ver otra vez a la chica sobre la cuesta de los ginkgo. La otra vez ella había estado tranquila mientras la seguía, pero quizá se molestaría si la seguía de nuevo, y este pensamiento le entristeció. Era como lamentarse tras el vuelo de un ganso salvaje del cielo…u observando el transcurrir del tiempo. Su propia vida podría acabar mañana, incluso la chica, tampoco sería siempre hermosa. Pero ya Gimpei se había dado a conocer al estudiante, hablándole el día anterior, no podía estar en la cuesta bajo los árboles, ni tampoco podía aparecer en la loma por donde el muchacho la esperaría. Decidió ocultarse entre el foso que había en el paseo de los árboles y la mansión aristocrática. Si le preguntaba algún policía podría decir que se había hecho daño en las piernas, que estaba borracho y había caído al foso, o que le había empujado un maleante. Como la borrachera podía ser la mejor explicación, Gimpei tomó una copa antes de salir de casa para que su aliento oliera a licor. Entre las juntas y grietas de la piedra crecía la hierba, y las hojas caídas acolchadas en el suelo. Si se apretaba no podrían verlo los transeúntes que subieran la cuesta. Se escondió allí durante veinte o treinta minutos, consciente de un deseo de morder una piedra de pared. Vio una violeta que había crecido entre las piedras y, trepando más, abrió la boca, la mordió con los dientes y se la tragó. Era difícil de tragar, y con un gemido, Gimpei luchó por contener las lágrimas.

Yasunari Kawabataa
El Lago
Traducción : Antonio Bigu Del Blanco.
Emecé

Fot: s/d

domingo, 7 de julio de 2019

Rostro


Entonces se dio cuenta de que el lavabo que ocupaba estaba en el camino de las mujeres apresuradas, así que se dio prisa en secarse la cara. Cuando se hizo a un lado para dejar que otra persona accediera al lavabo y se incorporó y se miró al espejo se dio cuenta, con una ligera conmoción hiriente, que no tenía ni idea de qué rostro era el suyo.

Shirley Jackson
Cuentos escogidos
Editorial Minúscula

Fot: Ana Mendieta
Autorretrato

Tiempo


La profundidad del tiempo es una reciente conquista mía. En el silencio de la casa, cuando durante la mañana me quedo sola, reencuentro la felicidad de pensar, de recorrer el pasado adelante y atrás, de escuchar el fluir del presente. Es algo que pocas veces me había pasado antes. Después de una infancia insatisfecha y sin problemas inmediatos, una adolescencia pobre e introvertida y una juventud empecinada, he llegado a una madurez en la que las cosas y los acontecimientos parecen tener un ritmo más lento, que permite la reflexión. Del mundo del trabajo, con los chicos ya bastante crecidos, he sido devuelta a la libertad de mi casa y de mis días. En el humilde y variado trabajo cotidiano, los pensamientos pueden aflorar, organizarse, clarificarse. El tiempo, antes casi sin dimensiones, reducido a un mero presente debido a una vida apresurada, acosada por un turbión de obligaciones, de alegrías robadas, y de preocupaciones, ahora se despliega en horas livianas, se dilata y se arrellana, se puebla de resonancias y recuerdos que poco a poco se recomponen en forma de mosaico, emergiendo en pequeños remolinos de un magma indistinto que, durante largos años, se ha ido acumulando en un fondo oscuro y desatendido.

Marisa Madieri
Verde Agua
Ed. Minúscula
Trad. Valeria Bergalli

Fot: s/d

miércoles, 3 de julio de 2019

Los silencios


Dicen que hay que pararse frente a una tela de Rothko como frente a un amanecer. Son cuadros bellísimos, pero la belleza puede ser sublime o puede ser decorativa, y en los livings neoyorquinos del Upper East Side sus cuadros combinaban deliciosamente bien con los sofás de cuero y las alfombras de angora. Las críticas le cayeron a baldazos. Rothko las sufría mientras su cuenta bancaria se abultaba. Algunos lo acusaban de ser un efectista que hacía del rigor del expresionismo abstracto un buen negocio. El pintor empezó a defenderse con frases del tipo "la experiencia trágica es para mí la única fuente del arte". Fue como cavarse su propia fosa: durante años esa grandilocuencia ahogaría sus obras, las convertiría en opacos menhires.

El asunto es que la ansiedad lo hacía hablar de más. Olvidaba que los elementos más poderosos de una obra con frecuencia son sus silencios, y que, como dicen por ahí, el estilo es un medio para insistir sobre algo. Puede que mirar un Rothko tenga algo de experiencia espiritual, pero de una clase que no admite palabras. Es como visitar los glaciares o atravesar el desierto. Pocas veces lo inadecuado del lenguaje se vuelve tan patente.(...)

En los años de mayor éxito, de 1949 a 1964, Rothko empezó a derrapar: su matrimonio se partió al medio, sus amistades se alejaron, se tomó hasta el agua de las macetas y se envenenó de odio. Se había disparado la espiral de destrucción. Una noche tormentosa, cuando salía de su edificio, el portero le advirtió que se cuidara porque la calle estaba fea. Rothko contestó: 《Hay una sola cosa de la que me tengo que cuidar: de que un día el negro se trague al rojo.》

María Gainza
El nervio óptico
Ed. Anagrama

Pint. Mark Rothko
Rojo claro sobre rojo oscuro (1955 – 1957)
Museo Nacional de Bellas Artes (Argentina)

lunes, 1 de julio de 2019

Las caras


 LAS CARAS


Las caras de los hombres que en mi vida he encontrado
me persiguen y viven adentro de mi espíritu.
Las caras de los hombres que he encontrado en mi vida
me miran y me abruman.
Podría dibujarlas pero nunca me atrevo.
Algunas tienen cuerpos y llevan en las manos
anillos y collares, flores de terciopelo,
algunas son mansiones, son jardines, son ríos,
algunas son un viaje, una playa, un desierto.
Algunas son de mármol, algunas son fenicias,
algunas son romanas, griegas y perniciosas
con los rasgos borrados.
Algunas tienen penas, muchas penas algunas,
y largas cabelleras que lloran en el viento.
Algunas son horribles, casi siempre me advierten
que un peligro me acecha.
Algunas tienen horas marcadas en los ojos
y son como clepsidras,
me despiertan de noche.
Algunas me quisieron
y movieron los labios para decir mi nombre.
Algunas no entendieron nunca lo que les dije
ni supieron por qué las miré largamente.
Algunas son anónimas
llevan frutas y fuentes, manos de terracota,
como las estaciones.
Algunas se arrodillan, buscan algo en la tierra.
Algunas como pájaros siempre estiran el cuello.
Algunas se inclinaron
y escribieron sus nombres sobre mi corazón
sin que yo lo advirtiera.
Algunas fueron mías, algunas se alejaron
y perdieron su sexo, su virtud y su candor;
fueron como la imagen
del infierno en el mundo
que tratamos, en vano, de olvidar.
Algunas fueron deidades
que no olvidaré nunca.

Silvina Ocampo

Fot: La hermana de Silvina, Victoria

domingo, 30 de junio de 2019

Vida

 


La vida es demasiado breve, cuando uno lo comprende no hay que complicarse con ideas negras. He aquí porqué me gusta la frase de Boris Vian: “El humor es la cortesía de la desesperanza”. Eso explica todo. Es una pérdida de tiempo estar siempre desesperado. El humor me mantiene ocupado y me permite comunicarme con la gente. Yo no soy un tipo que hable fácilmente. Casi a pesar de mí, el humor se me convirtió en un lenguaje. Mi grafismo es una especie de escritura sin palabras.

Guillermo Mordillo
(4 de agosto de 1932 - 30 de junio de 2019)

Idioma




Un domingo solitario
entre tus propias cuatro paredes
bajo la más brillante luz del día, y temes
perderte a ti misma
escribiendo
para encontrarte a ti misma
en un idioma
que ya nadie entiende.

Erika Burkart

Fot: Dominique Issermann

Viaje

 

6. El viaje en el espacio es a la vez un viaje en el tiempo y contra el tiempo. La complejidad estratificada y condensada de un lugar emerge a veces con violencia, como semillas que rompieran la vaina. Nosotros somos tiempo cuajado, dijo en cierta ocasión Marisa Madieri. Y no sólo cada individuo, también cada lugar es tiempo cuajado, tiempo múltiple. Un lugar no es sólo presente, sino también ese laberinto de tiempos y épocas diferentes que se entrecruzan en un paisaje y lo constituyen; así como pliegues, arrugas, expresiones excavadas por la felicidad o la melancolía, no sólo marcan un rostro sino que son el rostro de esa persona, que nunca tiene sólo la edad o el estado de ánimo de aquel momento, sino el conjunto de todas las edades y todos los estados de ánimo de su vida. Paisaje como rostro, el hombre en el paisaje como la ola en el mar. El paisaje -como la poesía de Andrea Zanzotto- es estratificación de tierra y de historia. No es sólo naturaleza y arquitectura, golfos, bosques y casas, senderos de hierba y de piedra; es también y sobre todo sociedad, personas, gestos, costumbres, prejuicios, pasiones, alimento, banderas, fes. El bosque del viandante moderno es la ciudad, con sus desiertos y sus oasis, su coro y su soledad, sus rascacielos o sus mesones de las afueras, sus calles rectilíneas en fuga hacia el infinito. Acaso el transeúnte con los ojos y los sentidos abiertos sea el viajero más auténtico; su mirada penetra y deshace el escenario urbano como una insurrección, como le sucede a la sacramental y estragada Milán de Luca Dominelli en su poderoso Crollo delle aspettative (La caída de las expectativas).

Claudio Magris
prefacio a "El infinito Viajar"
Ed. Anagrama
Trad. Pilar García Colmenarejo

Collage: Steph Poiraud

sábado, 29 de junio de 2019

Se te pasará



HE IDO A BUSCARTE A LA ESTACIÓN DE SÃO BENTO,
PERO NO HE LLEGADO A TU ENCUENTRO Y LLUEVE

“Hacer versos malos depara más felicidad que leer los versos más bellos”

HESSE


Si te sientes bien, no te preocupes, se te pasará.

Y más ahora que sabes que todo está perdido
y que los árboles han abandonado descalzos los bosques
y han huido de la misma manera
que un psicoanalista huye de un sueño que no le deja dormir.
Ahora que te has marchado,
el cielo ya no es lo que es, es decir,
una gran gotera en la cocina de Dios,
allí donde los aviones pasan estirando sus alas
como un polluelo de pingüino
que no tiene ni idea que jamás podrá volar.

La estación de trenes de São Bento ha perdido su sentido del humor.
He llegado aquí,
(porque a algún lugar hay que llegar cuando se huye)
para buscarte, pero sólo he encontrado un abrazo roto tuyo
sobre la máquina de “rayos X”
por la que pasaste mi corazón y tu equipaje,
las graves sílabas del amor que sólo fueron los restos del amor:
nuestras miradas en aquel bar del Cais da Ribeira
mientras esperabas que me tocase el pimiento picante
para estallar en risas.

Me acaba de cagar un pájaro sobre la chaqueta
que acabo de estrenar y es entonces cuando veo
que la estación de São Bento está llena de pájaros
que recogen, a migajas, la tristeza de los viajeros perdidos,
los restos de tu sombra cuando abrías la persiana
de aquel motel para mochileros en el que nos hospedamos
en la Rua das Flores, sucia
como la moneda que utilizó Maiakovski para telefonear al paraíso.
Ahora que ni siquiera nos hablamos,
el tiempo es una lágrima envuelta en papel aluminio,
un querer dejar de meter la pata
y meter la pata hasta la rodilla
una y otra vez.
Según Muriel Rukeyser,
el universo está hecho de historias
no de átomos,
así que sólo te escribía para contarte
que la toalla que usaste aquella mañana que nos conocimos
aun lleva las huellas de ese amanecer
y creo que, por el bien de la luz,
debería ponerla de una vez por todas en la lavadora
para el próximo aterrizaje forzoso que, supongo,
no piensas hacer en casa.

Todas las despedidas deberían empezar por seguir a los árboles
que, descalzos, suben a los aviones de la soledad.
Pero no, de nada sirve porque en las guerras siempre mueren los mismos.
Aunque da igual,
según el proverbio,
una vez terminado el juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja,
así que nada,
ahora que todo está perdido, sólo me queda decir:
poesía: apaga y vámonos.

Nilton Santiago
"La historia general del etcétera"
Valparaíso

Collage: Celeste Ortiz

viernes, 28 de junio de 2019

La vaina



Un pedazo de rama muerta aplastando un animal vivo
a la vera del camino un bosque de helechos
enterrarme en la grava suave
bajo algún árbol perenne
me rocíe de almíbar y agujas
sobre los pelos
el hocico manchado de sangre seca
y la mielcita de todas esas coníferas
sellando
los órganos duros tersos jóvenes
para sacarlos luego
desvanecidos entre los dientes carroñeros
un contorno vacío de sustento
un trazo un fiordo
de lo que había en mí:
el ansia, esa vaina.

Celeste Diéguez

Fot. Bogdan Dullsky and Clau Jares

miércoles, 26 de junio de 2019

Aún no te das cuenta


 
De noche te desvistes con prudencia,
furtivamente observas los rincones
de la casa y los pliegues de tu cuerpo
buscando a tu enemigo.
Como un niño asustado
ordenas los cuadernos, pasas a limpio el día,
trascribes las palabras que la muerte te dicta.
Luego, con las flores y el agua de las pūjās
recoges las plegarias, los silencios
y una lágrima
que a propósito dejo olvidada en mi rostro.

Aún no te das cuenta de
que todo lo que haces
y en todo lo que temes
sigues nombrando el amor que te ahoga
tantas veces
como niego la vida que me entregas.

Chantal Maillard
de "Formas", en India.
Ed. Pre-Textos

Fot. Francesca Woodman

martes, 25 de junio de 2019

Los cuerpos que se duermen


 No es triste morir: es solamente el dedo del invierno reconociendo los cuerpos que se duermen.

 Chantal Maillard
Morir en Benarés, en India.
Ed: Pre-Textos

Fot: Galerie Lumière des Roses

lunes, 24 de junio de 2019

El mar


El hermoso amanecer: la hermosa, pura, amplia mañana en medio del mar, con un aire tan áureo y delicioso, con las temblorosas monedas de oro marinas y el cielo lejos, lejos, muy alto, insondablemente diáfano. ¡Qué felicidad estar en una nave! ¡Qué hora dorada para el corazón de un hombre!

Ah, si uno pudiera navegar para siempre en un pequeño, tranquilo barco solitario, de una tierra a otra tierra y de una isla a otra isla, y vagabundear por los espacios de este mundo hermoso, siempre a través de los espacios de este mundo hermoso. ¡Sería dulce a veces bajar a la tierra opaca, bloquearse uno mismo contra la tierra dura, anular la vibración del propio vuelo contra la inercia de nuestra terra firma! Pero la vida misma estaría en el vuelo, en el temblor del espacio. ¡Ah, el temblor del espacio sin fin, mientras uno se mueve en vuelo! Espacio, y la frágil vibración del espacio, el alegre solitario retorcerse del corazón. Para nunca más quedarse atascado en la tierra. Para no ser nunca más como un burro con un tronco en la pata, amarrado a la tierra fatigada que ya no tiene respuesta. Sino para partir.

¡Para encontrar tres almas viriles, perdidas en el mundo y, perdidos en el mundo, vagabundear y vagabundear con ellos, a través del espacio vibrante, mientras dure la vida! ¿Para qué fondear? No hay motivo para anclarse a nada. La tierra ya no tiene respuestas para el alma. Se ha vuelto inerte. Dioses bondadosos, dadme un pequeño barco y tres camaradas mundialmente perdidos. ¡Oídme! Y déjenme vagabundear sin propósito a través de este vívido mundo de ostracismo, el mundo vacío de hombre, donde el espacio vuela feliz.

D. H. Lawrence
El mar

Fot: s/d


 

Mujer con un panal al fondo


Mujer con un panal al fondo


Cada abeja en su bondad extrema
escribe con el canto un apego a sus alas
para alzarse y comprender la dimensión del aire
como hace el náufrago al engullir voluntarioso
el agua que separa sus bronquios de las algas

toda abeja madruga si es el caso
listas para el hambre las antenas
palpitante el élitro converso

atenta siempre a su labor cosechadora
su frágil equilibrio ponderado
su lugar en ese pánfilo azul
que llaman horizonte y somos todos

pero esta mujer sobresaliente
atento el rímel a disfrazar su angustia
que dice ser hogaza partitura postre cereal
argumento de un duelo con pistolas

esta mujer que tuvo lo que tiene

la matemática
la joven del violín
apuradora de versos con ginebra
imprevisible entonces al son de una bachata

pasea por su rostro el dedo anular del desamparo

evoca desprovista
la imposible ternura del pezón en retirada
los aledaños benignos de un vientre devorador y astuto
la brújula que sus pasos empuñaban para evitar el norte

y ahora tirita en su final
en busca del enjambre que unos llaman vida
y los desesperados portal de la misericordia
porque
todo dedo admonitorio
todo escrutinio supuestamente inofensivo

toda invectiva amenaza pústula
sacramental divorcio

cualquier afirmación solemne
exclusión en apariencia maliciosa
augurio semblanza devastación urgente

caben en un cucurucho blanco

toda flagelación en su disculpa
toda muerte en su envés
toda paz en su derrota

y todo abrazo pendiente en la palabra nunca.

Rafael Soler

Fot: Eli Craven



 

domingo, 23 de junio de 2019

Libros



¡Cuántos libros, Dios mío, y qué poco tiempo y a veces qué pocas ganas de leerlos! Mi propia biblioteca, donde antes cada libro que ingresaba era previamente leído y digerido, se va plagando de libros parásitos, que llegan allí muchas veces no se sabe cómo y que por un fenómeno de imantación y de aglutinación contribuyen a cimentar la montaña de lo ilegible y, entre estos libros, perdidos, los que yo he escrito. No digo en cien años, en diez, en veinte, ¿qué quedará de todo esto? Quizás sólo los autores que vienen de muy atrás, la docena de clásicos que atraviesan los siglos, a menudo sin ser muy leídos, pero airosos y robustos, por una especie de impulso elemental o de derecho adquirido. Los libros de Camus, de Gide, que hace apenas dos decenios se leían con tanta pasión, ¿qué interés tienen ahora, a pesar de que fueron escritos con tanto amor y tanta pena? ¿Por qué dentro de cien años se seguirá leyendo a Quevedo y no a Jean-Paul Sartre? ¿Por qué a François Villon y no a Carlos Fuentes? ¿Qué cosa hay que poner en una obra para durar? Diríase que la gloria literaria es una lotería y la perduración artística un enigma. Y a pesar de ello se sigue escribiendo, publicando, leyendo, glosando. Entrar a una librería es pavoroso y paralizante para cualquier escritor, es como la antesala del olvido: en sus nichos de madera, ya los libros se aprestan a dormir su sueño definitivo, muchas veces antes de haber vivido. ¿Qué emperador chino fue el que destruyó el alfabeto y todas las huellas de la escritura? ¿No fue Eróstrato el que incendió la biblioteca de Alejandría? Quizás lo que pueda devolvernos el gusto por la lectura sería la destrucción de todo lo escrito y el hecho de partir inocente, alegremente de cero.

Julio Ramón Ribeyro
Prosas apátridas
Ed. Seix Barral

Fot: s/d

sábado, 22 de junio de 2019

No envejeceremos juntos


Veintiocho de noviembre de mil novecientos cuarenta y seis

No envejeceremos juntos.
Este día está
de más: el tiempo desborda.
Mi amor tan ligero pesa como un suplicio.

Paul Éluard
de Le tempos deborde, El tiempo desborda (1947)
Versión de Jesús Munárriz
Ed. Hiperión

Collage:  Nusch Éluard, 1937
Collection of Timothy Baum, New York

viernes, 21 de junio de 2019

Milagro de la luz


MILAGRO DE LA LUZ: LA SOMBRA NACE

Milagro de la luz: la sombra nace,
choca en silencio contra las montañas,
se desploma sin peso sobre el suelo
desvelando a las hierbas delicadas.
Los eucaliptos dejan en la tierra
la temblorosa piel de su alargada
silueta, en la que vuelan fríos
pájaros que no cantan.
Una sombra más leve y más sencilla,
que nace de tus piernas, se adelanta
para anunciar el último, el más puro
milagro de la luz: tú contra el alba

Ángel González

Fot: s/d

miércoles, 19 de junio de 2019

El agua ensimismada

EL AGUA ENSIMISMADA

Para Edison Simons

El agua ensimismada
¿piensa o sueña?
El árbol que se inclina buscando sus raíces,
el horizonte,
ese fuego intocado,
¿se piensan o se sueñan?
El mármol fue ave alguna vez;
el oro, llama;
el cristal, aire o lágrima.
¿Lloran su perdido aliento?
¿Acaso son memoria de sí mismos
y detenidos se contemplan ya para siempre?
Si tú te miras, ¿qué queda?

María Zambrano

Fot: Tracy Linnel Sanford

martes, 18 de junio de 2019

No y sí


No y sí

Ella rehúsa y calla.

Pero la oscura y verde
mujer que vive dentro
de ella

muerde rabiosamente
y traga.

Circe Maia
de "De lo invisible'
Edit. Rebeca Linke Editoras

Fot: Molly Bair by Nick Knight, 2015

lunes, 17 de junio de 2019

Una horrible belleza



Yo nunca he podido hacer balance. Siempre estoy menos algo. Por lo tanto, tengo una razón para seguir adelante. Pongo toda mi vida en el balance, para que no produzca nada. Para no conseguir nada, tienes que poner a la vista una infinidad de cifras. Efectivamente: en la ecuación vital, mi signo es el infinito. Para no llegar a ninguna parte, hay que atravesar todos los universos conocidos: debes estar en todas partes, para no estar en ninguna. Para conseguir el desorden, debes destruir "toda" forma de orden. Para enloquecer, debes tener una tremenda acumulación de cordura. Todos los dementes cuyas obras me han inspirado estaban tocados por una fría cordura. No me han enseñado nada porque las hojas del balance que nos legaron habían sido falsificadas. Para mí, sus cálculos no tienen sentido porque las cifras han sido alteradas. Los maravillosos libros mayores con bordes dorados que hemos heredado poseen la horrible belleza de las plantas que han madurado durante la noche.

Henry Miller
Primavera negra
Ed. Edhasa.
Trad. Carlos Bauer y Julián Marco

Fot: s/d

domingo, 16 de junio de 2019

Bajo la tormenta de rosas


 "Bajo la tormenta de rosas"

Adonde nos dirijamos bajo la tormenta de rosas,
las espinas iluminan la noche, 
y el trueno de las hojas, 
antes tan silenciosas en los arbustos,
nos sigue ahora muy de cerca.

Ingeborg Bachmann
Fot. de la autora, hacia 1960

Permendicular





PERPENDICULAR

Habría sido un buen sendero para que se cruzara un lagarto
pero no vi ninguno. Zarzas y escaramujos crecían
del lado de la ciudad, amapolas y hierbas silvestres junto al río.
Caluroso en exceso para los pájaros, los patos sí estaban, en el agua
y el cieno, y las ranas sí estaban, a cientos, pareciera, diciendo
Paso, Paso, con su voz más grave. Era hermoso
pero he visto la belleza y su contrario tan a menudo
que cuando el calor me acarició la piel recordé el invierno,
igual que una pena reciente te desarma cuando te despiertas del todo.
Cuando cumplió dos, le pregunté a mi joven amiga
qué serviría en su fiesta de cumpleaños y me respondió
tofu y cupcakes. Cuando tenía tres y yo estaba muy triste
me llamó y me dijo ¿Qué estás haciendo? ¿Coges flores?
Hablaba con poemas como si estuviera soñando todo el tiempo
o fuera muy vieja o Virginia Woolf. Más a menudo en el primer mundo
uno se despierta de y no en una pesadilla. Cuando soñé que perdía
a mi amor me obligué a despertarme por que no iba
a sobrevivir al dolor otra vez, incluso en sueños. ¿Quién es el responsable
de semejante clemencia, Doktor, el consciente o el inconsciente? Quiero
coger las amapolas y quiero dejar las amapolas tranquilas donde crecen.
Como mirar a través de la ventana de un tren en movimiento
a alguien que recorre una carretera bordeada de chopos
y ser alguien que recorre una carretera bordeada de chopos.
El tren y los árboles, una lluvia de pétalos y abejas,
el sol sobre el cristal y el tren perpendicular a la carretera.
Cosas que llegan únicamente por sí solas en las oscuras
sombras dobles de la hierba y los transeúntes.

Kathy Fagan
 Revista Poetry, Enero 2015
Trad. A. Catalán

Fot: Yasuzō Nojima
 Miss S, 1939)

sábado, 15 de junio de 2019

Ceniza




¿La noche un cuerpo cobija?

Lo que duerme y aún respira
es ceniza.

Vicente Aleixandre

Fot. George Hendrik Breitner
Geesje Kwak

viernes, 14 de junio de 2019

Mujer, casa y gato


Mujer, casa y gato.
Una piedra en la cabeza de la mujer; y en la cabeza
de la casa, una luz violenta.
Anda un pez extenso por la cabeza del gato.
La mujer se sienta en el tiempo y mi melancolía
la piensa, mientras que
el gato imagina la elevada casa.
Eternamente la mujer de la mano pasa la mano
por el gato abstracto,
y la casa y el hombre que voy siendo
son minuto a minuto más concretos.
La piedra cae en la cabeza del gato y el pez
gira y para en la sonrisa
de la mujer de la luz. Dentro de la casa,
el movimiento oscuro de estas cosas 
que no encuentran palabras.
Yo mismo caigo en la mujer, el gato
dormita en la palabra, y la mujer toma
la palabra del gato en el regazo.
Miro, y la mujer es la palabra.
Palabra abstracta que se enfrió en el gato
y ahora se calienta en la carne
concreta de la mujer.
La luz ilumina la piedra que está
en la cabeza de la casa, y el pez corre lleno
de originalidad por la palabra adentro.
Si toco la mujer toco el gato, y es apasionante.
Si toco (y es apasionante)
la mujer, toco la piedra. Toco el gato y la piedra.
Toco la luz, o la casa, o el pez, o la palabra.
Toco la palabra apasionante, si toco la mujer
con su gato, piedra, pez, luz y casa.
La mujer de la palabra. La Palabra.
Me echo y amo a la mujer. Y amo
el amor en la mujer. Y en la palabra, el amor.
Amo, con el amor en el amor,
no sólo la palabra sino
cada cosa que invade cada cosa
que invade la palabra.
Y pienso que estoy completo en el minuto
en que la mujer eternamente
pasa la mano de la mujer por el gato
dentro de la casa.
En el mundo tan concreto.

Herberto Helder
IV (del poema Las musas ciegas)

Fot. Marc Riboud, 1952

jueves, 13 de junio de 2019

Mi vida interior


Nunca he pretendido ser más que un soñador. A quien me ha hablado de vivir nunca le he prestado atención. He pertenecido siempre a lo que no está donde estoy y a lo que nunca he podido ser. Todo lo que no es mío, por bajo que sea, ha tenido siempre poesía para mí. Nunca he amado sino a ninguna cosa. Nunca he deseado sino lo que no podía imaginar. A la vida, nunca le he pedido sino que pasase por mí sin que yo la sintiese. Del amor apenas he exigido que nunca dejase de ser un sueño lejano. En mis propios paisajes interiores, irreales todos ellos, ha sido siempre lo lejano lo que más me ha atraído, y los acueductos que se esfuman, -casi en la distancia de mis paisajes soñados, tenían una dulzura de sueño en relación a otras las partes del paisaje-, una dulzura que hacía que yo pudiese amarlos. Mi manía de crear un mundo falso todavía me acompaña, y solo cuando muera me abandonará. No alineo hoy en mis gavetas carretes de cuerdas y peones de ajedrez -con un alfil o un caballo acaso sobresaliendo- pero me da pena no hacerlo...y alineo en mi imaginación, cómodamente, como quien en el invierno se calienta a la lumbre, figuras que habitan, y son constantes y vivas, mi vida interior. Tengo un mundo de amigos dentro de mí, con vidas propias, reales, definidas e imperfectas.

Fernando Pessoa
El libro del desasosiego de Bernardo Soares
Traducción y edición de Ángel Crespo
Ed. Seix Barral

Fot. Alena Goncharova

Dos vidas


(...) con mi cobardía habitual, prefería refugiarme en la pereza, igual que un caracol en su concha, y alegar incapacidad y falta de experiencia como pretexto para eludir la acción. De haber dependido de mí, sin duda habría dejado escapar aquella oportunidad. Carente de audacia y de los impulsos de la ambición, habría sido capaz de pasarme veinte años enseñando el alfabeto a las niñas, arreglando vestidos de seda y haciendo delantales infantiles. No quiero decir con esto que me sintiera verdaderamente satisfecha, lo que dignificaría mi resignación, ya que el trabajo no me gustaba ni despertaba mi interés, pero me parecía maravilloso verme libre de sinsabores y preocupaciones; eludir el sufrimiento era lo más cercano a la felicidad que yo esperaba conocer. Además, tenía dos vidas muy diferentes: la de mis pensamientos y la real; y mientras la primera estuviera suficientemente alimentada por las mágicas y extrañas alegrías de la imaginación, los privilegios de la segunda podían seguir limitados al pan de cada día, al trabajo rutinario y a un techo sobre el que resguardarme.

Charlotte Bronte
Villette
Edit. Alba
Trad. Marta Salís

Fot. Gundula Blumi

miércoles, 12 de junio de 2019

Nocturno


NOCTURNO

Hasta se ríe tu tristeza
de cuando el sol era niño
y recogía en las manos de Dios
las conchas desperdigadas,
las uvas más negras del cielo,
el cabello bastardo del viento,
la podredumbre sola del silencio,
la materia sin forma de los sueños.

Sin tú saberlo, con todo eso
hizo los huesos de tu cuerpo,
el animal herido en todo el centro
cuya mirada funda las estrellas
porque ellas callan tu nombre,
te observan desnudarte,
te velan mientras duermes
y así, ungida de inocencia,
derramas el amor de madrugada.

Sin tú saberlo, se ríe tu tristeza.

Manolo Marcos
Collage de Kensuke Koike

martes, 11 de junio de 2019

Te habité y me echaste




Te habité y me echaste.

Eras un cobertizo con goteras, grietas y un menudo gato pequeñito que venía a beber del balde que colocaba en el piso para que el agua del techo no arruinara la madera.

Fuiste mi casa.

Eras apenas una pequeña cama con cobijas tan livianas que aún me hacían tiritar de madrugada, pero yo me acurrucaba en ti durante las noches, emitiendo los sonidos más dulces al acomodarme sobre algunas almohadas rotas.

Me echaste durante el invierno.


Adriana González Verduzco

Fot: Sasa Gyoker
The swing, 2014

lunes, 10 de junio de 2019

Bosque


BOSQUE

Mi sombra
mi pasión
mi razón
mi relámpago
me dijeron
que hay en el universo cuatro hambres

Mis hambres
me gritaron
que el universo no se calma con gemidos
sino con actos

Mis actos
me mostraron
que el universo es un oscuro andante bosque
donde todo movimiento es cacería.

Amelia Biaginoni

Fot. s/d

domingo, 9 de junio de 2019

Aunque estés lejos


Aunque estés lejos, te contemplo.
Aunque estés lejos, te entregas a mí
En un presente que nada puede destruir.
Rodeas mi vida, eres mi paisaje.
Me envuelves una y otra vez con tu risueña grandeza.
El sol despunta sobre tus altas iglesias,
Asciende sobre tus orillas amplias, infinitas,
Ilumina tus bosques cada mañana.
Cuando vuelva a oscurecer,
El cielo de junio iluminará la noche;
Cuando llegue la madrugada, el agudo graznido
De las gaviotas atravesará la niebla que cubre tus olas…
¡Aunque no hubiera reposado en tus orillas,
No habría dejado de conocer tu grandeza,
Porque la marea de mis sueños
Me lleva hasta tus enormes soledades!

Lou Andreas-Salomé
poema incluido en el libro de viajes "Rusia con Rainer"
Versión de Roberto Bravo de la Varga

Fot. de la autora, s/d

sábado, 8 de junio de 2019

Nadie más que tú


Nadie más que tú

Nadie más que tú pese a las estrellas y a las soledades.
Pese a las mutilaciones de árboles al caer la noche.
Nadie más que tú seguirá su camino que es el mío.
Cuanto más te alejas más crece tu sombra.
Nadie más que tú saludará nunca el mar al alba
cuando cansado de errar yo salido de los bosques tenebrosos
y de los matorrales de ortigas camine hacia la espuma.
Nadie más que tú me pondrá la mano en la frente ni en los ojos.
Nadie más que tú y niego la mentira y la infidelidad.
Puedes cortar la cuerda de esta embarcación anclada.
El águila prisionera en una jaula 
roe lentamente los barrotes de cobre cubiertos de verdín.
¡Qué evasión!
Es el domingo señalado por el canto de los ruiseñores 
en los bosques de un suave verdor
el hastío de las niñas en presencia de una jaula 
en que se agita un canario 
mientras en la calle solitaria 
el sol desplaza lentamente su línea delgada 
sobre la acera caliente.
Cruzaremos otras líneas.
Nadie nadie más que tú.
Y yo solo solo solo como la hiedra marchita 
de los jardines suburbanos 
solo como el vidrio.
Y tú nadie más que tú.

Robert Desnos

Fot. del autor en un café de París, 1920

viernes, 7 de junio de 2019

El poema de tiza

 

EL POEMA DE TIZA

Esta mañana, de camino al bajo Broadway,
me crucé con un hombre alto
hablándole al trozo de tiza
que sostenía en la mano derecha. La izquierda
estaba abierta y marcaba el compás,
pues su discurso tenía ritmo;
era un canto o una danza o, quizás,
un poema en francés, pues
era de Senegal y hablaba francés
tan lento y con tanta precisión que yo
podía entenderlo como si me hubiesen arrojado
cincuenta años atrás, hacia
mi clase de instituto. Un hombre esbelto,
elegante en las formas, pulcramente vestido
con los restos de dos trajes azules,
con la corbata firmemente anudada y su camisa blanca
sin planchar, aunque impoluta. Conocía
la historia entera de la tiza, no solo
de aquel trozo en particular, sino
de la tiza con la que yo escribí
mi nombre el día en el que regresé
a la escuela tras la muerte
de mi padre. Conocía el feldespato,
el calcio, las conchas de las ostras; sabía
qué criaturas habían dado su espinazo
hasta formar el polvo temporal
prensado en aquellos conos perfectos,
conocía la tristeza de las aulas
en diciembre, cuando la luz decae
temprano y las palabras de la pizarra
abandonan su gramática y sentido
y, más tarde, incluso sus contornos, de tal modo que
cada letra se expande en todas direcciones
y, al mismo tiempo, no significa nada en absoluto.
Al principio pensé que su barba corta
estaba escarchada de tiza; conforme
nos aproximábamos, a menos de un pie
de distancia, vi que sus pelos eran blancos,
así que a pesar de la juventud que había en sus gestos
era, al igual que yo, un hombre entrado en años, aunque
de apariencia mucho más noble, con sus pómulos altos
y tallados, sus hombros anchos
y sus claros ojos negros. Tenía el porte
de un rey del bajo Broadway, alguien
salido de la mente de Shakespeare o
de García Lorca, alguien por quien la pérdida
se había dulcificado en caridad. Nos enfrentamos
durante aquel largo minuto, ambos
compartiendo el último poema de tiza
mientras la gran ciudad se enfurecía a nuestro
alrededor, y luego el poema se acabó, tal y como lo hacen
todos los poemas, y su mano izquierda se desplomó
hacia un lado bruscamente y me tendió
el trozo de tiza. Yo me incliné ante él,
sabiendo cuánta era la importancia de aquel gesto,
y le escribí mis agradecimientos en el aire,
donde podrán ser escuchados para siempre
bajo el grito endurecido de las conchas del mar.

Philip Levine
De The Simple Truth, 1995.
Versión de J.F.R.

Fot: Annie Girardot en un fotograma de "Mourir d'aimer" de Andre Cayatte