sábado, 17 de septiembre de 2016

Recuento


El día estaba envuelto en niebla, que se posaba en su pelaje como una advertencia. Yo escrutaba el futuro, pensaba en lo que tendría que ser para el perro a cambio de lo que él sería para mí. Habría resultado mucho más sencillo si hubiera sido un perro más fácil, es decir, un perro menos inteligente, menos sensible, menos rebosante de aquella Jouissance que no debía sufrir daño alguno.
Habría resultado mucho más sencillo de haber sido yo una persona más fácil. Estábamos demasiado expuestos, el perro y yo, nos unía la misma imprudencia. Y el mismo amor. He aprendido lo que cuesta el amor. Nunca hago recuento, pero sé lo que cuesta.

Veinticuatro horas en la vida de un perro
Ed. Lumen, 2015
Trad. Alejandro Palomas