Las despedidas suelen ser demoledoras, pero los regresos sin duda son peores. La carne sólida nunca puede compararse con la sombra brillante que proyecta su ausencia. El tiempo y la distancia difuminan los bordes; entonces, de pronto, llega el amado, y es el mediodía, con su luz implacable, y cada punto, cada poro, cada arruga y cada pelo se ven con toda claridad.
Margaret Atwood
El asesino ciego
Fot. Vertov Dziga, 1929