POLÍTICA DE DEBILIDAD O UN AMOR PERDIDO
Uno perdido y cómo se le llama
y todavía otro, y un amor,
esto significa ganarse,
ir y vivir, esto significa ser
desde la punta del pie hasta la punta del pelo,
esto significa vivir, una ilusión perdida,
que tampoco es otra cosa que vivir e ir
y hacer un trabajo, no significa mucho,
ya que entre nada y algo hay un algo,
esto significa ningún amor perdido,
esto significa nada perdido
no perder
no estás perdida.
Entre Berlín y Roma y entre ciudades en ejercicio
eres una política de debilidad,
haces una política de debilidad.
Mucho ya no amas,
pero amas, amas,
te gusta un pelo,
te gusta que una cara sea así
y te gusta verte en ella,
quieres su espejo,
prefieres hundirte en este espejo
antes de agarrarte, en la nada,
amas aún una mano,
amas aún un juego de cinco dedos,
amas aún más que juegue a que no juegue ya nada,
amas aún el juego,
amas aún, amas un cuerpo que ya no cree ni en sí mismo,
amas su decrepitud, infarto y el abismo
entre el posible cáncer de estómago y la cirrosis del hígado,
o sea, amas un campo de batalla,
en el que tú, un enemigo con aspecto rosáceo,
coges entre tus brazos con tu fragilidad una fragilidad
y matas con una mirada
al tiempo ante ti, al tiempo detrás de ti,
a la muerte que es lo uno,
la muerte que es lo otro
para ti, al que será la muerte,
y esto es
pronto.
Ingeborg Bachmann
de "No sé de ningún mundo mejor"
Fot: Kunié Sugiura
“The Station”, 1978