EL ARNO EN ROVEZZANO
Los grandes ríos son las imágenes del tiempo,
cruel e impersonal. Observados desde un puente
declaran su nulidad inexorable.
Solo el arco vacilante de un pantanoso
juncal, algún espejo
que reluce entre malezas y musgo
puede revelar que el agua se piensa
como nosotros a sí misma
antes de hacerse vórtice y rapiña.
Ha pasado tanto tiempo, nada ha transcurrido desde
cuando te cantaba al teléfono “tú
que te haces la dormida”, con triple risotada.
Tu casa era un relámpago vista desde el tren. Curvada
sobre el Arno como el árbol de Judas
que quería protegerla. Tal vez no existe aún o
no es sino una ruina. Toda llena,
me decías, de insectos, inhabitable.
Otra comodidad nos conviene ahora, otra incomodidad.
Versión de Javier Sologuren