Detener la palabra
un segundo antes del labio,
un segundo antes de la voracidad compartida,
un segundo antes del corazón del otro,
para que haya por lo menos un pájaro
que pueda prescindir de todo nido.
El destino es de aire.
Las brújulas señalan uno solo de sus hilos,
pero la ausencia necesita otros
para que las cosas sean
su destino de aire.
La palabra es el único pájaro
que puede ser igual a su ausencia.
Detener la palabra un segundo
antes para que nazca lo imposible.
Entre la evocación y el silencio
habita el instante de creación,
el refugio de la imagen. Esperar
para que la palabra y su expresión
sean realmente sustancia del pensamiento.