Cuando su esposa murió, el señor Derdon estaba ansioso de entrar en el dormitorio de ella, mirar a su alrededor con la puerta cerrada y sin nadie mirándolo ni preguntándole cómo se sentía. No era ansiedad, ni pesar, ni ninguna sensación dolorosa, ni anhelo o añoranza, aquello que le llevaba a la habitación, sino pura curiosidad.
Maeve Brennan El ahogado
Las fuentes del afecto. Cuentos dublineses
Ed. Alfabia, 2012
Trad. Isabel Núñez