Nunca he tenido otra dirección ni más camino que la pasión que no se agota en mí y que no se retira de mi vientre, de los bajos de mi vientre, de mis pulmones, de mis manos, de mi cabeza y que, a cada instante en que tengo la convicción de que está a punto de abandonarme, regresa sin cesar como una resaca. Pasión que es sonar en silencio. Escribir. Resonar con una especie de estruendo en el silencio del cuerpo. Resonar más allá del agua negra, resonar en algo que es como la noche del mundo antiguo. Pueden usarse las palabras que se quieran. Es lo que dio lugar a que Jerónimo caracterizase el silencio de Asella como un "silencio parlante". Un silentium loquens. Toda obra escrita, verdaderamente escrita, es un silencio que habla. Es golpear un tambor de seda para llamar a una mujer que se niega; y hacer que la pena por esta negativa acabe matando. Corro; acelero el paso hacia unas hojas muy pequeñas y los flancos fantasmas de los abedules. Su corteza es agrietada y blanca como una ola de tempestad. He visto a los finlandeses emplear sus hojas a modo de té y sumergirlas en cacerolas negras. Acelero el paso para inmovilizarme aún más. Toco la página. Me alelo en el silencio. Me avengo a cuanto esta necesidad ordena, sin saber adónde pretende conducir. Nunca le hago preguntas al silencio. No se interroga con palabras a lo otro del lenguaje. Me arrebata más obedecer con los ojos cerrados a mi propia noche.
TRATADO 1. TRATADO SOBRE CORDESSE
Ed. Sextopiso \ Kurimanzutto
Trad. Miguel Morey
Natalia Vodianova, 2006