lunes, 11 de septiembre de 2017

Ménage


MÉNAGE

"La vuelvo a ver ahora, ya no más sola, diferente,
en la habitación más profunda de la casa,
en la luz unida, sin color y sin tiempo, filtrada por las cortinas,
con las piernas estiradas sobre el diván, acurrucada
junto al tocadiscos que se mantiene bajo.
“No en esta vida, sino en otra”, fulgura su mirada alegre,
que sin embargo se evade, como ofendida
por la presencia del hombre que la limita y la aplasta.
“No en esta vida, sino en otra”, le leo con claridad en el fondo de las pupilas.
Es mujer no solo porque lo piensa, porque orgullosamente tiene esa certeza.
Y no es esta la última de sus gracias
En un tiempo como el nuestro, que, con todo, no le es extraño ni adverso.
“Conoces a mi marido, me parece”, y él despliega una sonrisa desafortunada,
tan lista como huidiza, casi con ganas de sacudírsela de encima
y empujarla hacia atrás, del otro lado de una pared de niebla y de años,
y mientras se me aproxima tiene el aire de quien avanza
íntimamente, como dos hombres, al punto de la cuestión.
“¿Hay algo que pueda rescatarse de los sueños?”, me pregunta,
fijando sobre mí sus ojos vacíos
y blancos, no sé si de torturador, en alguna “casona triste”, o de gurú.
“¿Algo de qué tipo?”, y la miro mientras irradia su ternura
hacia mí, desde el rubio de su mirada fluida y certera
y un poco se apiada de mí, creo, por estar debajo de esas garras.
“Los sueños de un alma madura para recoger lo divino
son sueños que dan luz; pero en un nivel más bajo
son indignos, expresión de lo animal, y basta”, agrega
y apunta sus ojos impenetrables que no se qué observan ni dónde.
No entiendo todavía si me interrogan
o continúa un discurso por su cuenta sin origen y sin fin
y ni siquiera si habla con orgullo
o algo oscuro e inconsolable le está llorando adentro.
“Pero para qué hablar de sueños”, pienso
y busco un nido por mi mente
en ella que está aquí, presente en este instante del mundo.
“¿Usted no está soñando ahora?”, me dice mientras sube por la calle
un grito de muchachos, de vidrio, que hiela la sangre.
“Tal vez, el límite entre lo real y el sueño…” murmuro
y escucho la punta de zafiro
en los últimos surcos sin noche, y lo enciendo.
“No en esta vida, sino en otra”, exulta más que nunca
y hace brotar una luz insostenible
su mirada, orgullosa, que ostenta otros pensamientos
que el hombre del que lleva, y tal vez los desea, las caricias y el yugo".

de "En el magma"
Trad. Diego Bentivegna

Summer, 1977

Agua en la noche


Agua en la noche, serpiente indecisa, 
silbo menor y rumbo ignorado: 
¿Qué día nieve, qué día mar? Dime. 
¿Qué día nube, eco 
de ti y cauce seco? 
Dime. 
-No lo diré: entre tus labios me tienes, 
beso te doy, pero no claridades. 
Que compasiones nocturnas te basten 
y lo demás a las sombras 
déjaselo, porque yo he sido hecha 
para la sed de los labios que nunca preguntan.

Agua en la noche
De: Presagios, 1923

Greguería


En la noche acústica, se oye a lo lejos a los trenes que pasan diciendo "que-te-cojo, que-te-cojo", persiguiendo las distancias.

Ramón Gómez de la Serna
Greguerías

Foto: Henry M. Lester
Placido disc reflection, 1935