domingo, 10 de diciembre de 2017

El cordero huérfano


El cordero huérfano

Desolló el cordero que había muerto en invierno, se limpió la sangre en los pantalones para poder seguir sujetándolo, dando vuelta primero por las pezuñas y rajando después cada pierna, para ir separando la piel del músculo y hueso.
Ató la piel con un cordel al cuerpo del cordero huérfano para que la oveja madre afligida reconociera el olor y dejara mamar al huérfano.
O eso dijo.
Eso era seducción. Esta fue la historia que me contó. De todas las historias de granjero que podría haberme contado, eligió una donde la brutalidad salva una vida. Quería que sintiera, cuando encajara su cuerpo sobre el mío, que así era como yo iba a seguir: así sería como me reconocerían.

Amy Hempel

Soy


Soy Teresa Wilms Montt… y aunque nací cien años antes que tú, mi vida no fue tan distinta a la tuya. Yo también tuve el privilegio de ser mujer. Es difícil ser mujer en este mundo. Tú lo sabes mejor que nadie. Viví intensamente cada respiro y cada instante de mi vida. Destilé mujer. Trataron de reprimirme, pero no pudieron conmigo.

Cuando me dieron la espalda, yo di la cara.

Cuando me dejaron sola, di compañía.

Cuando quisieron matarme, di vida.

Cuando quisieron encerrarme, busqué libertad.

Cuando me amaban sin amor, yo di más amor.

Cuando trataron de callarme, grité.

Cuando me golpearon, contesté.

Fui crucificada, muerta y sepultada por mi familia y la sociedad.

Nací cien años antes que tú y sin embargo te veo igual a mí.

Soy Teresa Wilms Montt, y no soy apta para señoritas.

Teresa Wilms Montt (1893-1921)

Fot. Retrato anónimo de la autora