jueves, 7 de marzo de 2019

Algo

 

ALGO

Me acerco con tal temblor
cauteloso y siempre
siento la pregunta, tonta al final,
cómo se supone
que se siente, después,
y por quién. Me acuerdo
de una vez en un cuarto alquilado
en la calle 27, la mujer que en ese tiempo
amaba, literalmente, después de
hacer el amor en la cama enorme
sentada frente a un lavatorio
con dos canillas, tenía
que hacer pis pero estaba nerviosa,
avergonzada, supongo,
de que la viera, a ella, que apenas
un momento atrás había estado
completamente abierta a mí, desnuda,
en la misma cama. En cuclillas,
con la cabeza reflejada en el espejo,
el pelo oscuro, toda
su cara, los hombros,
se sentó abierta de piernas, abrió
una de las canillas y orinó con timidez. Lo que el amor
podría aprender de una visión como esa.

Robert Creeley
Versión de Sandra Toro

Fot: Craig Keenan

El inefable goce

 

El inefable goce

Celebra el grande, el inefable goce
de vivir, de ser joven, de ser fuerte,
de hincar los dientes ávidos y blancos
en los más dulces frutos terrenales.
De posar las audaces, sabias manos
sobre todo lo más puro y secreto,
y de tender el arco contra todas
las presas que voraz deseo asecha.
De oír todas las músicas livianas,
y mirar, con pupilas fulgurantes,
la bella faz del mundo, como mira
un amante feliz a su adorada.
A ti el placer, ¡oh amiga!
¡A ti el ensueño!
¡Yo quiero revestirte la más roja
de las púrpuras regias, siquier tiña
su seda con la sangre de mis venas.
Yo quiero coronarte de albas rosas
para que así, transfigurada, cantes
la divina Alegría, la Alegría,
la Alegría, magnífica, invencible!

Gabriele D'Annunzio

Fot: s/d