Nunca he pretendido ser más que un soñador. A quien me ha hablado de vivir nunca le he prestado atención. He pertenecido siempre a lo que no está donde estoy y a lo que nunca he podido ser. Todo lo que no es mío, por bajo que sea, ha tenido siempre poesía para mí. Nunca he amado sino a ninguna cosa. Nunca he deseado sino lo que no podía imaginar. A la vida, nunca le he pedido sino que pasase por mí sin que yo la sintiese. Del amor apenas he exigido que nunca dejase de ser un sueño lejano. En mis propios paisajes interiores, irreales todos ellos, ha sido siempre lo lejano lo que más me ha atraído, y los acueductos que se esfuman, -casi en la distancia de mis paisajes soñados, tenían una dulzura de sueño en relación a otras las partes del paisaje-, una dulzura que hacía que yo pudiese amarlos. Mi manía de crear un mundo falso todavía me acompaña, y solo cuando muera me abandonará. No alineo hoy en mis gavetas carretes de cuerdas y peones de ajedrez -con un alfil o un caballo acaso sobresaliendo- pero me da pena no hacerlo...y alineo en mi imaginación, cómodamente, como quien en el invierno se calienta a la lumbre, figuras que habitan, y son constantes y vivas, mi vida interior. Tengo un mundo de amigos dentro de mí, con vidas propias, reales, definidas e imperfectas.
Fernando Pessoa
El libro del desasosiego de Bernardo Soares
Traducción y edición de Ángel Crespo
Ed. Seix Barral
Fot. Alena Goncharova