Te habité y me echaste.
Eras un cobertizo con goteras, grietas y un menudo gato pequeñito que venía a beber del balde que colocaba en el piso para que el agua del techo no arruinara la madera.
Fuiste mi casa.
Eras apenas una pequeña cama con cobijas tan livianas que aún me hacían tiritar de madrugada, pero yo me acurrucaba en ti durante las noches, emitiendo los sonidos más dulces al acomodarme sobre algunas almohadas rotas.
Me echaste durante el invierno.
Adriana González Verduzco
Fot: Sasa Gyoker
The swing, 2014