sábado, 8 de julio de 2017

Crezco como el musgo


Crezco en estas montañas como el musgo. Estoy hechizado. Los cegadores picos nevados y el aire sonoro, el ruido de la Tierra y los cielos en silencio, las aves sepultureras, los animales míticos, los estandartes, los grandes cuernos y las antiguas piedras labradas, los tártaros toscamente tallados, con sus trenzas y sus botas de fabricación casera, el hielo plateado en el Río Negro, el Kang, la Montaña de Cristal. También estoy enamorado de los milagros corrientes: el murmullo de mis amigos al llegar la noche, los fuegos de enebro humeante en hornos de barro, los alimentos toscos e insípidos, las privaciones y la sencillez, la satisfacción de no hacer más que una cosa en cada momento: cuando cojo la taza azul de estaño, eso es todo lo que hago. No hemos tenido noticias de lo que pasa en el mundo desde finales de septiembre, seguiremos sin tenerlas hasta diciembre y, poco a poco, la mente se me ha ido aclarando y el viento y el sol me pasan por la cabeza como si fuese una campana. Aunque aquí hablamos poco, nunca estoy solo; he vuelto a mí mismo.

Peter Matthiessen
El leopardo de las nieves

Fot. Louis Désiré Blanquart-Evrard

Una muchacha que cae


Con despecho se dio cuenta que una treintena de metros más abajo otra muchacha estaba cayendo. Era decididamente más bella que ella y portaba un vestido de media tarde con mucha clase. Quién sabe por qué, la otra descendía a una velocidad muy superior a la suya, hasta el punto que en pocos instantes la distanció y desapareció allá abajo, a pesar de los llamados de Marta. Sin duda iba a llegar a la fiesta antes que ella; tal vez era un plan calculado de antemano para suplantarla. 
Luego Marta se dio cuenta que ellas dos no eran las únicas que caían. A todo el largo de los flancos del rascacielos, otras mujeres jóvenes se deslizaban en el vacío, las caras tensas por la excitación del vuelo, agitando festivamente las manos como para decir: aquí estamos, aquí venimos, es nuestra hora, festéjennos, ¿no es verdad que el mundo es nuestro?

Dino Buzzati
Una muchacha que cae
Traducción Bartolomé Leal