jueves, 2 de noviembre de 2017

Los parajes de Alsacia


¡Te he enseñado La Petite Pierre, la dote de su bosque, el cielo 
que nace en las ramas,
La amplitud de sus pájaros cazadores de otros pájaros,
El polen dos veces vivo bajo la llamarada de las flores,
Una torre que se iza a lo lejos como la vela del corsario,
El lago que ha vuelto a ser la cuna del molino, el sueño de un
niño.

¡Allí donde me oprimió mi cinturón de nieve,
Bajo el saledizo de una roca moteada de cuervos,
He dejado la necesidad de invierno.
Nos amamos hoy sin más allá y sin prole,
Ardientes o difuminados, diferentes pero juntos,
Apartándonos de las estrellas cuya naturaleza estriba en 
volar sin llegar a destino.

El navío se encamina hacia la alta mar vegetal.
Con todas las luces apagadas nos acoge a bordo.
Estábamos levantados desde antes del alba en su memoria.
Albergó nuestras infancias, lastró nuestra edad de oro,
El llamado, el hospedero itinerante, mientras sigamos 
creyendo en su verdad.

Los parajes de Alsacia
Versión de Jorge Riechmann

Las ruinas de una utopía


LAS RUINAS DE UNA UTOPÍA

Siempre, cuando en el período irreal de las fiestas navideñas me levanto muy temprano y las ventanas están completamente heladas, y a través de su cristal deformado la nieve oblicua cae con saña, y yo estoy inquieto en la cocina con la luz encendida -en algún sitio de las profundidades de la casa suena un despertador- tengo la misma visión del lector maleado. Mientras bebo el café ardiente, sueño con el Libro. Más descabellado que "Cien años de soledad", más profundo que " El castillo", más infinito que "En busca del tiempo perdido". Imagino un gran equipo de escritores trabajando durante varias generaciones en un solo libro que se pueda leer desde la infancia, cuando empiezas a distinguir las letras, hasta el lecho de muerte, cuando ya no las distingues. Un libro que reemplace tu vida, pero sin los momentos, los días, los meses, los años monótonos de la vida. En la adolescencia, acurrucado en la cama, solía leer algunas veces desde la mañana hasta la noche, se me olvidaba comer y casi respirar porque las páginas -que de hecho, casi no veía- describían a gente de verdad, nubes de verdad, ciudades de verdad, pero cuando levantaba los ojos, no veía más que sombras desoladoras. Me daba cuenta de que anochecía solo cuando las páginas se volvían rojas como el fuego antes de tornarse cenicientas.
El drama de mi vida empezó después, cuando en vez del Libro me vi obligado a vivir en la realidad. Me temo que de ahora en adelante nadie va a vivir en los libros, tal y como han hecho mi generación y las precedentes. Y que la utopía de la lectura quedará por ahí, en una colina lejana, como un gran laberinto en ruinas.

Mircea Cãrtãrescu
El ojo castaño de nuestro amor
Impedimenta
Trad. Marian Ochoa de Eribe

Intensidad


La intensidad es silenciosa. Su imagen no lo es. (Amo a quien me deslumbra, después acentúa lo obscuro de mi interior).

René Char
La palabra archipiélago
Ed. Hiperión, 1986

Fot. Acróbata del Circus Girl de la Universidad de Florida, 1952. Life