A mi amante, regresando junto a su esposa
Ella está toda allí.
Fue derretida cuidadosamente para ti
y moldeada desde tu infancia,
moldeada desde tus cien edades preferidas.
Ella siempre ha estado allí, cariño.
Ella es, de hecho, exquisita.
Fuegos artificiales en el centro de un sombrío febrero
y tan real como una olla de hierro.
Afrontémoslo, yo he sido pasajera.
Un lujo. Un balandro rojo y brillante en el puerto.
Mi pelo flotando como humo por la ventanilla del coche.
Almejas fuera de temporada.
Ella es más que eso. Ella es tu tengo que tener,
ha potenciado tu crecimiento práctico y tropical.
Ella no es un experimento. Ella es toda armonía.
Ella cuida de que la barca tenga remos y toletes,
ha puesto flores silvestres en la ventana para el desayuno,
sentada junto al torno a mediodía,
parió tres hijos bajo la luna,
tres querubines dibujados por Miguel Ángel,
y lo hizo con las piernas abiertas
en los meses terribles en la capilla.
Si miras hacia arriba, los niños están allí
como delicados globos apoyados en la pared.
También ha llevado a cada uno pasillo abajo
después de la cena, sus cabezas discretamente torcidas,
dos piernas protestando, cara a cara,
ella tiene el rostro encendido con una canción y su pequeño sopor.
Te devuelvo el corazón.
Te doy permiso−
para la fusión en ella, vibrando
iracundo en el barro, para la perra que hay en ella
y el enterramiento de su herida−
para enterrar viva su pequeña herida roja−
para la pálida bengala titubeante bajo sus costillas,
para el marinero borracho que aguarda en su pulso izquierdo,
para su rodilla de madre, para las medias,
para el liguero, para la llamada.
La extraña llamada
cuando te cobijes entre sus brazos y pechos
y tires de la cinta naranja en su pelo
y contestes a la llamada, la inquisitiva llamada.
Ella es tan desnuda y singular.
Ella es la suma de ti mismo y de tu sueño.
Escálala como un monumento, paso a paso.
Ella es sólida.
En cuanto a mí, yo soy una acuarela.
Yo soy lavable.
Poemas de Amor
Trad. Ben Clark
Ilust. Piero Fornasetti