viernes, 14 de junio de 2019

Mujer, casa y gato


Mujer, casa y gato.
Una piedra en la cabeza de la mujer; y en la cabeza
de la casa, una luz violenta.
Anda un pez extenso por la cabeza del gato.
La mujer se sienta en el tiempo y mi melancolía
la piensa, mientras que
el gato imagina la elevada casa.
Eternamente la mujer de la mano pasa la mano
por el gato abstracto,
y la casa y el hombre que voy siendo
son minuto a minuto más concretos.
La piedra cae en la cabeza del gato y el pez
gira y para en la sonrisa
de la mujer de la luz. Dentro de la casa,
el movimiento oscuro de estas cosas 
que no encuentran palabras.
Yo mismo caigo en la mujer, el gato
dormita en la palabra, y la mujer toma
la palabra del gato en el regazo.
Miro, y la mujer es la palabra.
Palabra abstracta que se enfrió en el gato
y ahora se calienta en la carne
concreta de la mujer.
La luz ilumina la piedra que está
en la cabeza de la casa, y el pez corre lleno
de originalidad por la palabra adentro.
Si toco la mujer toco el gato, y es apasionante.
Si toco (y es apasionante)
la mujer, toco la piedra. Toco el gato y la piedra.
Toco la luz, o la casa, o el pez, o la palabra.
Toco la palabra apasionante, si toco la mujer
con su gato, piedra, pez, luz y casa.
La mujer de la palabra. La Palabra.
Me echo y amo a la mujer. Y amo
el amor en la mujer. Y en la palabra, el amor.
Amo, con el amor en el amor,
no sólo la palabra sino
cada cosa que invade cada cosa
que invade la palabra.
Y pienso que estoy completo en el minuto
en que la mujer eternamente
pasa la mano de la mujer por el gato
dentro de la casa.
En el mundo tan concreto.

Herberto Helder
IV (del poema Las musas ciegas)

Fot. Marc Riboud, 1952