Empujaste a un hombre a la locura. Una
mañana, caminando bajo el sol florentino
te vio destellar nítida, contra el tejido
de los sueños amargos de la última noche.
Inclinaste gentil
la grávida cabeza
y en la creciente de los años el ademán
tranquilo se incrustó como un diamante sobre el cielo
feroz y vago de sus días. Y en plena juventud,
después, moriste, casada con un hombre común
que te quería, desconociéndote. Oh, Bice
Portinari, así son las mañanas de este mundo:
despertamos de un sueño amargo
y andamos como fantasmas
hasta que recogemos, del sol de nuestras ciudades,
un núcleo de claridad o mas bien una joya,
férrea que veneramos, gastada y turbia,
en algún sucio anochecer.
En memoria de Bice Portinari
Pint. Angelo Bronzino
Retrato de Maria de Medici, 1551