lunes, 27 de noviembre de 2017

Canción de cuna


CANCIÓN DE CUNA.

Duerme, amor, pon tu cabeza,
tan humana, en mi infiel brazo.
Quema el tiempo con sus fiebres
la belleza irrepetible de
la niñez pensativa -la tumba 
nos demuestra que es efímera-:
pero descansa hasta el alba
en mis brazos la criatura,
mortal, culpable. A mis ojos, 
absolutamente bella.
No hay frontera entre alma y cuerpo:
a los amantes, echados 
en su falda tolerante
hasta el desmayo vulgar,
Venus les enseña en serio
una unión que no es del mundo,
amor y espera absoluta,
mientras visiones abstractas
entre rocas y glaciares
llevan al eremita el éxtasis carnal. 
Fidelidad y constancia
pasan al sonar las doce
como tañe una campana,
y los locos con tribuna
gritan su sermón de siempre.
Cada céntimo del precio
los temibles vaticinios 
pagaré, pero esta noche
ni un susurro va a faltar,
ni un pensamiento, ni un beso.
La ilusión nocturna muere:
que te roce el viento al alba 
la cabeza soñadora
y bendigas, dulce, el día
con los ojos y el corazón,
y el mundo mortal te baste;
y el seco mediodía no te sorprenda
sin la fuerza de un alimento involuntario,
y que, en las noches amargas,
todo amor humano te guarde.

Versión de Álvaro García.


El tiempo


La única función del tiempo es consumirse; arde sin dejar cenizas.

Elsa Triolet

Fot. anónima de la autora