viernes, 19 de agosto de 2016

El espejo de Atenea


(...) Y es débil, se ha dicho desde siempre, la carne. Cae en la tristeza que luego ofrece como enigmática, o al menos ambigua, respuesta, a quien la ha sumido en tristeza sin darle nada de lo que a ella conviene, y exigiéndole un algo que ella no puede dar. Triste como la tierra llana sin sembrar, la simple tierra con la que tanto parentesco ofrece. Y es objeto de menosprecio casi constante, ya que constantemente, infatigablemente se le pide que no se fatigue y que resplandezca, y cuando obedece se la nadifica. Pues que su hermosura no puede exceder al número y al peso, a las leyes del universo terrestre y corpóreo que rigen todos los cuerpos que en la tierra y desde ella se nos aparecen. Y todo ello le sucede a la carne porque es corruptible. Y entonces el ser humano desde su «Yo» la identifica con la corrupción misma que le cerca. Porque sucede que el humano «Yo» cualifica a todo aquello que discierne, y todo aquello que lo envuelve se le aparece como una atadura, y más aún la carne, la condición carnal conviene más decir en este momento, de la que también quisiera huir, como quiere huir de ella cuando presiente el inexorable sacrificio, o cuando sin más se la fustiga o se la adelanta su corruptibilidad en el reino llamado del placer y de los caprichos de la imaginación.

 María Zambrano  
El espejo de Atenea

El ansia de los colores


Porque soy pálida amo el rojo, el amarillo y el azul,
la gran blancura es melancólica como el crepúsculo
          en la nieve,
como cuando la madre de Blancanieves a la ventana se sentaba
          anhelando también para sí el rojo y el negro.
El ansia de los colores es el de la sangre. Si tienes sed
          de belleza
cerrar debes los ojos y mirar en tu propio corazón.
Pero la belleza teme al día y a las miradas excesivas.
Pero la belleza no soporta el ruido ni los movimientos excesivos -
 no debes llevar tu corazón hasta los labios,
perturbar no debemos los nobles anillos de la soledad y del silencio, -
¿se puede hallar algo más grande que un enigma sin resolver
          y con extraños rasgos?
Taciturna seré toda mi vida,
una habladora es como el gárrulo arroyo que a sí mismo se traiciona,
un árbol solitario seré yo en la llanura,
los árboles del bosque perecen de ansia después de la tormenta,
debo estar sana de pies a cabeza y tener dorados rayos en la sangre,
debo ser inocente y pura como una llama de húmedos labios.

El ansia de los colores

Recogido en:
Virgen moderna: poesía completa. 
Ed. Nido de Cuervos, Lima, 1993
Trad. Renato Sandoval Bacigalupo e Irma Síltanen

Black,brown on maroon, 1957