domingo, 11 de junio de 2017

Sueños


Anoche soñé contigo. No recuerdo los detalles, sólo sé que nos convertíamos continuamente el uno en el otro, yo era tú, tú eras yo. Empezabas a arder, no sé cómo. Yo recordaba que el fuego se apaga con ropas, cogía un abrigo y te sacudía con él. Pero entonces empezaban de nuevo las metamorfosis y tú ya no estabas allí, ahora era yo el que ardía, y también era yo el que sacudía con el abrigo. Los golpes eran inútiles y no hacían más que confirmar mi antigua sospecha de que así no se puede apagar un fuego. Mientras tanto, los bomberos habían llegado y te habían salvado. Pero ahora eras distinta, espectral, como dibujada con tiza en la obscuridad, y caías en mis brazos inerte o quizás tan sólo inconsciente de felicidad por estar a salvo. Pero también aquí operaba la incertidumbre de la metamorfosis, tal vez era yo quien caía en brazos de alguien.

Franz Kafka
Sueños
Ed. Errata Naturae, 2010
Trad. Iván de los Ríos

Fot. Egon Schiele
Freundschaft,1913

La mujer


Un hombre sueña que ama a una mujer. La mujer huye. El hombre envía en su persecución los perros de su deseo. La mujer cruza un puente sobre un río, atraviesa un muro, se eleva sobre una montaña. Los perros atraviesan el río a nado, saltan el muro y al pie de la montaña se detienen jadeando. El hombre sabe, en su sueño, que jamás podrá alcanzarla. Cuando despierta, la mujer está a su lado y el hombre descubre, decepcionado, que ya es suya.

Ana María Shua
La mujer
Recogido en Cazadores de letras
Ed. Páginas de espuma, 2009

Fot. Daisuke Yokota

Las peras de Dios


Sucedió, entonces, que las peras empezaron a ser más que peras. Sucedió el verano de las tetas, ya no sé si estas eran un símbolo de las peras o las peras una metáfora de las tetas. "Las blanquillas son un fruto deleitoso, algo alargado y con la piel muy suave y perfumada alrededor del pezón.” “La mantecosa francesa es en disminución hacia el pezón y allí se termina en punta, no así el pezón de la mantecosa dorada que es grueso y protuberante…” Yo no creo que muchos adolescentes en el mundo se hayan escondido con el catálogo de unos viveros entre las manos pecadoras. Y era imposible tropezarse con una mujer sin entrar en las equivalencias. A las primas les vigilábamos el escote. Yo había calculado por mi cuenta que deben ser muy hermosos los pechos de las primas temblando en los desvanes, pero el primo Carlos aleccionó que nunca puede adivinarse cómo los tienen y que mejor aún que la realidad era la duda. Hay peras de Dondingo en troncos de cono y, según mostraban las ilustraciones del catálogo, “con el pezón graciosamente salido”. Justo como la profesorita que venía de ayuda para los suspensos en junio, cuando le orientábamos el ventilador hacia la blusa sin que ella se maliciase de nada. Pero la Gran Duquesa de invierno. La Gran Duquesa de invierno a una doble página del catálogo era muy ofrecida por su fruto voluminoso. El pezón de la gran Duquesa bajo los viveros de Aranjuez, con medalla en varias exposiciones, es “delicadamente moreno”…

Antonio Pereira
Las peras de Dios
Todos los cuentos
Ed. Siruela.

Fot. Masao Yamamoto