Sucedió, entonces, que las peras empezaron a ser más que peras. Sucedió el verano de las tetas, ya no sé si estas eran un símbolo de las peras o las peras una metáfora de las tetas. "Las blanquillas son un fruto deleitoso, algo alargado y con la piel muy suave y perfumada alrededor del pezón.” “La mantecosa francesa es en disminución hacia el pezón y allí se termina en punta, no así el pezón de la mantecosa dorada que es grueso y protuberante…” Yo no creo que muchos adolescentes en el mundo se hayan escondido con el catálogo de unos viveros entre las manos pecadoras. Y era imposible tropezarse con una mujer sin entrar en las equivalencias. A las primas les vigilábamos el escote. Yo había calculado por mi cuenta que deben ser muy hermosos los pechos de las primas temblando en los desvanes, pero el primo Carlos aleccionó que nunca puede adivinarse cómo los tienen y que mejor aún que la realidad era la duda. Hay peras de Dondingo en troncos de cono y, según mostraban las ilustraciones del catálogo, “con el pezón graciosamente salido”. Justo como la profesorita que venía de ayuda para los suspensos en junio, cuando le orientábamos el ventilador hacia la blusa sin que ella se maliciase de nada. Pero la Gran Duquesa de invierno. La Gran Duquesa de invierno a una doble página del catálogo era muy ofrecida por su fruto voluminoso. El pezón de la gran Duquesa bajo los viveros de Aranjuez, con medalla en varias exposiciones, es “delicadamente moreno”…
Antonio Pereira
Las peras de Dios
Todos los cuentos
Ed. Siruela.
Fot. Masao Yamamoto