Así, no sabiendo creer en Dios (...), me he quedado, como otros de la orilla de las gentes, en esa distancia de todo a que comúnmente se llama la Decadencia.
La Decadencia es la pérdida total de la inconsciencia, porque la inconsciencia es el fundamento de la vida.
El corazón, si pudiese pensar, se pararía.
A quien como yo, así, viviendo, no sabe tener vida, ¿qué le queda sino, como a mis pares, la renuncia por modo y la contemplación por destino?
(...) Y así, contempladores iguales de las montañas y de las estatuas, disfrutando de los días como de los libros, soñándolo todo, sobre todo para convertirlo en nuestra íntima substancia, haremos también descripciones y análisis que, una vez hechos, pasarán a ser cosas ajenas que podemos disfrutar como si viniesen en la tarde.
Ed. Seix Barral, 2010
Edición y traducción de Ángel Crespo