No nos faltan relojes; estoy sentado a mi mesa y veo hasta tres; dos electrónicos, uno de cuarzo. Uno forma parte del ordenador y marca las 12.29. Otro está empotrado en la radio y marca las 12.30. El tercero, mi reloj de muñeca, marca las 12.31. Por fortuna, mi reloj tiene las tradicionales manecillas, no opera con los despiadados intermediarios de las cifras. Tenemos mucho tiempo.
Adam Zagajewski, En la belleza ajena
Ed. Pre-Textos, 2003