El arte de perder no es difícil adquirirlo.
Tantas cosas parecen empeñadas en perderse,
que su pérdida no es un desastre.
Pierde algo cada día.
Acepta el tumulto de llaves de puertas perdidas,
la hora malgastada.
El arte de perder no es difícil adquirirlo.
Practica entonces perder más aún, y más rápido:
lugares, nombres,
y el sitio al que se suponía que viajarías.
Nada de esto será un desastre.
Perdí el reloj de mi madre,
y -¡mira!- la última, o penúltima
de tres casas que amaba se fue.
El arte de perder no es difícil adquirirlo.
Perdí dos ciudades, ambas adorables.
Y, más ampliamente,
algunos sitios de los que era dueña,
dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no fue un desastre.
Hasta al perderte a ti
(la voz bromista, un gesto de amor)
no habré mentido.
Es evidente que el arte de perder
no es demasiado difícil de adquirir
aunque parezca por momentos
(¡Escríbelo!)
un desastre.
El arte de perder
Trad. Fernando Pérez
Fot. Louise Crane
Elizabeth Bishop con su gato
Minnow, 1938