No tienes costumbre y no tienes ganas de establecer diagnósticos. Lo que te perturba, lo que te conmueve, lo que te da miedo, pero que a veces te entusiasma, no es lo repentino de tu metamorfosis, es al contrario, justamente el sentimiento vago y pesado de que no se trata de una metamorfosis, de que nada ha cambiado, de que siempre has sido así, incluso aunque no lo supieras hasta hoy: éste, en el espejo resquebrajado, no es tu nuevo rostro, son las máscaras que se han caído, el calor de tu cuarto las ha derretido, la torpeza las ha despegado. Las máscaras del camino recto, de las bellas certezas. Durante veinticinco años, ¿no has sabido nada de lo que hoy ya es inexorable? En lo que llamas historia, ¿nunca has visto fisuras? Los tiempos muertos, los pasajes vacíos. El deseo fugitivo y agudo de dejar de oír, de dejar de ver, de permanecer silencioso e inmóvil. Los sueños insensatos de soledad. Amnésico errante en el País de los Ciegos: calles anchas y vacías, luces frías, rostros mudos sobre los cuales deslizaría tu mirada. Nada te alteraría jamás.
George Perec Un hombre que duerme
Ed. Impedimenta, 2009
Trad. Mercedes Cebrián Coello