Nunca era tan bella como al fin de un día caluroso de estío o primavera a la hora de la fresca, sentada en el pretil de uno de esos jardines de España, que dominaban un vasto horizonte. Así fue Granada para ella la ciudad de sus noches de amor. Yo no le podría dar más que en Granada, ella no podría dar nunca más que en Granada. Entonces comprendí hasta qué punto ella era una especie de odalisca cristiana. La presentía puesta en versos árabes. El delirio, el desmayo y la dulzura trágica de su entrega estaban bien con el secreto de embriaguez y de melancolía de los jardines andaluces. Ella podía haberme abierto un mundo con esto pero aquel mundo no era el mío. No sabía yo vivir en él. No fue ella a Granada porque la agudeza del instinto la condujera al escenario aquel de sus jardines, sino porque sentía hacia la Alhambra una cándida admiración, como ante una obra colosal de paciente ganchillo hecha arquitectura de colores.
Rafael Sánchez-Mazas
Rosa Kruger
Ed..Trieste
Foto: Karl Blossfeldt