Siempre supe que mis padres eran un mundo cerrado donde no cabía nadie, ni siquiera yo. Se vertían el uno en el otro por completo, como dos vasijas abocadas; se dedicaban todas sus miradas y todos sus silencios y era inimaginable la existencia del uno separado del otro. Y todavía es así. Intento imaginar a mi padre y no puedo. Intento recordar a mi madre y no la veo. No es posible, no existen a solas; siempre los dos, juntos, como tallados en un mismo bloque.
Óscar Esquivias
Hijos de Dios
en La marca de Creta
Ediciones del Viento, 2008