DÍA OCHENTA Y SIETE
Gregoria tiene ochenta y dos años. Ha parido seis hijos, tiene tres nietos y una bisnieta. Es una mujer asarmentada, tendinosa, con un solo diente. Debió de ser tan fuerte como un hombre, en sus años mozos. Aún conserva energía suficiente para reír o gritar, si las enfermeras no aciertan a pincharla. Suele evocar a su marido, que la dejó viuda, cuando ella apenas contaba cuarenta años. Consiguió sacar adelante a su prole. Sirvió como asistenta en la casa de los ricos de su pueblo. Es mejor no animarla a recordar aquellos años porque entonces su fuerza se quiebra y los ojos se le humedecen. También crió a sus tres nietos, a los que abandonó su madre por el amor de un desconocido. Acogió en su casa a su hijo divorciado, un hombre solo con tres criaturas, a las que cuidó supliendo la figura de la madre. Hace unos meses, en un arranque de mal humor, nos dijo que se arrepentía de haber tenido seis hijos. «Si lo llego a saber no tengo ninguno» -dijo con voz árida. Todos esperábamos una explicación. Y la dio, haciendo un pareado: «Lo que pasa es que yo tengo la matriz muy baja… Y me quedo preñada con cualquier miaja».
Juan Gracia Armendáriz
Diario de un hombre pálido
Ed. Demipage, 2010