Desperté demasiado temprano
y comencé a pensar en lo eterno,
pero no en la gran eternidad de los rezos
sino en las pequeñas eternidades olvidadas.
La parte que no fluye del río,
aquello de la ciudad que siempre calla,
el lugar que no duerme en tu cuerpo dormido,
aquello que no despierta en mi cuerpo despierto.
Sentí entonces que las pequeñas eternidades
son preferibles a la gran eternidad.
Y no pude volver a dormirme.
Décimo Segunda Poesía Vertical-64
Fot. Katrien de Blauwer