La ventana de la habitación de Musia Borísovna daba a las alambradas del gueto. Una noche la bibliotecaria se despertó, levantó el extremo de la cortina y vio a dos soldados arrastrando una ametralladora; los rayos azules de la luz de la luna hacían centellear el acero pulido y las galas del oficial que caminaba delante. Oyó el ruido sordo de los motores. Los vehículos se acercaban al gueto con los faros apagados, y el pesado aire nocturno se tornaba plateado y se arremolinaba alrededor de sus ruedas, como divinidades flotando entre nubes.
En aquellos tranquilos minutos de claro de luna, mientras las patrullas de las SS y SD, destacamentos de policías ucranianos, unidades auxiliares y una columna motorizada de la Gestapo se aproximaban a las puertas del gueto dormido, la mujer midió el destino del siglo XX.
La luz de la luna, el movimiento rítmico y majestuoso de las tropas armadas, los potentes camiones negros, el tic tac despavorido del reloj de pesas en la pared, la blusa, el sujetador y las medias sobre la silla, el cálido olor del hogar: todo aquel batiburrillo de cosas opuestas e incompatibles se habían conciliado.
Vasili Grossman
Vida y destino
Ed. Galaxia Gutenberg, 2007
Trad: Marta Debón.
Katrien de Blauwer