Mientras la conversación se había trasladado hasta la tardía floración de los cerezos, la Esposa Joven se acercó a la Hija y se inclinó para besarla en las mejillas. Ella no se levantó porque en ese momento quería ser hermosa. Hablaron en voz baja, como si fueran viejas amigas, o tal vez por el repentino deseo de serlo. Instintivamente, la Hija se dio cuenta de que la Esposa joven había aprendido la distancia y que nunca iba a abandonarla, habiéndola elegido como su forma particular e inimitable de elegancia. Sería ingenua y misteriosa, siempre, pensó. Van a adorarla.
Alessandro Baricco
La Esposa Joven