Hay mucho silencio, el viento llega discreto y fresco, como para recordar lo que podría ser la vida, vela tensa que deja tras de sí una estela de espuma; con este viento, quien disculpa o cede a la aridez se siente culpable, detrás del ritual de las pequeñas fobias con las que se protege como un soltero kafkiano. Hay como un velo ante las cosas, que las empaña e impide desearlas. En estos momentos de sequedad interior se teme el campo abierto, se preferiría una habitación cerrada y poco aireada, en la que atrincherase y organizar las propias y mezquinas defensas.
Ed. Anagrama, 2006
Trad. Joaquín Jordá