No sé qué es mejor, si ir por la vida cargado de secretos hasta que explotas por la presión que ejercen, o que vayan arrancándotelos párrafo a párrafo, frase a frase, palabra a palabra, hasta que al final te quedas vacía de todo lo que en otro momento era para ti tan precioso como el oro en polvo, tan tuyo como tu propia piel -todo lo que considerabas de la mayor importancia, todo lo que te avergonzaba y deseabas ocultar, todo lo que sólo te pertenecía a ti- y tienes que pasar el resto de tus días como un saco vacío sacudido por el viento, un saco vacío con una etiqueta fluorescente para que todo el mundo sepa qué clase de secretos guardabas dentro de ti.
Margaret Atwood
El asesino ciego