(...) Conceptos como karma y tiempo circular son cosa sabida en la inmensa mayoría de las tradiciones indígenas americanas; tiempo como espacio y muerte como transformación están implícitos en la idea terrena de los hopi, que evitan todas las construcciones lineales porque saben tan bien como cualquier budista que Todo está Aquí Ahora. Como en las grandes religiones de Oriente, el indígena americano hace muy poca distinción entre actividad religiosa y acciones cotidianas: la ceremonia religiosa es la vida misma.
Como el "atman" de los Vedas, como la mente budista, como el Tao de los chinos, el gran espíritu del indio americano está en todas partes y en todas las cosas, inmutable. Incluso los aborígenes australianos -a los que se considera la raza más antigua de la Tierra- distinguen entre tiempo lineal y un "gran tiempo" de sueños, mitos y héroes en el que todo está presente de manera simultanea. A mí me conmueve que esta intuición primordial se haya perpetuado de palabra y hecho a través de incontables horizontes y siglos, iluminando la vida de los sueños de los primitivos, las primeras civilizaciones indoeuropeas de los sumerios y los hititas, a los griegos clásicos y a los egipcios, o haya sido guardada por cultos escondidos de las edades oscuras para salir a la luz en el misticismo cristiano, hasídico y musulmán (sufismo), así como en todas las esplendorosas religiones de Oriente. Y es también un profundo consuelo, quizás el único de que dispone, para este animal obsesionado que malgasta la mayor parte de una larga vida fantasmal recorriendo, sobre sus extremidades posteriores, el futuro y el pasado en busca de significados, y que solo consigue ver en los ojos de otros individuos de su especie que está condenado a morir.
Peter Matthiessen
"El leopardo de las nieves"
Ed. Siruela
Trad. José Luis López Muñoz.