No nos engañemos: la pasión no es el trayecto que nos guía hacia el otro, sino el vuelco sobre uno mismo, el vuelco hacia sí mismo. El deseo de engendrar fecunda la propia agonía.
Por eso la sabiduría es indiferencia: la indiferencia, ecuanimidad y la ecuanimidad, calma.
Por eso, y porque quiero vivir, decido observar en calma la pasión que sacude mi cuerpo y lo consume. En lograr cumplir con esta paradoja he empeñado mi existencia.
(A veces, la calma es aún tan sólo ironía. No basta. Es un inicio).
En toda pregunta está implícita una respuesta. Aquel que formula la primera conoce la segunda. El mismo planteamiento propone las premisas, el método, y dispone el conjunto para la conclusión.
Cuando Perceval se encontró con el Grial no supo qué preguntar. Ése era el problema. Pero tal vez fuese también la salida ya que toda pregunta parcializa la realidad al requerir una respuesta. Después de todas las preguntas ya no hay pregunta, por eso el silencio es la única respuesta.
Esto son obviedades. Cualquiera que esté familiarizado con la literatura mistérica llega a estas o similares conclusiones, que lo son igualmente de toda metafísica que se precie. Lo difícil viene después: construir después del silencio, cuando sabes que da igual lo que digas; que la verdad y la ficción son una misma cosa; que samsara y nirvana son intercambiables; que, digas lo que digas y pienses lo que pienses, sigues amontonado. Lo difícil es saberlo y seguir construyendo sobre la nada, a partir de nada, para nada, tener el valor y, lo que es más, el deseo de hacerlo, construir con palabras que apunten al silencio.
Chantal Maillard
Filosofía en los días críticos
Ed. Pre-Textos, 2001.
Fot. Portrait of Ingrid Bergman for Joan of Arc directed by Victor Fleming, 1948