Ni donde viviré por largos años,
ciudad prometida primavera,
ni donde amante amor aguarda.
Atravesando la tierra, la temerosa rueda,
quizá un árbol florecido pueda
sostener la derramada soledad.
Quizá en la sombra aquella se encontrara
sed abundante, sangre, carne, hueso,
en que albergar la voz que ahora huye.
Ni Donde Viviré Por Largos Años
Tumba de Kazimir Malévich,
con uno de sus cuadrados negros, 1935