Alguien que haya leído el canto XXIV de la Ilíada – el encuentro nocturno entre Príamo y Aquiles- o el capítulo en que Aliosha Karamazov se arrodilla ante las estrellas, que haya leído el capítulo XX de Montaigne (Que philosopher c´est apprendre l´art de mourir) y el empleo que de éste hace Hamlet y que no se inmute, cuya aprehensión de su propia vida permanezca inalterable, que de alguna manera sutil pero radical no mire de modo distinto el cuarto en que se mueve o al que llama a su puerta, éste ha leído sólo con la ceguera de la mirada física. ¿Pueden leerse Ana Karenina o a Proust sin experimentar una flaqueza o una dimensión nuevas en el centro mismo de nuestra sensibilidad sexual?.
Lenguaje y Silencio
Ed. Gedisa, 2013
Trad. Miguel Ultorio
Cecil Touchon
Palimpsest Asemic Correspondence