¿Sabes tú que en la ciudad me asustan estos huracanes nocturnos? Diríase que en su orgullo de elementos, ni siquiera nos ven. Mientras que una casa solitaria, en medio del campo, la ven, la toman en sus brazos poderosos y así la endurecen, y allí quisiéramos estar fuera, en el jardín que muge, y por lo menos nos asomamos a la ventana, y aprobamos los viejos árboles Iracundos que se agitan como si el espíritu de los profetas estuviera en ellos.