Diciendo esto, él había atado ya la cola de la cometa en torno de la niña. Ella se agarraba a él y se negaba a irse sola, pero Peter Pan, diciendo un “Adiós, Wendy”, la empujó fuera de la roca, y unos minutos después la niña y la cometa se perdieron de vista. Peter se quedó solo en la laguna.
Ahora la roca era muy pequeña y pronto quedaría sumergida. Pálidos rayos de luz avanzaban sobre la laguna; poco después se oyó un sonido, el más musical y el más melancólico del mundo. Eran las sirenas llamando a la luna.
Peter Pan, aunque no se parecía a los demás niños, se asustó. Un temblor lo sacudió, como el estremecimiento con que el viento azota las aguas del mar; pero los estremecimientos del viento en el mar se suceden unos a otros hasta sumar cientos de ellos, y Peter tembló sólo una vez. Un momento después se hallaba de nuevo erguido sobre la roca, con aquella sonrisa en su rostro y un repique de tambor en su alma . Aquel repiquetear decía: "La muerte debe ser una gran aventura!"
James Matthew Barrie
Peter Pan
Foto: Ansel Adams