Meterme en una piedra
ese sería mi camino.
Deja que otro se convierta en una paloma
o que rechine con el diente de un tigre.
Soy feliz de ser una piedra.
Por fuera la piedra es una adivinanza:
nadie sabe cómo resolverla.
Sin embargo dentro, debe ser fresca y silenciosa
aunque una vaca la pise con toda su fuerza,
aunque un niño la arroje a un río;
la piedra se hunde, lenta, imperturbablemente
hacia el fondo del río
donde los peces vienen a llamar en ella
y escuchan.
He visto salir chispas
cuando dos piedras se frotan,
así, quizás, dentro no esté oscuro después de todo;
quizás haya una luna que brilla
desde alguna parte, como detrás de una colina,
suficiente luz para descifrar
los extraños escritos, el mapa de estrellas
en las paredes interiores.
Piedra
Fot. Rafael Tanaka Monzo