Suelo sentir asco por ese hombre que se mata para no tener que afeitarse cada mañana y, sin embargo, es lo cotidiano, y sólo lo cotidiano logra hacerme aferrar a la existencia. Estas obligaciones menudas, estos ritmos son formadores. Me son necesarios. Me liberan porque me sujetan. Es así: necesito esclavitud, reglas de vida, ritmos. Mi libertad sólo sobrevive dentro de esos marcos. Entonces, ¿Por qué este asco? ¿Podría ser que mi espíritu de verdad no desea vivir? ¿Es que no está allí el lejano rumor de una tentación profunda de todo hombre, la tentación del suicidio? Cada minuto oculta esa extraña dualidad. El cuerpo es vida, el espíritu es muerte. La materia es el ser, el intelecto la nada. Y el secreto absoluto del pensamiento es, sin duda, ese deseo nunca olvidado de volver a hundirse en la más extática fusión con la materia, en lo concreto tan concreto que se vuelve abstracto. La vida es, tal vez, ese pasaje, esa situación trágica e inestable, ese nudo, ese punto movedizo en la línea de la evolución de la nada a la nada.
Jean-Marie Gustave Le Clézio
El éxtasis material, 1967
Ed. Adriana Hidalgo Editora, 2010
Traducción: Juana Bignozzi
Jean-Marie Gustave Le Clézio y su mujer, Paris, 1965