¡Vosotras, palabras, levantaos, seguidme!
y aunque ya estemos lejos, demasiado lejos,
nos alejaremos una vez más,
hacia ningún final.
No aclara.
La palabra sólo arrastrará otras palabras,
la frase otras frases.
El mundo así quiere, definitivamente,
imponerse, quiere estar dicho ya.
No la digáis.
Palabras, seguidme,
¡que no se vuelva definitiva esta ansia
del verbo y dicho y contradicho!
Dejad ahora un rato
que ninguno de los sentimientos hable,
que el músculo corazón se ejercite
de manera diferente.
Dejad, digo, dejad.
Nada, digo yo, susurrado al oído supremo,
que sobre la muerte no se te ocurra nada,
deja y sígueme, ni dulce ni amargo,
ni consolador,
no significativamente sin consuelo
tampoco sin signos.
Y sobre todo, no eso:
la imagen en el tejido de polvo,
el retumbar vacío de sílabas,
palabras de agonía.
¡Sin decir nada, vosotras, palabras!
Bajo la tormenta de rosas.
Adonde nos dirijamos bajo la tormenta de rosas,
las espinas iluminan la noche,
y el trueno de las hojas,
antes tan silenciosas en los arbustos,
nos sigue ahora muy de cerca.
Vosotras, palabras
Para Nelly Sachs, la amiga, la poeta, en veneración
Versión de J.M. Montefogo
Fot. Elke Andreas Boon